(…)
Este caso representa un ejemplo típico de represión de los deseos
reales de un individuo y la adopción, por parte de éste, de las
expectaciones de los demás, transformadas hasta tomar la apariencia
de sus propios deseos. Podríamos decir que el deseo original se ve
reemplazado por un seudodeseo.
Esta
sustitución de seudoactos en el lugar de los pensamientos,
sentimientos y voliciones originales, conduce, finalmente, a
reemplazar el yo original por un seudoyo. El primero es el yo que
origina las actividades mentales. El seudoyo, en cambio, es tan sólo
un agente que, en realidad, representa la función que se espera deba
cumplir la persona, pero que se comporta como si fuera el verdadero
yo. Es cierto que un mismo individuo puede representar diversos
papeles y hallarse convencido subjetivamente de que él es él en
cada uno de ellos. Pero en todos estos papeles no es más que lo que
el individuo cree se espera (por parte de los otros) que él deba
ser; de este modo en muchas personas, si no en la mayoría, el yo
original queda completamente ahogado por el seudoyo.
A
veces en los sueños, en las fantasías, o cuando el individuo se
halla en estado de ebriedad, puede aflorar algo del yo original,
sentimientos y pensamientos que no se habían experimentado en muchos
años. A veces se trata de malos pensamientos o de emociones que
fueron reprimidas porque el individuo experimentó miedo o vergüenza.
Otras, sin embargo, se trata de lo mejor de su personalidad, cuya
represión fue debida al miedo de exhibir sus sentimientos
susceptibles de ser atacados o ridiculizados por los demás.
La
pérdida del yo y su sustitución por un seudoyo arroja al individuo
a un intenso estado de inseguridad. Se siente obsesionado por las
dudas, puesto que, siendo esencialmente un reflejo de lo que los
otros esperan de él, ha perdido, en cierta medida, su identidad.
Para superar el terror resultante de esa pérdida se ve obligado a la
conformidad más estricta, a buscar su identidad en el reconocimiento
y la incesante aprobación por parte de los demás. Puesto que él no
sabe quién es, por lo menos los demás individuos lo sabrán...
siempre que él obre de acuerdo con las expetaciones de la gente; y
si los demás lo saben, él también lo sabrá... tan sólo con que
acepte el juicio de aquéllos.
La
automatización del individuo en la sociedad moderna ha aumentado el
desamparo y la inseguridad del individuo medio. Así, éste se halla
dispuesto a someterse a aquellas nuevas autoridades capaces de
ofrecerle seguridad y aliviarlo de la duda.
En
El miedo a la libertad, de Erich Fromm.
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