¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

lunes, 8 de enero de 2018

Las seis cuerdas.

La guitarra,
hace llorar a los sueños.

El sollozo de las almas
perdidas,
se escapa por su boca
redonda.















Y como la tarántula
teje una gran estrella
para cazar suspiros,
que flotan en su negro
aljibe de madera.

                                       Federico García Lorca. 
 

viernes, 5 de enero de 2018

Insumisión.

Bajó los brazos y, oculto bajo la mesa, rompió el lápiz rojo de un golpe seco.

No sería fácil, pero cuando la razón te asiste, no hay otro camino. Y él lo sabía. Cuidadosamente comenzó su tarea, con esmero, repasando bien los bordes, mientras sonreía feliz. No dejó ni un hueco por rellenar, ni una letra sin poner. Combinando los colores y esforzándose, especialmente, en la caligrafía. Despacito, marcando bien las tildes.

Por fin estaba acabado. Respiró profundamente y supo que el momento había llegado. Ahora vendría lo más difícil, no bastarían los hechos, era necesario explicarlo con palabras. Es lo que siempre había oído en su casa, en las conversaciones de sus padres, de sus tíos, en las asambleas que organizaba su madre con las vecinas y, justo ahora, estaba empezando a entenderlo.


Así que, con mucho cuidado, estiró su uniforme, se pasó la mano por el flequillo para arreglar un poco ese remolino indomable y se colocó en la fila, que avanzaba lentamente. Cuando por fin le tocó su turno, temblaba. Pero eso sólo le impulsó, precisamente, a hablar, atropelladamente, casi, casi sin respirar, para no pararse, para no ceder.

Maestra, no he hecho la bandera. Como he roto el lápiz rojo, no se puede hacer. Pero tiene que entender, que no puedo dibujar una bandera a mi papá, porque todos los compañeros de la clase están haciendo una. Y eso tiene que ser porque todos sus papás son iguales, pero mi papá no es como los demás. A él le gusta jugar conmigo, le gusta mucho la música, pero lo que más le gusta, es leer. Nunca he visto que le gusten las banderas. Siempre me está leyendo cuentos, y cuando me duermo sigue leyendo hasta bien entrada la noche. Yo no lo entiendo muy bien, pero siempre dice que los libros son lo único que nos sacará de aquí. Se pasa todo el día repitiéndome que estudie, que lea, que sea aplicado. Por eso he puesto todas las letras que hay que copiar de la pizarra, vea que no falta ninguna, de verdad que no. Muy feliz día papá, de tu hijo: Pablo. Pero no le he dibujado la bandera, como usted mandó. Le he dibujado un libro, de su color favorito: azul”. 
 

De Yolanda Giner Manso, en Cuentos cortos contra la autoridad.

jueves, 4 de enero de 2018

De Ley.

La teología negativa o de la ausencia, la trascendencia de la ley, el a priori de la culpabilidad, son temas frecuentes en muchas interpretaciones de Kafka. Los textos célebres de El proceso (y también de “La colonia penitenciaria” de La muralla china) presentan la ley como pura forma vacía y sin contenido, cuyo objeto permanece incognoscible: la ley por lo tanto no puede enunciarse sino en una sentencia y la sentencia no puede conocerse sino en el castigo. Nadie conoce el interior de la ley. En “La colonia” nadie sabe que es la ley; y las agujas de la máquina escriben la sentencia en el cuerpo del condenado, quien la ignoraba, al mismo tiempo que le infligen la tortura. “El hombre descifra la sentencia con sus llagas”. En La muralla china, “qué tortura la de ser gobernado por leyes que no se conocen (…) y el carácter de las Leyes requiere también el secreto de su contenido”. Kant creó la teoría racional de la inversión (de la concepción griega a la concepción judeo-cristiana) de la ley: la ley ya no depende de un Bien preexistente que le daría su materia; ahora es pura forma de la cual depende el bien en cuanto tal. Eso es lo que enuncia la ley, en las condiciones formales en las que se enuncia a sí misma.


Parecería que Kafka se inscribe en esta inversión. Pero el humor que aporta da testimonio de una intención muy distinta. Se trata no tanto de desplegar esta imagen de la ley trascendente e incognoscible como de desmontar el mecanismo de una máquina totalmente diferente, que solo necesita esta imagen de la ley para coordinar sus engranajes y ponerlos a funcionar juntos “con una sincronización perfecta” (una vez que esta imagen-foto desaparece, las piezas de la máquina se dispersan, (...).


En Kafka, Por una literatura menor, de Gilles Deleuze y Félix Guattari.
 

miércoles, 3 de enero de 2018

El Laberinto.

Zeus no podría desatar las redes
de piedra que me cercan. He olvidado
los hombres que antes fui; sigo el odiado
camino de monótonas paredes
que es mi destino. Rectas galerías
que se curvan en círculos secretos
al cabo de los años. Parapetos
que ha agrietado la usura de los días.





















En el pálido polvo he descifrado
rastros que temo. El aire me ha traído
en las cóncavas tardes un bramido
o el eco de un bramido desolado.

Sé que en la sombra hay Otro, cuya suerte
es fatigar las largas soledades
que tejen y destejen este Hades
y ansiar mi sangre y devorar mi muerte.

Nos buscamos los dos. Ojalá fuera
éste el último día de la espera.


                                        En Elogio de la sombra, de Jorge Luis Borges.