¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

jueves, 18 de octubre de 2018

La inspiración.


La inspiración es la incógnita de la ecuación, la musa que asalta en la hora oculta. Vuelan las flechas y no nos damos cuenta de que nos han alcanzado, ni de que un sinfín de catalizadores inconexos se han reunido en la clandestinidad para formar un sistema propio, que nos inocula las vibraciones de una enfermedad incurable – una imaginación ardiente -, a la vez profana y divina.

¿Qué podemos hacer con los impulsos resultantes, esas terminaciones nerviosas que titilan como un mapa iluminado de constelaciones arrebatadoras? Las estrellas palpitan. La musa anhela ser vivificada. Pero la mente también es la musa. Ansía superar a sus gloriosos oponentes, renovar tales fuentes de inspiración. Un torrente cristalino de repente seco. Una muestra de belleza desprovista de alegría, mancillada. ¿Por qué el espíritu creativo se vuelve contra sí mismo? ¿Por qué el hacedor enrevesa cualquier drama? Se levanta la pluma, guiada por la musa destrozada. Sin discordia, escribe, la armonía pasa inadvertida, sin discordia, continúa, Abel no es más que un pastor olvidado.

                                                                                                                En Devoción, de Patti Smith.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario