El
nazismo y el fascismo no hubiesen sido posibles sin que una porción
relativamente importante de la población se hiciese cargo de las
funciones de represión, de control, de policía. En este sentido, el
concepto de dictadura aplicado a estos fenómenos es relativamente
falso.
El
enemigo mayor de El Anti Edipo de Gilles Deleuze y Felix Guattari es
el fascismo: “Y no solamente el fascismo histórico de Hitler o
Mussolini –que supo utilizar tan bien el deseo de las masas–,
sino también el fascismo que está en todos nosotros, que habita
nuestros espíritus y nuestras conductas cotidianas, el fascismo que
nos hace amar el poder, desear esta misma cosa que nos domina y nos
explota”.
El
siglo XX no disponía de un aparato conceptual apropiado para pensar
el fascismo y el estalinismo. Se disponía de instrumentos teóricos
para pensar la miseria, la explotación económica, la formación de
la riqueza, pero no se disponía de categorías para pensar el exceso
de poder. Ésta ha sido, sin duda, una de las motivaciones del
interés foucaultiano por la cuestión del poder.
“Lo que me
fastidia en la afirmación del deseo de las masas por el fascismo es
que la afirmación cubre la falta de un análisis histórico preciso.
Veo en ella el efecto de una complicidad general en el rechazo de
descifrar lo que realmente fue el fascismo (rechazo que se traduce
por la generalización: el fascismo está por todas partes y sobre
todo en nuestras cabezas, o por la esquematización marxista). El
no-análisis del fascismo es uno de los hechos políticos importantes
de estos últimos treinta años. Lo que permite hacer de él un
significante flotante, cuya función es esencialmente la denuncia:
los procedimientos de todo poder son sospechados de ser fascistas así
como también las masas son sospechadas de serlo en sus deseos. Bajo
la afirmación del deseo de las masas por el fascismo hay un problema
histórico para el que no se han todavía dado los medios de
resolverlo”.
A
pesar de su singularidad histórica, ni el estalinismo ni el fascismo
son completamente originales; han utilizado y extendido mecanismos de
poder ya existentes en las otras sociedades, han utilizado las ideas
y los procedimientos de la racionalidad política occidental.
En
El vocabulario de Michel Foucault, de Edgardo Castro.
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