¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

viernes, 7 de septiembre de 2018

El eterno retorno.

No hay soberanía sin ejercer poder sobre el tiempo. A Nietzsche le gustaba la inocencia del devenir: se trata de adherir a esa voluntad de un tiempo ligero, menos apegado al pasado (y por lo tanto, a la nostalgia) y al futuro (y por lo tanto, a la ilusión) que este que nos hace vivir la servidumbre. A este precio, toda riqueza será desbordante y todo derroche se tornará magnífico.


El tiempo es el capital más precioso, el uso que de él se hace, la práctica más seria. No hay duplicación, no hay repetición: cada segundo es único y no volverá. El eterno retorno se efectúa de un modo universal, nunca particular: el dolor regresará, el sufrimiento, la alegría, la tristeza, el amor y la amistad volverán a aparecer, la mentira, la hipocresía y la renuencia seguirán existiendo por siempre. Pero los momentos encarnatorios subjetivos y singulares sucederán una sola vez, única y definitiva.

Son los hápax, y en eso reside todo su encanto. Los gestos amistosos, las palabras de odio, los falsos olvidos, las histerias amorosas o las amnesias provocadas por el inconsciente, exigirán un tiempo y un lugar. Como sagaz especialista en inmersión, Heráclito afirmó sin ambages que nadie se baña dos veces en el mismo río. Y si diez veces el bañista se entrega al goce acuático, serán diez variaciones sobre el tema hidráulico. El elemento básico es el mismo -los placeres del agua-, pero el trabajo de improvisación es siempre diferente. A eso se debe la extrema densidad de cada instante.

Y al mismo tiempo, la extrema inconmensurabilidad de la pérdida cuando se desperdicia. Tenemos el tiempo contado: la muerte nos espera y de todos modos triunfará. Debemos convertir al tiempo en una herramienta para pulir y hacer brillar la propia vida.

En La construcción de uno mismo. La moral estética, de Michel Onfray.

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