¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

martes, 20 de marzo de 2018

Because the night.

Take me now, baby, here as I am
Pull me close, try and understand
Desire is hunger is the fire I breathe
Love is a banquet on which we feed

Come on now, try and understand
The way I feel when I'm in your hands
Take my hand as the sun descends
They can't hurt you now
Can't hurt you now
Can't hurt you now

































Because the night belongs to lovers
Because the night belongs to love
Because the night belongs to lovers
Because the night belongs to love

Have my doubt when I'm alone
Love is a ring, the telephone
Love is an angel disguised as lust
Here in my bed until the morning comes

Come on now, try and understand
The way I feel when I'm in your hands
Take my hand as the sun descends
They can't hurt you now
Can't hurt you now
Can't hurt you now

Because the night belongs to lovers
Because the night belongs to love
Because the night belongs to lovers
Because the night belongs to love

And though we feel with doubt
The vicious circle turns and burls
Without you I cannot live
Forgive the yearning burning
I believe it's time, to feel be real
Touch me now, touch me now
Touch me now

Because the night belongs to lovers
Because the night belongs to love
Because the night belongs to lovers
Because the night belongs to love

Because we believe in the night we're lovers
Because we believe in the night we trust
Because the night belongs to lovers
Because the night belongs to love

                                                             Patti Smith.

jueves, 15 de marzo de 2018

Hacia lo indecible.

La despersonalización como la destitución de lo individual inútil, la pérdida de todo lo que se puede perder y, aun así, ser. Poco a poco extirpar de uno, con un esfuerzo tan atento que no se siente el dolor, extirpar de uno, como quien se libra de la propia piel, las características. Todo lo que me caracteriza es solamente el modo como soy más fácilmente visible a los demás y como termino siendo superficialmente reconocible por mí. Así como existió el momento en que vi que la cucaracha es la cucaracha de todas las cucarachas, así quiero encontrar en mí misma la mujer de todas las mujeres.

La despersonalización con la gran objetivación de uno mismo. La mayor exteriorización a que se llega. Quien se percibe por la despersonalización reconocerá al otro bajo cualquier disfraz: el primer paso en relación con el otro es hallar en uno mismo al hombre de todos los hombres. Toda mujer es la mujer de todas las mujeres, todo hombre es el hombre de todos los hombres, y cada uno de ellos podría presentarse dondequiera que se juzgue al hombre. Pero solamente en inmanencia, porque solo algunos llegan al punto de reconocerse en nosotros. Y entonces, por la simple presencia de su existencia, revelar la nuestra. Aquello de que se vive —y por no tener nombre solo el mutismo lo enuncia— es a lo que me aproximo a través de la gran magnanimidad de dejar de ser yo. No porque entonces encuentre el nombre y vuelva concreto lo impalpable, sino porque designo lo impalpable como impalpable, y entonces el soplo se vuelve más intenso, como en la llama de una vela.


La gradual desheroización de uno mismo es el verdadero trabajo que se hace bajo el trabajo aparente, la vida es una misión secreta. Tan secreta es la verdadera vida, que ni a mí, que muero por ella, me puede ser confiada la contraseña, muero sin saber de qué. Y el secreto es tal, que solamente si la misión llega a cumplirse, entonces, en un santiamén, comprenderé que he nacido con esta misión; toda vida es una misión secreta.

La desheroización de mí misma está minando subterráneamente mi edificio, cumpliéndose sin yo saberlo como una vocación ignorada. Hasta que por fin me sea revelado que la vida en mí no tiene mi nombre. Y tampoco yo tengo nombre, y este es mi nombre. Y porque me despersonalizo hasta el punto de no tener nombre, respondo cada vez que alguien dice: yo.

La desheroización es el gran fracaso de una vida. No todos llegan a fracasar, porque es demasiado trabajoso, es preciso subir antes penosamente hasta llegar por fin a la altura desde la que se puede caer; solo puedo alcanzar la despersonalidad del mutismo si antes he construido toda una voz. Mis civilizaciones eran necesarias para que yo subiese hasta el punto de tener de dónde descender.

Es precisamente a través del fracaso de la voz como por vez primera se va a oír el propio mutismo y el de los demás y el de las cosas, y se acepta como el lenguaje posible. Solo entonces mi naturaleza se acepta, se acepta como su suplicio asombrado, donde el dolor no es algo que nos ocurre, sino lo que somos. Y se acepta nuestra condición como la única posible, ya que ella es lo que existe, y no otra. Y ya que vivirla es nuestra pasión. La condición humana es la pasión de Cristo.

Ah, mas para llegar al mutismo, qué gran esfuerzo de la voz. Mi voz es el modo en que busco la realidad; la realidad, antes de mi lenguaje, existe como un pensamiento que no se piensa, mas por fatalidad me he visto y me veo empujada a precisar saber lo que piensa el pensamiento. La realidad antecede a la voz que la busca, pero como la tierra antecede al árbol, pero como el mundo antecede al hombre, como el mar antecede a la visión del mar, la vida antecede al amor, la materia del cuerpo antecede al cuerpo, y a su vez, el lenguaje habrá precedido un día a la posesión del silencio. Poseo a medida que designo; y este es el esplendor de tener un lenguaje. Pero poseo mucho más en la medida que no consigo designar. La realidad es la materia prima, el lenguaje es el modo como voy a buscarla, y como no la encuentro. Pero del buscar y no del hallar nace lo que yo no conocía, y que instantáneamente reconozco. El lenguaje es mi esfuerzo humano. Por destino tengo que ir a buscar y por destino regreso con las manos vacías. Mas regreso con lo indecible. Lo indecible me será dado solamente a través del lenguaje. Solo cuando falla la construcción, obtengo lo que ella no logró.

En La pasión de G. H., de Clarice Lispector.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Hay cosas que nunca se podrán explicar con palabras.

Pondré cara de tonto si lo dice, y él me dará la espalda, que es lo que yo haría si estuviese en su lugar. El último segundo antes de dormir lo usó para murmurar, tal vez hablando consigo mismo, tal vez con el colega, Hay cosas que nunca se podrán explicar con palabras.

No es exactamente así. Hubo un tiempo en que las palabras eran tan pocas que ni siquiera las teníamos para expresar algo tan simple como Esta boca es mía, o Esa boca es tuya, y mucho menos para preguntar Por qué tenemos las bocas juntas. A las personas de ahora ni les pasa por la cabeza el trabajo que costó crear estos vocablos, en primer lugar, y quién sabe si no habrá sido, de todo, lo más difícil, fue necesario comprender que se necesitaban, después, hubo que llegar a un consenso sobre el significado de sus efectos inmediatos, y finalmente, tarea que nunca acabará de completarse, imaginar las consecuencias que podrían advenir, a medio y a largo plazo, de los dichos efectos y de los dichos vocablos.


Comparado con esto, y al contrario de lo que de forma tan concluyente el sentido común afirmó ayer noche, la invención de la rueda fue mera bambarria, como acabaría siéndolo el descubrimiento de la ley de la gravitación universal simplemente porque se le ocurrió a una manzana caer sobre la cabeza de Newton. La rueda se inventó y ahí sigue inventada para siempre jamás, en cuanto las palabras, esas y todas las demás, vinieron al mundo con un destino brumoso, difuso, el de ser organizaciones fonéticas y morfológicas de carácter eminentemente provisional, aunque, gracias, quizá, a la aureola heredada de su auroral creación, se empeñan en pasar, no tanto por sí mismas, sino por lo que de modo variable van significando y representando, por inmortales, imperecederas o eternas, según los gustos del clasificador.

Esta tendencia congénita a la que no sabrían ni podrían resistirse, se tornó, con el transcurrir del tiempo, en gravísimo y tal vez insoluble problema de comunicación, ya sea la colectiva de todos, ya sea la particular de tú a tú, cómo se ha podido confundir galgos y podencos, ovillos y madejas, usurpando las palabras el lugar de aquello que antes, mejor o peor, pretendían expresar, lo que acabó resultando, finalmente, te conozco mascarita, esta atronadora algazara de latas vacías, este cortejo carnavalesco de latones con rótulo pero sin nada dentro, o sólo, ya desvaneciéndose, el perfume evocador de los alimentos para el cuerpo y para el espíritu que algún día contuvieron y guardaban. A tan lejos de nuestros asuntos nos condujo esta frondosa reflexión sobre los orígenes y los destinos de las palabras, que ahora no tenemos otro remedio que volver al principio.

En El hombre duplicado, de José Saramago.


martes, 13 de marzo de 2018

Performance.

(...) Ensayando una definición acerca de los estudios de la performance.

Los estudios de la performance constituyen, a riesgo de simplificar demasiado, un campo académico que podríamos definir como interdisciplinario puesto que abarcan diversas disciplinas que se sitúan en diferentes puntos de un espectro, oscilando entre las ciencias sociales y las artes y humanidades. Como indica en su introducción «A Student‘s Guide to Performance Studies» 2 (un documento digital publicado por la Universidad de Harvard), si uno le preguntara a un estudioso de la performance en qué consiste su área de trabajo, podría obtener respuestas tan variadas como estudiosos consultara. Este disenso en relación a qué son los estudios de la performance es, sin duda, una clara muestra de su carácter ambiguo, camaleónico, huidizo, contingente. Richard Schechner, uno de sus representantes más conspicuos ha escrito:

¿Son los estudios de la performance un ‘campo’, un ‘área’, una ‘disciplina’? La escurridiza serpiente de cascabel se mueve a través del desierto contrayéndose y extendiéndose, moviéndose en forma de «s». Adonde sea que esta hermosa serpiente de cascabel apunta, hacia allí no se dirige. Semejante (falta de) dirección es característica de los estudios de la performance. Este/a área/campo/disciplina juega habitualmente con aquello que no es, embaucando a quienes pretenden repararlo/a, alarmando a algunos, entreteniendo a otros, sorprendiendo a unos cuantos mientras se mueve a través del desierto de la academia 3 («A Student’s Guide to Performance Studies», s/f: 1).


La metáfora de Schechner resulta efectiva para pensar acerca de la compleja tarea de inscribir a los estudios de la performance en un compartimiento académico determinado, con límites claramente definidos. ¿En qué facultad situar un departamento dedicado a actividades intelectuales cuyo objeto de estudio presenta límites tan fluctuantes (si es que los tiene)? En contraposición a cierta visión epistemológica clásica que postula un objeto y un método delimitados para cada disciplina científica, el «como si» 4 que caracteriza a esta perspectiva deja poco (o nada) fuera de su voracidad cognoscitiva. Partiendo de la premisa «estudiar como si fueran performances», podemos aplicar este enfoque a fenómenos muy heterogéneos tales como presentaciones artísticas vanguardistas, obras teatrales, recitales, conciertos, espectáculos de ballet, carnavales, bailes de cuarteto, fiestas electrónicas, shows televisivos, certámenes deportivos, rituales sagrados, acciones colectivas de protesta, actos gubernamentales, proposiciones matrimoniales, ceremonias matrimoniales, certámenes de belleza, actos escolares, festejos de fin de año, ceremonias de graduación, fiestas de quince, despedidas de soltero/a, shows de strippers, cenas de reencuentro de promociones, prácticas sexuales, rutinas de entrenamiento en gimnasios, pago de jubilaciones/pensiones, exposiciones de arte en museos, velatorios y cortejos fúnebres, congresos, jornadas, ferias artesanales, batallas, viajes de egresados, entrega de premios Oscar, toma de rehenes, cumbres de jefes de Estado, etc., etc., así como también, microconstrucciones de clase, raza, etnicidad, clase, género y sexualidad.

Como afirma Schechner «todo y cualquier cosa puede ser estudiado ‘como’ performance» (2000:14). Esta propiedad no sería privativa de los estudios de la performance sino que se extendería a cualquier disciplina: su perspectiva particular construye su objeto de estudio. Aunque esta aseveración tiene bastante sentido, cabría preguntarse si hay algún tipo de restricción en función de supuestos ontológicos, epistemológicos y metodológicos

Schechner junto a otro antropólogo estadounidense, Victor Turner, son señalados actualmente como los padres fundadores de los estudios de la performance. Las semillas que dieron origen a este innovador campo fueron sembradas en los Estados Unidos alrededor de la segunda mitad del siglo XX. Schechner y Turner comenzaron a detectar puntos de articulación entre el pensamiento antropológico y el pensamiento dramatúrgico a partir de sus trabajos de campo sobre las ceremonias rituales en pueblos no occidentales. El inicio oficial del campo de los estudios de la performance se produjo, de acuerdo a Schechner (2000) en los 70 para dar respuesta a la necesidad de organizar el paradigma «como performance». Es preciso señalar que Goffman, quien también puede ser considerado un precursor en este campo –y así lo reconoce el propio Schechner– publicó La presentación de la persona en la vida cotidiana en 1959. Allí analiza las interacciones sociales cotidianas desde un modelo dramatúrgico.

Goffman y Butler: desentrañando las claves de sus modelos dramatúrgicos.

Se considera que Goffman fue uno de los primeros científicos sociales en aplicar la metáfora teatral en su análisis de lo social. A pesar de que muchos suelen atribuirle el rótulo de «interaccionista simbólico», no es sencillo situar a Goffman en una corriente teórica determinada dadas las múltiples (y dispares) influencias registradas en su pensamiento, muchas de ellas no explicitadas (Nizet y Rigaux, 2006). Sí podemos afirmar que su obra se inscribe en el paradigma interpretativista y que fue heredero de la Escuela de Chicago, un grupo de investigación caracterizado por el sesgo antropológico de sus métodos.


Butler, por su parte, se inscribe en el paradigma post-estructuralista. Su producción es considerada fundacional de la denominada perspectiva queer.

Cuando comencé a examinar los trabajos de ambos autores, me propuse encontrar los puntos de contacto teniendo en cuenta que ambos utilizan el concepto de performance. Sin embargo, posteriores lecturas han contribuido a la problematización de esta relación. A continuación, tematizo de qué manera los paradigmas teatrales en los que Goffman y Butler basan sus desarrollos teórico-conceptuales, divergen y convergen. Para empezar, brindo algunas definiciones necesarias. Goffman define performance como «la actividad total de un participante dado en una ocasión dada que sirve para influir de algún modo sobre los otros participantes» (2001: 27). Durante una performance, el sujeto produce mensajes de diferente tipo, a saber: lo que dice verbalmente, lo que expresa su fachada personal, sus gestos, posturas y ademanes y el medio que lo rodea (el mobiliario, el decorado y otros elementos).

Específicamente en relación al género, Goffman 5 (1987) analiza cómo se simboliza culturalmente la diferencia sexual. Esta concepción lo acerca bastante a las teorías que postulan que el género es la elaboración cultural del sexo (algo que muchas feministas contemporáneas se han ocupado de rechazar enfáticamente, entre ellas Butler). En este sentido, los papeles de género no dependen de determinismos biológicos sino que son el producto de imposiciones culturales. En consonancia con sus postulados acerca de la interacción social, podemos inferir que para Goffman las performances de género de los sujetos responden a las expectativas puestas en juego en cada situación. Hay normas culturalmente definidas que establecen qué es lo apropiado para varones y mujeres.


Butler, en su ensayo «Performative Acts and Gender Constitution: An essay in Phenomenology and Feminist Theory», se distancia explícitamente de esta concepción, a saber: En consecuencia, el género no puede ser entendido como aquello que o expresa o disfraza un «sí mismo» interior, ya sea que ese «sí mismo» sea concebido como sexuado o no. Como una performance que es performativa, el género es un «acto», generalmente interpretado, que construye la ficción social de su propia interioridad psicológica. En contraposición a una visión tal como la de Erving Goffman, que postula un sí mismo que asume e intercambia varios «roles» dentro de las complejas expectativas sociales del «juego» de la vida moderna, estoy sugiriendo que ese sí mismo no está sólo irrecuperablemente «afuera», constituido en el discurso social, sino que la atribución de interioridad es una forma públicamente regulada y sancionada de fabricación de esencia 6 (1988: 11).

Distanciándose de la concepción dramatúrgica goffmaniana, Butler pone en evidencia que su conceptualización del género como performance se erige a partir del trabajo de Turner 7 sobre los rituales como dramas sociales (2007: 273). Su modelo dramatúrgico es el del teatro experimental, donde los límites entre arte y realidad desaparecen.

Goffman presupone un modelo dramatúrgico clásico o tradicional (algunos autores preferirían llamarlo burgués o representacionista). Por un lado, están los actores y, por el otro, está la audiencia (obviamente son posiciones intercambiables de acuerdo al contexto). La acción se muda de regiones: en el escenario (espacio público, visible para la audiencia) transcurre la performance; en bastidores (espacio privado, fuera de la percepción de la audiencia), los actores pueden «salirse» momentáneamente de los roles que representan.

Más allá de estas divergencias, es posible identificar algunos puntos de contacto entre ambos autores. Si bien la noción de performatividad no aparece en la producción de Goffman, todos los actos que realizan los actores (verbales y no verbales) colaboran en lo que él llama «el manejo de impresiones». Tanto la actividad señalizadora que el actor controla (lo que dice o expresa verbalmente) cuanto aquella que escapa a su control (apariencia, miradas, gestos, ademanes, posturas, tono de voz), transmiten mensajes a la audiencia. El significado atribuido por la audiencia dependerá de sus marcos de sentido (la mayor o menor correspondencia en la recepción varía de acuerdo a cuán compartidos sean dichos marcos por el actor y su audiencia). Por lo tanto, la fachada del actor y sus modos de utilizar el cuerpo no son meros objetos y acciones físicos sino vehículos de significados que contribuyen a crear «performativamente» una determinada realidad (definición de la situación en términos de Goffman).


Otra convergencia que merece destacarse entre ambas perspectivas es la concepción contingente, discontinua, fragmentaria, inestable de la identidad del actor: la performance constituye al actor, su identidad es un efecto. Diversos autores (Collins en Amparán y Gallegos, s/f; Nizet y Rigaux, 2006; Green, 2006) han señalado que para Goffman no hay una identidad previa a la interacción sino que la sociedad fuerza a los sujetos a adoptar una en cada contexto; no hay una identidad trans-situacional que los sujetos van transportando de un espacio a otro.

2 La guía fue escrita por Shana Komitee (estudiante de Doctorado en la Escuela de Postgrado en Artes y Ciencias) para la profesora Julie Buckler, para ser utilizada como material pedagógico en un curso de literatura.
3 La traducción es mía.
4 Los estudios de la performance proponen analizar todos los comportamientos humanos mediante el establecimiento de una analogía con la dramaturgia. Esto significa asumir que aquellos constituyen una serie de performances, es decir, comportamientos aprendidos, ensayados y presentados en reiteradas ocasiones.
5 Para un mayor entendimiento de la concepción de Goffman sobre el género, véase West y Zimmerman (1990), «Haciendo género», Sexualidad, género y roles sexuales, pp. 109-144. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
6 La traducción es mía.
7 Véase nota n° 71. Allí Butler invita al lector a revisar el texto de Turner, Victor (1974), Dramas, Fields and Methapors, Ithaca: Cornell University Press.

En El concepto de performance según Erving Goffman y Judith Butler, de Fernando Franco Peplo.

lunes, 12 de marzo de 2018

Fascismo.

El nazismo y el fascismo no hubiesen sido posibles sin que una porción relativamente importante de la población se hiciese cargo de las funciones de represión, de control, de policía. En este sentido, el concepto de dictadura aplicado a estos fenómenos es relativamente falso.
El enemigo mayor de El Anti Edipo de Gilles Deleuze y Felix Guattari es el fascismo: “Y no solamente el fascismo histórico de Hitler o Mussolini –que supo utilizar tan bien el deseo de las masas–, sino también el fascismo que está en todos nosotros, que habita nuestros espíritus y nuestras conductas cotidianas, el fascismo que nos hace amar el poder, desear esta misma cosa que nos domina y nos explota”. 

El siglo XX no disponía de un aparato conceptual apropiado para pensar el fascismo y el estalinismo. Se disponía de instrumentos teóricos para pensar la miseria, la explotación económica, la formación de la riqueza, pero no se disponía de categorías para pensar el exceso de poder. Ésta ha sido, sin duda, una de las motivaciones del interés foucaultiano por la cuestión del poder.  

“Lo que me fastidia en la afirmación del deseo de las masas por el fascismo es que la afirmación cubre la falta de un análisis histórico preciso. Veo en ella el efecto de una complicidad general en el rechazo de descifrar lo que realmente fue el fascismo (rechazo que se traduce por la generalización: el fascismo está por todas partes y sobre todo en nuestras cabezas, o por la esquematización marxista). El no-análisis del fascismo es uno de los hechos políticos importantes de estos últimos treinta años. Lo que permite hacer de él un significante flotante, cuya función es esencialmente la denuncia: los procedimientos de todo poder son sospechados de ser fascistas así como también las masas son sospechadas de serlo en sus deseos. Bajo la afirmación del deseo de las masas por el fascismo hay un problema histórico para el que no se han todavía dado los medios de resolverlo”.
A pesar de su singularidad histórica, ni el estalinismo ni el fascismo son completamente originales; han utilizado y extendido mecanismos de poder ya existentes en las otras sociedades, han utilizado las ideas y los procedimientos de la racionalidad política occidental.


En El vocabulario de Michel Foucault, de Edgardo Castro.

jueves, 8 de marzo de 2018

Hipatia.

Va con cualquiera — decían, queriendo ensuciar su libertad.
No parece mujer— decían, queriendo elogiar su inteligencia.


Pero numerosos profesores, magistrados, filósofos y políticos acudían desde lejos a la Escuela de Alejandría, para escuchar su palabra. Hipatia estudiaba los enigmas que habían desafiado a Euclides y a Arquímedes, y hablaba contra la fe ciega, indigna del amor divino y del amor humano. Ella enseñaba a dudar y a preguntar. Y aconsejaba:

Defiende tu derecho a pensar. Pensar equivocándote es mejor que no pensar.

¿Qué hacía esa mujer hereje dictando cátedra en una ciudad de machos cristianos?

La llamaban bruja y hechicera, la amenazaban de muerte. Y un mediodía de marzo del año 415, el gentío se le echó encima. Y fue arrancada de su carruaje y desnudada y arrastrada por las calles y golpeada y acuchillada. Y en la plaza pública la hoguera se llevó lo que quedaba de ella.

Se investigará— dijo el prefecto de Alejandría.

En Espejos. Una historia casi universal, de Eduardo Galeano.

miércoles, 7 de marzo de 2018

How to disappear completely

That there
That's not me
I go
Where I please














I walk through walls
I float down the Liffey
I'm not here
This isn't happening
I'm not here
I'm not here

In a little while
I'll be gone
The moment's already passed
Yeah it's gone
And I'm not here
This isn't happening
I'm not here
I'm not…
                                              Radiohead.

martes, 6 de marzo de 2018

Conocimiento de la miseria.

Es posible que nada diferencie más a los hombres y a las épocas que el distinto grado de conocimiento que tienen de la miseria, miseria tanto del alma como del cuerpo. Respecto a esta última, los hombres actuales, pese a nuestras enfermedades y fragilidades, somos probablemente sin excepción ignorantes y descuidados porque nos falta una rica experiencia de nosotros mismos, en comparación con la época del miedo —la más larga de todas— en la que el individuo había de protegerse con sus propios medios contra la violencia, lo que lo obligaba a ser violento también. 


En épocas pasadas, el hombre asistía a una escuela plagada de torturas y de privaciones corporales y consideraba como un medio de supervivencia tener incluso una cierta crueldad consigo mismo, provocándose voluntariamente dolor; en esa época se enseñaba a los semejantes a soportar el dolor, se hacía sufrir voluntariamente y se presenciaban los más atroces sufrimientos de otros, sin otro sentimiento que el de la propia seguridad.

Pero en lo que respecta a la miseria del alma, examino actualmente a todo individuo para ver si la conoce por experiencia o por simple descripción; si considera necesario fingir ese conocimiento para dar la apariencia de una cultura erudita; o bien si no cree en el fondo de su alma en la realidad de los grandes dolores del espíritu y, cuando oye hablar de ellos, como cuando oye nombrar grandes pruebas físicas, no se le ocurre más que pensar en sus dolores de muelas o de estómago. De la falta general de experiencias en este doble aspecto y del hecho de que hay pocas posibilidades de ver sufrir, deriva una consecuencia importante: hoy se detesta el dolor mucho más de lo que lo hacían los hombres de otrora, sedo degrada más que nunca, la sola presencia del dolor como objeto de reflexión apenas se juzga tolerable y se considera con tanto rigor a la existencia en conjunto que hasta se hace de ella un caso de conciencia.


El surgimiento de filosofías pesimistas no es ni mucho menos el síntoma de grandes y espantosas desgracias, sino que el cuestionamiento del valor de toda vida se observa en épocas en que el refinamiento y las facilidades de la existencia inducen a pensar que las picaduras de mosquito que sufre inevitablemente el alma y el cuerpo resultan demasiado sangrientas y demasiado crueles; son épocas en las que la carencia de experiencias dolorosas reales hace que se dé crédito comúnmente a tormentos imaginarios como sufrimientos elevados. Pero hay un buen remedio contra las filosofías pesimistas, contra la hipersensibilidad, a la que considero la verdadera "miseria de hoy". Tal vez ese remedio suene demasiado cruel a los oídos y se lo incluya entre los indicios que sugieren actualmente que "la existencia es un mal". El remedio contra la "miseria" imaginaria no es otro que la miseria real.

En La gaya ciencia, de Friedrich Nietzsche.