Don
Juan no estaba en su casa cuando llegué a ella el mediodía del 8 de
noviembre de 1968. Como no tenía idea de dónde buscarlo, me senté
a esperar. Por alguna razón desconocida, sabía que regresaría
pronto. Un rato después, don Juan entró en su casa. Asintió
mirándome. Cambiamos saludos. Parecía estar cansado y se tendió en
su petate. Bostezó un par de veces.
La
idea de "ver" se me había vuelto obsesión, y yo había
decidido usar nuevamente la mezcla alucinógena de fumar. Fue
terriblemente difícil hacer esa decisión, así que todavía deseaba
discutirla un poco.
-Quiero
aprender a ver, don Juan -dije de sopetón-. Pero en realidad no
quiero tomar nada; no quiero fumar su mezcla. ¿Piensa usted que hay
alguna posibilidad de que yo aprenda a ver sin ella?
Se
sentó, se me quedó viendo unos segundos y volvió a acostarse.
-¡No!
-dijo-. Tendrás que usar el humo.
-Pero
usted dijo que con don Genaro estuve a punto de ver.
-Quise
decir que algo en ti brillaba como si de verdad te dieras cuenta de
lo que Genaro hacía, pero nada más estabas mirando. La verdad es
que hay algo en ti que se asemeja a ver, pero no es; estás atascado
y sólo el humo puede ayudarte.
-¿Por
qué hay que fumar? ¿Por qué no puede uno, simplemente, aprender a
ver por sí mismo? Yo tengo un deseo ferviente. ¿No es bastante?
-No,
no es bastante. Ver no es tan sencillo, y sólo el humo puede darte a
ti la velocidad que necesitas para echar un vistazo a ese mundo
fugaz. De otro modo no harás sino mirar.
-¿Qué
quiere usted decir con lo de mundo fugaz?
-El
mundo, cuando ves, no es como ahora piensas que es. Es más bien un
mundo fugaz que se mueve y cambia. Por cierto que uno puede aprender
a capturar por sí mismo ese mundo fugaz, pero a ti de nada te
servirá, porque tu cuerpo se gastará con la tensión. Con el humo,
en cambio, jamás sufrirás de agotamiento. El humo te dará la
velocidad necesaria para asir el movimiento fugaz del mundo, y al
mismo tiempo mantendrá intactos tu cuerpo y su fuerza.
-¡Muy
bien! -dije con dramatismo-. No quiero andarme ya por las ramas.
Fumaré. Don Juan rió de mi arrebato histriónico.
-Párale
-dijo-. Siempre te agarras a lo que no debes. Ahora piensas que la
simple decisión de dejarte guiar por el humo va a hacerte ver. Hay
mucho pan por rebanar. En todo hay siempre más de lo que uno cree.
En Una
realidad aparte, de Carlos Castaneda.
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