El
secreto tiene una relación privilegiada, pero muy variable, con la
percepción y lo imperceptible. El secreto concierne en primer lugar
a ciertos contenidos. El contenido es demasiado grande para su
forma... o bien los contenidos tienen en sí mismos una forma, pero
esta forma es ocultada, sustituida o reemplazada por un simple
continente, envoltorio o caja, cuyo papel es el de suprimir en ella
las relaciones formales. Son contenidos que se juzga oportuno aislar
de ese modo, o disfrazar, por distintas razones.
Ahora
bien, hacer una lista de esas razones (lo vergonzoso, el tesoro, lo
divino, etc.) tiene poco interés, en tanto que se opone al secreto y
su descubrimiento, como en una máquina binaria en la que sólo
habría dos términos, secreto y divulgación, secreto y profanación.
Pues, por un lado, el secreto como contenido se supera hacia una
percepción del secreto, que es tan secreta como él. Poco importan
los fines, si esta percepción tiene como finalidad una denuncia, una
divulgación final, una revelación. Desde el punto de vista de la
anécdota, la percepción del secreto es justo lo contrario del
secreto, pero, desde el punto de vista del concepto, forma parte de
él.
Lo importante es que la percepción del secreto sólo puede ser
a su vez secreta: el espía, el mirón, el chantajista, el autor de
cartas anónimas son tan secretos como lo que tienen que descubrir,
cualquiera que sea su finalidad ulterior. Siempre habrá una mujer,
un niño, un pájaro para percibir secretamente el secreto. Siempre
habrá una percepción más fina que la vuestra, una percepción de
vuestro imperceptible, de lo que hay en vuestra caja. Se prevé
incluso un secreto profesional para aquellos que están en situación
de percibir el secreto. Y el que protege el secreto no está
forzosamente al corriente, sino que también él remite a una
percepción, puesto que debe percibir y detectar a los que quieren
descubrir el secreto (contraespionaje).
Hay,
pues, una primera dirección, en la que el secreto tiende hacia una
percepción no menos secreta, una percepción que a su vez quisiera
ser imperceptible. Alrededor de este primer punto pueden girar todo
tipo de figuras muy diferentes. Y luego, hay un segundo punto, que
también es inseparable del secreto como contenido: la manera de
imponerse y de propagarse. También aquí cualesquiera que sean las
finalidades o los resultados, el secreto tiene una forma de
propagarse, que a su vez forma parte del secreto. El secreto como
secreción. Es necesario que el secreto se inserte, se insinúe, se
introduzca entre las formas públicas, haga presión sobre ellas y
haga actuar a sujetos conocidos (influencia del tipo lobby, incluso
si éste no es en sí mismo una sociedad secreta).
En
resumen, el secreto, definido como contenido que ha ocultado su forma
en beneficio de un simple continente, es inseparable de dos
movimientos que accidentalmente pueden interrumpir su curso o
traicionarlo, pero que esencialmente forman parte de él: algo debe
rezumar de la caja, algo que será percibido a través de la caja, o
en la caja entreabierta.
En
Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, de Gilles Deleuze y
Félix Guattari.
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