En
La genealogía de la moral, Nietzsche sostiene que la
fundación y la preservación de instituciones como la Iglesia
cristiana y el Estado moderno coinciden en apuntar a la cría de un
tipo específico de animal social y civilizado que es intrínsecamente
confiable, predecible y consagrado al bien común. Asimismo
sostiene que este proceso de cría es inherentemente violento y está
dirigido en contra de la animalidad del ser humano, en particular
contra su olvido animal.
De acuerdo al discurso genealógico de
Nietzsche, la transformación del animal humano en un ser social y
civilizado se logró a través de la imposición de lo que denomina
la memoria de la voluntad sobre el olvido del animal. Esta memoria
tiene tanto valor para las instituciones mencionadas porque funciona
como un medio de dominio y control sobre la vida del individuo y la
comunidad. Es interesante notar que la memoria que subyace a la
práctica del perdón cristiano, tal y como la representa
críticamente Nietzsche,
tiene los mismos rasgos que la memoria de la voluntad. Esto sugiere
que el perdón cristiano es, al igual que esta memoria, un medio de
control y de manipulación.
Para contrarrestar a la memoria de la
voluntad es necesario reevaluar el rol que juega el olvido animal en
la constitución de formas de sociabilidad. Como se sostuvo
anteriormente, la promesa del individuo soberano constituye una
contra-fuerza frente a la memoria de la voluntad precisamente porque
es el resultado de la recuperación exitosa del olvido animal. De
modo similar, existe una relación directa entre la superación de la
venganza y la recuperación del olvido animal. Ilustran esta idea
tanto la distinción entre la moralidad del esclavo y la del noble,
como sus diferentes puntos de vista sobre el pasado.
Nietzsche
define a la moralidad del esclavo como una perspectiva moral sobre el
sufrimiento pasado que ignora las formas en que los animales humanos
necesitan del olvido y que por ello genera resentimiento y un deseo
de venganza sobre el pasado. Por el contrario, la moral del noble
representa lo que podría llamarse una perspectiva artística del
sufrimiento pasado, que se caracteriza por el poder del olvido. La
persona noble, tal y como la reconstruye Nietzsche genealógicamente,
"no puede tomar en serio por mucho tiempo a su enemigo, a sus
accidentes, incluso a sus propias fechorías". Esta
actitud
[e]s
el signo propio de naturalezas fuertes y plenas, en las cuales hay
una sobreabundancia de fuerza plástica, remodeladora, regeneradora,
fuerza que también hace olvidar (un buen ejemplo de esto en el mundo
moderno es Mirabeu, que no tenía memoria para los insultos ni para
las villanías que se cometían con él, y que no podía perdonar por
la única razón de que - olvidaba).
Los
que han recobrado el olvido del animal son aquellos que no se aferran
al pasado. Son aquellos que no sienten resentimiento por lo que ha
sido porque son lo suficientemente fuertes para formar y transformar
el sufrimiento pasado en vida futura. En Así habló Zaratustra,
Nietzsche establece una conexión similar entre el olvido y la
superación de la venganza afirmando: "Los grandes favores no
vuelven agradecidos a los hombres, sino vengativos; y si una pequeña
caridad no es olvidada acaba convirtiéndose en un gusano roedor".
La
incapacidad del esclavo para olvidar impide que su moral se
reconcilie con el pasado y su "Fue":
"Fue":
así se llama el rechinar de dientes y la más solitaria tribulación
de la voluntad [Trübsal].
Impotente [Ohnmachtig]
contra lo que está hecho, es la voluntad un malvado espectador para
todo lo pasado [...]. Esto sí, esto sólo es la venganza
misma: la aversión de la voluntad [Widerwille]
contra el tiempo y su "Fue".
El
perdón cristiano en sí logra lo opuesto de lo que promete: en lugar
de redimir el pasado y abrirlo a la posibilidad de un nuevo comienzo,
despierta sentimientos de resentimiento y odio hacia el pasado. Más
que liberar al pasado en el flujo del devenir e incrementarlo
llevándolo hacia el futuro, reafirma el "Fue" e impide que
se transforme en un "Así lo quise".
Una
transformación semejante requiere no sólo memoria sino también
olvido. El perdón redime el pasado, supera la venganza y genera un
nuevo comienzo sólo cuando está constituido por una forma de la
memoria que, en lugar de oponerse al olvido, puede olvidar
activamente. Nietzsche otorga gran importancia al olvido animal
porque éste alberga una fuerza capaz de subvertir a una perspectiva
moral sobre el pasado que lo considera necesario, estable y rígido.
El
olvido animal hace posible que el pasado sea percibido como
contingente, fluido y reversible. Transformar el "Fue" en
"Así lo quise" redime el pasado y convierte a las
contingencias pasadas en necesidades futuras: en lugar de hacer que
el pasado se imponga al futuro con necesidad, es el futuro quien
necesariamente se impone sobre el pasado.
Desde
el punto de vista de la libertad para recomenzar, la necesidad no
yace en el pasado, sino que se halla siempre y únicamente en el
futuro: "Todo 'Fue' es un fragmento, un enigma, un espantoso
azar - hasta que la voluntad creadora
[schaffende Wille] añada: '¡Pero yo lo quiero así! ¡Yo lo querré
así!'". Desde esta perspectiva, la forma en que es percibido
el presente afecta de manera crucial al propio significado del
pasado, y puesto que el futuro todavía está por venir, ni la
importancia ni el significado del pasado están todavía resueltos.
El relato que vincula el pasado con el presente, y al presente con el
futuro, siempre puede cambiar, y el pasado puede ser redimido
precisamente porque su significado y su dirección pueden alterarse.
En
La filosofía animal de Nietzsche, de Vanessa Lemm.
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