¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

martes, 12 de febrero de 2019

El poder redentor del olvido animal.

En La genealogía de la moral, Nietzsche sostiene que la fundación y la preservación de instituciones como la Iglesia cristiana y el Estado moderno coinciden en apuntar a la cría de un tipo específico de animal social y civilizado que es intrínsecamente confiable, predecible y consagrado al bien común. Asimismo sostiene que este proceso de cría es inherentemente violento y está dirigido en contra de la animalidad del ser humano, en particular contra su olvido animal. 

De acuerdo al discurso genealógico de Nietzsche, la transformación del animal humano en un ser social y civilizado se logró a través de la imposición de lo que denomina la memoria de la voluntad sobre el olvido del animal. Esta memoria tiene tanto valor para las instituciones mencionadas porque funciona como un medio de dominio y control sobre la vida del individuo y la comunidad. Es interesante notar que la memoria que subyace a la práctica del perdón cristiano, tal y como la representa críticamente Nietzsche, tiene los mismos rasgos que la memoria de la voluntad. Esto sugiere que el perdón cristiano es, al igual que esta memoria, un medio de control y de manipulación. 

Para contrarrestar a la memoria de la voluntad es necesario reevaluar el rol que juega el olvido animal en la constitución de formas de sociabilidad. Como se sostuvo anteriormente, la promesa del individuo soberano constituye una contra-fuerza frente a la memoria de la voluntad precisamente porque es el resultado de la recuperación exitosa del olvido animal. De modo similar, existe una relación directa entre la superación de la venganza y la recuperación del olvido animal. Ilustran esta idea tanto la distinción entre la moralidad del esclavo y la del noble, como sus diferentes puntos de vista sobre el pasado.


Nietzsche define a la moralidad del esclavo como una perspectiva moral sobre el sufrimiento pasado que ignora las formas en que los animales humanos necesitan del olvido y que por ello genera resentimiento y un deseo de venganza sobre el pasado. Por el contrario, la moral del noble representa lo que podría llamarse una perspectiva artística del sufrimiento pasado, que se caracteriza por el poder del olvido. La persona noble, tal y como la reconstruye Nietzsche genealógicamente, "no puede tomar en serio por mucho tiempo a su enemigo, a sus accidentes, incluso a sus propias fechorías". Esta actitud 
 
[e]s el signo propio de naturalezas fuertes y plenas, en las cuales hay una sobreabundancia de fuerza plástica, remodeladora, regeneradora, fuerza que también hace olvidar (un buen ejemplo de esto en el mundo moderno es Mirabeu, que no tenía memoria para los insultos ni para las villanías que se cometían con él, y que no podía perdonar por la única razón de que - olvidaba).

Los que han recobrado el olvido del animal son aquellos que no se aferran al pasado. Son aquellos que no sienten resentimiento por lo que ha sido porque son lo suficientemente fuertes para formar y transformar el sufrimiento pasado en vida futura. En Así habló Zaratustra, Nietzsche establece una conexión similar entre el olvido y la superación de la venganza afirmando: "Los grandes favores no vuelven agradecidos a los hombres, sino vengativos; y si una pequeña caridad no es olvidada acaba convirtiéndose en un gusano roedor".

La incapacidad del esclavo para olvidar impide que su moral se reconcilie con el pasado y su "Fue":
"Fue": así se llama el rechinar de dientes y la más solitaria tribulación de la voluntad [Trübsal]. Impotente [Ohnmachtig] contra lo que está hecho, es la voluntad un malvado espectador para todo lo pasado [...]. Esto sí, esto sólo es la venganza misma: la aversión de la voluntad [Widerwille] contra el tiempo y su "Fue".

El perdón cristiano en sí logra lo opuesto de lo que promete: en lugar de redimir el pasado y abrirlo a la posibilidad de un nuevo comienzo, despierta sentimientos de resentimiento y odio hacia el pasado. Más que liberar al pasado en el flujo del devenir e incrementarlo llevándolo hacia el futuro, reafirma el "Fue" e impide que se transforme en un "Así lo quise".

Una transformación semejante requiere no sólo memoria sino también olvido. El perdón redime el pasado, supera la venganza y genera un nuevo comienzo sólo cuando está constituido por una forma de la memoria que, en lugar de oponerse al olvido, puede olvidar activamente. Nietzsche otorga gran importancia al olvido animal porque éste alberga una fuerza capaz de subvertir a una perspectiva moral sobre el pasado que lo considera necesario, estable y rígido.

El olvido animal hace posible que el pasado sea percibido como contingente, fluido y reversible. Transformar el "Fue" en "Así lo quise" redime el pasado y convierte a las contingencias pasadas en necesidades futuras: en lugar de hacer que el pasado se imponga al futuro con necesidad, es el futuro quien necesariamente se impone sobre el pasado.

Desde el punto de vista de la libertad para recomenzar, la necesidad no yace en el pasado, sino que se halla siempre y únicamente en el futuro: "Todo 'Fue' es un fragmento, un enigma, un espantoso azar - hasta que la voluntad creadora [schaffende Wille] añada: '¡Pero yo lo quiero así! ¡Yo lo querré así!'". Desde esta perspectiva, la forma en que es percibido el presente afecta de manera crucial al propio significado del pasado, y puesto que el futuro todavía está por venir, ni la importancia ni el significado del pasado están todavía resueltos. El relato que vincula el pasado con el presente, y al presente con el futuro, siempre puede cambiar, y el pasado puede ser redimido precisamente porque su significado y su dirección pueden alterarse.
En La filosofía animal de Nietzsche, de Vanessa Lemm.

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