¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

miércoles, 23 de mayo de 2018

El misterio.






















Pasajera en trance.

Ella está por embarcar,
quizás consiga un pasaje en la borda.
Ella está por despegar
ella se va.
Ella viaja sin pagar
el viejo truco de andar por la sombra.
Ella baila sobre el mar
ella se va.














Pasajera en trance
pasajera en tránsito perpetuo.
Pasajera en trance
transitando los lugares ciertos.
Un amor real, es cómo dormir y estar despierto.
Un amor real es como vivir en aeropuerto.

                                                               Charly García. 

martes, 22 de mayo de 2018

Música y ruido.

Cuando el hombre creó un sonido musical (cantando o tocando un instrumento), dividió el mundo acústico en dos partes estrictamente separadas: la de los sonidos artificiales y la de los sonidos naturales. Janequin intentó, en su música, ponerlas en contacto. A mediados del siglo XVI había prefigurado lo que, en el siglo XX, haría, por ejemplo, Janácek (sus estudios sobre el lenguaje hablado), Bartok, o, de una manera extremadamente sistemática, Messiaen (sus composiciones inspiradas en cantos de pájaros).

 
El arte de Janequin recuerda que existe un universo acústico exterior al alma humana y que no está compuesto tan sólo de ruidos de la naturaleza, sino también de voces humanas que hablan, gritan, cantan, y que dan la carne sonora tanto a la vida cotidiana como a la de las fiestas. Recuerda que el compositor tiene plenas posibilidades de dar a ese universo «objetivo» una gran forma musical.
Una de las composiciones más originales de Janácek: Setenta mil (1909): un coro para voces masculinas que cuenta el destino de los mineros de Silesia. La segunda mitad de esta obra (que debería figurar en cualquier antología de la música moderna) es una explosión de gritos de la multitud, gritos que se entrelazan en un fascinante tumulto: una composición que (pese a su increíble emotividad dramática) curiosamente se acerca a esos madrigales que, en la época de Janequin, pusieron música a los gritos de París, a los gritos de Londres.
Pienso en Les noces, de Stravinski (compuesta entre 1914 y 1923): un retrato (este término que Ansermet emplea como peyorativo es, en efecto, muy apropiado) de las bodas aldeanas; se oyen canciones, ruidos, discursos, gritos, llamadas, monólogos, chistes (tumulto de voces prefigurado por Janácek) en una orquestación (cuatro pianos y percusión) de una fascinante brutalidad (que prefigura a Bartok).
Pienso también en la suite para piano Al aire libre (1926) de Bartok; la cuarta parte: los ruidos de la naturaleza (voces, creo, de ranas cerca de un estanque) sugieren a Bartok motivos melódicos de una rara extrañeza; luego, con esta sonoridad animal se confunde una canción popular que, aun siendo una creación humana, se sitúa en el mismo plano que los sonidos de las ranas; no es un lied, canción del romanticismo que se supone revela la «actividad afectiva» del alma del compositor; es una melodía que proviene del exterior, como un ruido entre otros ruidos.
Y pienso en el adagio del tercer Concierto para piano y orquesta de Bartok (obra de su último, triste período norteamericano). El tema hipersubjetivo de una inefable melancolía alterna aquí con el otro tema hiperobjetivo (que por otra parte recuerda la cuarta parte de la suite Al aire libre): como si el llanto de un alma sólo pudiera encontrar consuelo en la insensibilidad de la naturaleza.
Digo bien: «encontrar consuelo en la insensibilidad de la naturaleza». Porque la no sensibilidad es consoladora; el mundo de la no sensibilidad es el mundo que está fuera de la vida humana; es la eternidad; «es el mar ido hacia el sol». Me acuerdo de los tristes años que pasé en Bohemia al principio de la ocupación rusa. Me enamoré entonces de Várese y Xenakis: sus imágenes de los mundos sonoros objetivos pero no existentes me hablaron del ser liberado de la subjetividad humana, agresiva y molesta; me hablaron de la belleza suavemente inhumana del mundo antes o después del paso de los hombres.
En Los testamentos traicionados, de Milan Kundera.
 

viernes, 18 de mayo de 2018

Desaparición y memoria.

Desaparecida, desaparecido.

Del part. de desaparecer.
1. adj. Dicho de una persona: Que se halla en paradero desconocido, sin que se sepa si vive.
2. adj. eufem. muerto (que está sin vida). Apl. a pers.


Los regímenes del terror, aquellos que buscan instalar una dominación total, no solo encarcelan y matan de manera sistemática a grupos completos de la población, sino que buscan destruir la noción misma de muerte tal como la conocemos. El «desaparecido», presente en distintos regímenes de terror que han tenido lugar a lo largo del siglo XX, es la expresión concreta de este intento.

Memoria.

Del lat. memoria.
1. f. Facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado.
2. f. Recuerdo que se hace o aviso que se da de algo pasado.
3. f. Exposición de hechos, datos o motivos referentes a determinado asunto.

                                                https://desaparecidos.org.uy/marcha-del-silencio/

jueves, 17 de mayo de 2018

Eternidad.

Eternity 
He who binds to himself a joy 
Does the winged life destroy
He who kisses the joy as it flies
Lives in eternity’s sunrise

























Eternidad

Quien a sí encadenare una alegría
malogrará la vida alada   
Pero quien la alegría besare en su aleteo
vive en el alba de la eternidad

                                                                           William Blake. 

Un sueño.

Salones que cruzamos con timidez,
un centenar de rostros que desconocemos…
Con lentitud, una tras otra,
las luces palidecen.

Allí cuando su brillo se hace gris
cuando se ciega con el atardecer,
un rostro me parece familiar,
la memoria del amor encuentra
conocidos los rostros
que antes fueron extraños.















Oigo nombres de padres,
hermanos, camaradas,
así como de héroes, de mujeres, poetas
que yo reverencié cuando muchacho.
Pero ninguno de ellos
me concede siquiera una mirada.

Como las llamas de una vela
se desvanecen en la nada
dejan en el entristecido corazón
sonidos de poemas olvidados,
oscuridad, lamentos
en torno de los días ya encauzados
en leyenda y en sueño
de una luz disfrutada alguna vez.
                                                               
                                                               Hermann Hesse.

miércoles, 16 de mayo de 2018

La tarea de “ver”.

Don Juan no estaba en su casa cuando llegué a ella el mediodía del 8 de noviembre de 1968. Como no tenía idea de dónde buscarlo, me senté a esperar. Por alguna razón desconocida, sabía que regresaría pronto. Un rato después, don Juan entró en su casa. Asintió mirándome. Cambiamos saludos. Parecía estar cansado y se tendió en su petate. Bostezó un par de veces.

La idea de "ver" se me había vuelto obsesión, y yo había decidido usar nuevamente la mezcla alucinógena de fumar. Fue terriblemente difícil hacer esa decisión, así que todavía deseaba discutirla un poco.


-Quiero aprender a ver, don Juan -dije de sopetón-. Pero en realidad no quiero tomar nada; no quiero fumar su mezcla. ¿Piensa usted que hay alguna posibilidad de que yo aprenda a ver sin ella?

Se sentó, se me quedó viendo unos segundos y volvió a acostarse.
-¡No! -dijo-. Tendrás que usar el humo.

-Pero usted dijo que con don Genaro estuve a punto de ver.

-Quise decir que algo en ti brillaba como si de verdad te dieras cuenta de lo que Genaro hacía, pero nada más estabas mirando. La verdad es que hay algo en ti que se asemeja a ver, pero no es; estás atascado y sólo el humo puede ayudarte.

-¿Por qué hay que fumar? ¿Por qué no puede uno, simplemente, aprender a ver por sí mismo? Yo tengo un deseo ferviente. ¿No es bastante?

-No, no es bastante. Ver no es tan sencillo, y sólo el humo puede darte a ti la velocidad que necesitas para echar un vistazo a ese mundo fugaz. De otro modo no harás sino mirar.

-¿Qué quiere usted decir con lo de mundo fugaz?

-El mundo, cuando ves, no es como ahora piensas que es. Es más bien un mundo fugaz que se mueve y cambia. Por cierto que uno puede aprender a capturar por sí mismo ese mundo fugaz, pero a ti de nada te servirá, porque tu cuerpo se gastará con la tensión. Con el humo, en cambio, jamás sufrirás de agotamiento. El humo te dará la velocidad necesaria para asir el movimiento fugaz del mundo, y al mismo tiempo mantendrá intactos tu cuerpo y su fuerza.

-¡Muy bien! -dije con dramatismo-. No quiero andarme ya por las ramas. Fumaré. Don Juan rió de mi arrebato histriónico.

-Párale -dijo-. Siempre te agarras a lo que no debes. Ahora piensas que la simple decisión de dejarte guiar por el humo va a hacerte ver. Hay mucho pan por rebanar. En todo hay siempre más de lo que uno cree.

En Una realidad aparte, de Carlos Castaneda.


viernes, 11 de mayo de 2018

¿Quién sabe hoy lo que es la soledad?

Esperemos a que un espíritu, en el cual el tipo de espíritu libre deba madurar hasta la perfección, haya corrido su aventura decisiva de un cambio de frente, cuando antes no había sido sino un espíritu siervo encadenado a su rincón y a su columna. ¿Cuál es el vínculo más sólido? ¿Qué lazos es imposible romper? Para ciertos hombres de especie rara y exquisita, serán los deberes: el respeto, tal como conviene a la juventud; la timidez y el enternecimiento en presencia de todo lo que de antiguo, venerado y digno; la gratitud al suelo en que ha vivido, a la mano que la ha guiado, al santuario en que murmuró la primera plegaria; los momentos más importantes y trascendentales de su vida, son los que la encadenarán más duradera y sólidamente.


La gran transformación llega para siervos de esta especie como un terremoto: el alma joven se siente en un sólo instante conmovida, desasida, arrancada de todo lo que antes amaba; ni aun se da cuenta de lo que le pasa. Extraña investigación, desconocida fuerza impulsiva la dominan y se apoderan de ella, hasta imponérsele como una orden; se despierta el deseo, la voluntad de ir adelante, no importa adónde, a toda costa; violenta y peligrosa curiosidad de un mundo no descubierto brilla y flamea en todos sus sentidos. «Antes morir que vivir aquí» –le dice la imperiosa voz de seducción– y este «aquí», este «en nuestra casa», ¡es todo lo que amó hasta esa hora!

Miedo, desconfianza repentina de todo lo que amaba, relámpagos de desprecio por todo lo que para ella significaba «deber», deseo sedicioso, voluntarioso, irresistible como un volcán, de viajar, de alejamiento, de expatriación, de refrigerio, de salir de la embriaguez, de tornarse de hielo; odio para el amor; a veces un paso y una mirada sacrílega hacia atrás, hacia allá, hacia donde hasta entonces se había orado y amado; quizá una sensación de vergüenza por lo que se acaba de hacer, y un grito de alegría al mismo tiempo por haberlo hecho; angustia y embriaguez de placer en que se revela una victoria –¿una victoria? ¿sobre qué? ¿sobre quién?– victoria enigmática, problemática, sujeta a caución, pero que es, en fin, la primera victoria: tales son los males y los dolores que componen la historia de la gran transformación.

Al propio tiempo es una enfermedad que puede destruir al hombre esta explosión primera de fuerza y de voluntad para marcarse a sí mismo rumbos fijos, para estimarse a sí mismo esta voluntad de libre querer; ¡y qué clase de enfermedad es y a qué grados alcanza, se descubre en las pruebas y actos de bizarría salvaje con que el liberto quiere, desde lo que es, probar su dominio sobre las cosas! Por seguir adelante en todos sentidos con insaciable avidez, lo que adquiere del botín debe pagar la peligrosa excitación de su orgullo; rasga, rompe, tira lo que se granjea. Con maligna sonrisa revuelve todo lo que estaba velado o no manifiesto por alguna causa de pudor: inquiere lo que las cosas parecen cuando se las pone del revés. Es todo caprichos y goza con sus caprichos; quizá presta hoy favor a lo que ayer tenía en mal concepto y así anda vagabundo, curioso y husmeador de torno de lo prohibido. En el fondo de sus agitaciones y desbordes –pues en su camino se encuentra inquieto y sin rumbo como en desierto–, se hace a sí mismo interrogaciones de curiosidad más y más peligrosas cada vez: «¿No pueden mirarse por el reverso todas las medallas?» «¿El bien no puede ser el mal?» «¿No puede ser Dios una invención del demonio?» «Y si nosotros estamos engañados, ¿no somos también engañadores?» Tales son los pensamientos que le guían y que le extravían: va siempre más adelante, siempre más lejos. La soledad le tiene encerrado entre su círculo y comprimido entre sus anillos, siempre más amenazadora, más sofocante, más punzante, esta terrible diosa y mater saeva cupidinum... pero ¿quién sabe hoy lo que es la soledad?
 

En Humano demasiado humano, de Friedrich Nietzsche.
 

lunes, 7 de mayo de 2018

Wish you were here.

So, so you think you can tell
Heaven from hell
Blue skies from pain
Can you tell a green field from a cold steel rail?
A smile from a veil?
Do you think you can tell?

Did they get you to trade your heroes for ghosts?
Hot ashes for trees?
Hot air for a cool breeze?
Cold comfort for change?
Did you exchange a walk on part in the war for a lead role in a cage?

How I wish, how I wish you were here.
We're just two lost souls swimming in a fish bowl year after year.
Running over the same old ground.
And how we found?
The same old fears.
Wish you were here.

Así que... así que crees que puedes distinguir
el cielo del infierno.
Los cielos azules del dolor.
¿Puedes distinguir un campo verde de un frío riel de acero?
¿Una sonrisa tras un velo?
¿Crees que puedes diferenciarlos?
¿Hicieron que intercambiaras héroes por fantasmas?
¿Cenizas calientes por árboles?
¿Aire caliente por una fría brisa?
¿Una fría comodidad por el cambio?
¿E intercambiaste un papel de extra en la guerra, por un papel de protagonista dentro de una jaula?
Cómo desearía... cómo desearía que estuvieses aquí.
Somos solo dos almas perdidas, nadando en una pecera, un año tras otro.
Corriendo sobre el mismo viejo suelo.
¿Y qué hemos encontrado?
Los mismos viejos miedos.
Desearía que estuvieses aquí.
David Gilmour / Roger Waters.