Paola
Rudan entrevista a Judith Butler.
La
semana pasada promoviste en Bolonia una conferencia internacional
sobre el papel crítico de las universidades. Éstas, en este
momento, se oponen activamente a las políticas de deportación
aplicadas por Trump, al declararse santuarios para los migrantes sin
papeles. ¿Piensas que este tipo de iniciativa se enmarca en el papel
crítico de las universidades? ¿Cómo se verán afectadas por la
reorganización del Estado planeada por Trump y Bannon y por la
actuación cada vez más arbitraria de la policía?
Es
muy importante que las universidades se declaren "santuarios".
Al hacerlo, declarando que las universidades no aplicarán las
políticas de deportación, envían un fuerte mensaje al gobierno
federal. El programa de Trump no está aún vigente, pero los
funcionarios de inmigración y los encargados de ejecutar las
deportaciones pueden actuar autónomamente de manera más agresiva,
ya que no existe una política federal clara. El Presidente dice una
cosa, los tribunales van en otra dirección, así que los
funcionarios deciden discrecionalmente si se presentan en las
escuelas o en los hogares buscando personas sin papeles.
Las
universidades, sin embargo, tienen la capacidad de decidir si
entregan a esos funcionarios los nombres de las personas sin papeles
o si se resisten a sus exigencias. Tienen el poder de bloquear la
ejecución de los planes de deportación y esto significa que podemos
llegar a ser parte de una red más amplia de resistencia a la
aplicación de las políticas federales.
A
la luz de este tipo de resistencia, algunas personas ven en la
elección de Trump una oportunidad para los movimientos sociales.
¿Compartes ese punto de vista?
Hay
dos maneras de entenderlo. Algunos creen en una concepción
dialéctica de la historia para la que el crecimiento de un
movimiento de resistencia requiere que haya un líder fascista, así
que deberíamos alegrarnos si se da esa circunstancia. Pero yo nunca
me alegraré de que haya un líder fascista o neofascista o
autoritario..., aún estamos investigando cómo describir al poder de
Trump. Así que espero que los movimientos sociales no necesiten
pasar por esto para reactivarse.
Pero
hay una segunda visión, que me resulta más aceptable, según la
cual el triunfo de la derecha en EEUU ha hecho imperativo que la
izquierda se una en torno a una plataforma y una dirección muy
sólidas. No está claro si esto podría suceder a través del
Partido Demócrata o si pasará por un movimiento de
izquierda -no necesariamente por una política partidista- que sepa
lo que está haciendo y que, sobre esa base, pueda decidir si apoya a
un partido o si propone sus propias reivindicaciones a un partido.
Pero no está claro que haya que comenzar a partir de un partido
político. A veces es positivo que los movimientos sociales se
conviertan en partido político, no es algo a lo que haya que
oponerse siempre, pero no debemos acomodarnos a una distinción o
situación hoy existente, en la que sólo contarían los demócratas
y los republicanos y todo lo demás sería una minoría radical
impotente. Ahora es el momento de que los movimientos sociales se
coaliguen para construir un movimiento fuerte, con ideas muy claras
sobre la igualdad, la economía, la libertad, la justicia, y para
esto hay que tener ideales y plataformas distintas a las de la
política partidista. Sólo de esa manera un movimiento social podrá
alcanzar capacidad negociadora.
De
cara a la estructuración de la oposición a Trump en esos términos,
¿qué indicaciones nos puede ofrecer la campaña electoral y la
apertura de Sanders hacia los movimientos sociales, aunque a menudo
haya sido contradictoria e incapaz de recoger sus preocupaciones?
La
campaña presidencial de Sanders ha sido muy interesante, ya que ha
reunido a mucha gente y ha sido mucho más popular que lo que Clinton
esperaba, ganando las primarias en estados en los que se pronosticaba
la victoria de Hillary. Pero también fue frustrante, ya que no
estaba claro que Sanders supiese hablar con los
afroamericanos,parecía que pensaba que la opresión de clase fuese
la principal y las de raza o género fuesen secundarias, una
perspectiva que ya combatimos en los años 70 y 80. Por un lado se ha
visto una izquierda capaz de atraer, y esto era interesante, pero tal
vez no era suficiente. Quizá sea necesario distinguir entre Sanders
y el "efecto Sanders" que está afectando a muchos más
grupos y permitiendo que piensen que pueden tener algo de poder.
Sanders se ha definido como socialista, aunque en una versión muy
tenue, pero aún no existe un partido socialista aunque algunos estén
apelando a él para salir del Partido Demócrata y constituir otro
partido. Veremos si esto puede ocurrir en Estados Unidos, sería algo
digno de atención.
Los
migrantes han sido protagonistas en los últimos años de importantes
movimientos sociales y siguen implicados en la organización de la
oposición al racismo institucional de Trump. En tu obra has
insistido mucho en su posición, haciendo hincapié en el modo en que
han ejercido performativamente un "derecho a tener derechos"
(nt1). Sin embargo, podemos considerar a los migrantes no sólo como
una figura de la exclusión de "nosotros, el pueblo", sino
también como perspectiva que permite comprender las transformaciones
contemporáneas de la ciudadanía y del trabajo en su conjunto. ¿Cómo
manejas estas transformaciones en tu teoría de la precariedad?
Tal
vez no tenga una teoría de la precariedad, te puedo decir lo que
estoy haciendo ahora, porque escribí Vida precaria. El
poder del duelo y la violencia (Paidós 2006) después del 11 de
septiembre de 2001 para responder a aquellas circunstancias
históricas, pero en otros libros abordo otras circunstancias que tal
vez puedan adaptarse a algunas personas y a otras no. Para bien o
para mal, mi pensamiento está vivo y puede cambiar, no tengo una
teoría única que se adapte a todas las circunstancias, puedo
modificar mi teoría, diría yo. Lo que puedo decir es que vivo en
California y que allí la agricultura se basa fundamentalmente en la
mano de obra migrante; si Trump fuese capaz de deportar a los
migrantes mexicanos sin papeles, de construir muros y de bloquear la
afluencia de nuevos mexicanos, se verían en serias dificultades los
principales intereses económicos que le han apoyado. De hecho, no
hay duda de que la economía de California funciona con inmigrantes
sin papeles, como, si retrocedemos en la historia, los ferrocarriles
fueron construidos por los inmigrantes chinos. Muchos de nosotros
hemos sido migrantes, mi abuela ni siquiera hablaba inglés
correctamente, llegamos, fuimos a la escuela, nos olvidamos de que
éramos migrantes y pensamos que los migrantes son siempre los otros.
¿Pero quién no es migrante? Este olvido es parte de la formación
del sujeto americano y se ha vuelto muy peligroso una vez que hemos
decidido que los migrantes son algo externo a lo que nosotros somos.
Ellos son parte de lo que somos, nos basamos en su trabajo, somos su
trabajo.
Contra
esa condición, los migrantes -no sólo en Estados Unidos- han hecho
huelgas, y el 8 de marzo de este año hubo una huelga transnacional
de mujeres. En tu último libro, Cuerpos
aliados y lucha política. Hacia una teoría performativa de la
asamblea (Paidós, 2017) incluyes la huelga entre los modos
en los que es posible "asamblearse". La huelga no es sólo
una manera de converger, sino que también establece una línea de
oposición en la sociedad, una línea a lo largo de la cual se
practica la interrupción de una relación social de poder. ¿Tu
reflexión sobre las asambleas articula la necesidad o la posibilidad
de este tipo de línea de conflicto como una condición misma de la
asamblea?
A
menudo, cuando los sindicatos quieren reunirse para hablar sobre las
condiciones laborales, intentan dispersarlos o negarles su derecho a
realizar asambleas. Al menos en la legislación de Estados Unidos, y
en cierta medida en el derecho internacional, este derecho nace de
las asambleas sindicales para hablar sobre condiciones laborales o
para decidir si se hace una huelga. Allá donde hay huelga, hay
también maneras de reunirse en asamblea. Pero en la era de Internet
podemos comunicarnos en red y decidir una huelga sin reunirnos
presencialmente. Entonces, la verdadera pregunta que se nos plantea
es de qué manera el modo tradicional de funcionamiento de la
asamblea, reuniéndose los cuerpos en un mismo espacio, se relaciona
con el networking o red de contactos digital, o con una modalidad
política del ponerse en red que pueda seguir siendo una base para la
huelga. No quiero decir que en la vida contemporánea las conexiones
digitales sean imprescindibles para la asamblea o que ni siquiera
sepamos reunirnos en asamblea si no enviamos un mensaje
comunicándolo. Sin embargo, la asamblea puede dar voz a ciertas
reivindicaciones que deben comunicarse a través de la web.
Por
lo general, las huelgas, sobre todo las internacionales, muy
interesantes, son principalmente formas de conexión en red para la
resistencia. Es una forma entre otras formas posibles de asociación
y alianza entre grupos, una forma vinculada a la asamblea aunque no
sean exactamente lo mismo. No hay una única esfera pública para
todos, ni siquiera Internet es la misma esfera pública para todos,
no todo el mundo lo tiene y no todos se comunican por esa vía, no
hay una única esfera pública global ni una plaza mundial. En cierto
modo, los medios de comunicación ayudan a que suceda, cuando sucede.
El año pasado hicieron una huelga de hambre aquellos a los que se
les niega totalmente reunirse en asamblea, como los prisioneros
palestinos y otros presos en Estados Unidos y otras partes del mundo.
Muchas personas que se oponían al aislamiento carcelario iniciaron
la huelga de hambre exactamente en el mismo momento. Se comunicaban a
través de las redes de apoyo a los presos, han creado una red
internacional sin necesidad de hacer una asamblea, se declararon en
huelga simultáneamente para atraer la atención de los medios sobre
el hecho de que el aislamiento es una práctica inhumana a la que
todos los huelguistas se estaban oponiendo juntos. Precisamente, lo
que se necesita para situar algo en el centro de la atención
política son alianzas en red de este tipo. También la huelga de
mujeres es muy interesante porque no tiene un único centro y porque
tuvo lugar en todo el mundo según diversas modalidades y en
diferentes lugares.
De
hecho, la huelga del 8 de marzo fue lanzada por las mujeres
argentinas de Ni una Menos, con un llamamiento internacional que ha
tenido una resonancia increíble en todo el mundo. No fue una huelga
tradicional, como herramienta sindical de negociación, sino una
forma de rechazar una multiforme condición de violencia y opresión.
La
huelga de hambre y la de las mujeres no son huelgas tradicionales, de
tipo sindical, y es importante que se hayan producido. Lo que me
parece más interesante son las redes de contacto que las hicieron
posibles y permitieron que esas huelgas ocurrieran, ya que estas
redes pueden componer movimientos de solidaridad global. Sin embargo,
si se reducen a una huelga de cierto número de horas durante un solo
día, eso no es suficiente, ya que es una acción simbólica. Pero
incluso una acción simbólica puede ayudarnos a distinguir cuáles
son estas redes, qué personas las forman en Argentina, qué relación
tienen con Turquía, con Bolonia o con Sudáfrica. Se trata de
aprovechar la oportunidad de la huelga simbólica para consolidar
redes internacionales que puedan después producir un sentido más
fuerte de la izquierda feminista transnacional o de la oposición
transnacional a las condiciones inhumanas en las cárceles.
Pero
tal vez haya diferencias entre la huelga de hambre en las prisiones y
la huelga de las mujeres o los migrantes. En la cárcel, la huelga se
convierte en una manera de conquistar en primer lugar lo que llamamos
un 'derecho de presencia' para poner sobre la mesa reivindicaciones
que de otro modo serían ignoradas. Las huelgas de mujeres y de
migrantes han establecido una línea de conflicto, en el caso del 8
de marzo mostrando que la violencia patriarcal es la base de la
reproducción de las relaciones sociales de poder a escala global.
Desde este punto de vista es interesante que la huelga se haya
propuesto desde Argentina, donde la violencia contra las mujeres se
está convirtiendo en un arma sistemática del gobierno neoliberal.
También
una huelga de hambre en la cárcel establece una línea de oposición,
ya que allí no te comunicas, no te reúnes en asamblea, no planteas
reivindicaciones, sobre todo si estás en régimen de aislamiento. La
voz de los presos no se escucha, necesitan que otros puedan articular
su posición, que hablen por ellos, y a través de esa red han
encontrado una forma de articular una reivindicación que de otra
manera no estarían en condiciones de plantear y que se refiere a la
violencia estructural carcelaria, lo que es también un choque
frontal con esa violencia estructural. Al observar cómo funcionan
las prisiones en Brasil o Argentina se hace evidente la relación
entre las prisiones y la violencia de la policía o el feminicidio;
podemos encontrar la violencia estructural que establece esa
conexión. Angela Davis trabaja sobre las cárceles en Estados Unidos
y Brasil, y afirma que la violencia de las prisiones se manifiesta a
través de un racismo que golpea a los pobres y a las mujeres de
manera estructural, una violencia del Estado que articula
desigualdades sociales fundamentales. Por otra parte, tenemos que
considerar que los medios de comunicación tienen sus ciclos. Cuanto
más nos apoyamos en los medios de comunicación para crear
conexiones transnacionales, tanto más tenemos que prestar atención
a la forma en que el ciclo de estos medios hace emerger una noticia
que unos instantes después se desvanecerá. En un momento dado
estamos en huelga, ¿quién se acordará de ello después? ¿Qué
sucede luego? ¿Cómo traducir esto en prácticas o en nuevas redes,
en nuevas posibilidades para los movimientos? La manera en que los
medios de comunicación gestionan la información sobre una huelga
puede darle vida en un momento para después desvanecerla. Para
sostener nuestras conexiones políticas hay que encontrar la manera
de trabajar contra esta temporalidad de los medios de comunicación.
Sin
embargo, el problema reside en la capacidad de acumular el poder
suficiente para forzar a los medios de comunicación a contar lo que
sucede. La huelga es precisamente una manera de demostrar un poder,
principalmente el poder de no ser víctimas, de rechazar una
condición de opresión.
Estoy
de acuerdo. Decir, como hacen los medios de comunicación a menudo,
que las mujeres no se movilizan o que ahora somos post-feministas
para mí no es más que un chiste. Nunca seré post-feminista. Es
grandioso vivir un momento global en el que las mujeres emergen en
marcha, como ocurrió en Washington y en todo el mundo el 21 de
enero, pero esto tiene que seguir ocurriendo y necesitamos huelgas y
manifestaciones que tengan su infraestructura, su red, sus modos de
desarrollar objetivos, estrategias y formas de resistencia. Tenemos
que construir esas conexiones.
La
marcha del 21 de enero y la huelga del 8 de marzo han tenido a las
mujeres como protagonistas pero han involucrado a otros muchos
sujetos. En ambas ocasiones las mujeres han planteado cuestiones
generales, por ejemplo el rechazo a las políticas neoliberales que
desmantelan el estado de bienestar e imponen a las mujeres que se
hagan cargo del trabajo reproductivo y de los servicios que han
dejado de proporcionarse desde lo público. En este sentido, ¿piensas
que las mujeres, en virtud de su situación material y simbólica,
pueden tener también una posición específica en la lucha contra
las relaciones de poder neoliberales a escala global?
Las
mujeres deben asumir una posición política específica dado de que
son las principales responsables del cuidado de niños o ancianos, y
cuando los servicios del Estado y los servicios públicos son
destruidos por el neoliberalismo o por el derrumbe de otras
infraestructuras esto representa para ellas una carga adicional que
también tiene efectos sobre el trabajo productivo. No obstante,
también quiero decir que es extremadamente importante incluir entre
las mujeres a las mujeres trans; debemos tener una visión más
amplia de lo que significa ser una mujer, una visión que incluya a
las mujeres que no toman parte en la reproducción o en el trabajo
doméstico, que no se han casado por elección o por otras razones,
que tienen otras alianzas sexuales y no tienen hijos. Actualmente,
las mujeres viven formas sociales muy diversas, que incluyen y deben
incluir también a las mujeres trans. Una de mis objeciones a la idea
de que las mujeres están completamente identificadas con la esfera
reproductiva es que es restrictiva. Si, en el intento de dar
especificidad y visibilidad a las condiciones materiales de las
mujeres, establecemos una comprensión simbólica específica de lo
que es una mujer, todas las mujeres se ven afectadas por ella y se
convierte en un límite.
Estoy
totalmente de acuerdo, y me parece que lo importante radica
precisamente en la posibilidad de rechazar esa manera de ser
identificadas como mujeres. Se trata de rechazar la división sexual
del trabajo que constriñe a las mujeres a ocupar determinados roles;
ese rechazo se vuelve hoy políticamente relevante. Pero, al mismo
tiempo, ¿la idea de incluir a las personas trans en la categoría
mujeres no podría limitar la posibilidad de ese rechazo,
precisamente porque presupone una definición identitaria de qué es
ser "mujer"?
No
creo. Ya está sucediendo. Hay personas que viven como mujeres sin
ser reconocidas como tales. Y hay personas reconocidas como mujeres
que no se piensan en absoluto como mujeres. Tenemos que aceptar que a
menudo la percepción social no corresponde a la experiencia vivida
por las personas. No es sólo una cuestión de identidad, ya que
afecta al modo en que se les trata en casa, en la escuela, en los
lugares de culto, en el trabajo, en su relación con el ejército, en
el acceso a los cuartos de baño...; hay un montón de cuestiones
prácticas que dependen de la designación de género, lo que también
puede tener implicaciones concretas sobre lo vivible o invivible de
la vida. Si se me interpela como mujer de una manera determinada,
esperando que yo viva de un cierto modo, en ciertas circunstancias
sociales, quizá no podría vivir en esa sociedad, debería irme. Hay
implicaciones prácticas y materiales que derivan de este tipo de
designación y creo que si nos limitamos a hablar de cuestiones de
identidad -cómo te defines, cuál es tu nombre, si se trata de una
elección individual y de autonombrarse- se pierde de vista el hecho
de que a menudo es una cuestión de vida o muerte.
Lo
entiendo, pero me gustaría insistir. Por un lado sostienes, y estoy
de acuerdo, que es necesario rechazar la identificación de las
mujeres con sus funciones reproductivas, con los roles de madre,
esposa y aquellos 'naturalmente' vinculados a los cuidados. En este
sentido, no se trata simplemente de una opción individual, sino de
oponerse a la imposición de un rol, de una posición social, a la
reproducción de una relación de poder que presupone ese rol y esa
posición. Por otra parte, sostienes que otras subjetividades de
género deberían ser considerada como mujeres, ya que afecta
materialmente a su posibilidad de vivir. Es indiscutible que es
necesario ampliar el reconocimiento de los derechos civiles y
sociales, ¿pero no hay una cierta contradicción entre ambas
afirmaciones, en la medida que la primera implica el rechazo de una
definición que implica la imposición de un rol, mientras que la
segunda la presupone?
Esto
me permite aclarar lo que quiero decir. Hay muchas mujeres que
quieren ser y son madres y para las que eso significa mucho, y no
deberíamos rechazarlo, es grandioso que sean madres si sacan mucho
placer de serlo y de vivir como quieren vivir, y hay mujeres que
quieren casarse y casarse con hombres. Si es lo que quieren y les
satisface, de acuerdo, no hay que rechazarlo. Pero dar una definición
de mujer que valga para todas es un error, ya que limita las
posibilidades dentro del espectro de lo que significa ser mujer. Hay
otras que no quieren ser madres, pero, no obstante, se piensan
totalmente como mujeres, mujeres que tienen relaciones de convivencia
sin casarse y sin pretender hacerlo, y esa es otra banda de
posibilidad dentro del espectro de lo que llamamos ser mujer. Y hay
mujeres trans que son mujeres de muchas maneras, sienten intensamente
que eso es exactamente lo que son social y psicológicamente, y
quieren vivir en esa categoría pero no tienen espacio para hacerlo.
No creo que todas las
mujeres
heterosexuales tengan que rechazar tener hijos o casarse, no diré
nunca eso, pero hay mujeres lesbianas que quieren casarse, y está
bien, y hay trans que quieren tener hijos y casarse, y está bien, y
si no quieren casarse ni tener hijos podrían querer implicarse en el
cuidado de hijos con otras personas, no hay que establecer una sola
opción y hacer una regla para todas, sería una forma de violencia
simbólica.
Sin
duda, lo sería. Pero no hay que perder de vista una crítica de la
familia como lugar donde se organizan relaciones de opresión y
dominación. Desde el punto de vista de la libertad individual es
necesario mantener la apertura que acabas de describir. Pero
instituciones como el matrimonio y hasta la elección, ciertamente
personal, de la maternidad también deben pensarse en relación con
su significado social, con los roles prescritos a las mujeres; en
este sentido han sido objeto de la crítica feminista. Esto es lo que
quería decir antes: las mujeres, precisamente porque se supone que
ocupan ciertas posiciones, en cierto modo tienen la posibilidad de
criticar esas instituciones en cuanto reproductoras de las relaciones
sociales de poder.
Lo
entiendo, pero creo que las instituciones tienen una historia, no son
las mismas en todas las culturas y todos los contextos históricos.
Por ejemplo, si el feminismo quiere ser global es extremadamente
importante que comprenda que no todas las mujeres se mueven en un
entorno de libertad individual como en Europa, hay diferentes
relaciones de vinculación familiar y de constitución de parentela
que amplían la familia, y ésta no sólo tiene la forma de la
familia nuclear. Si pensamos en la parentela y la familia nucleares
como una forma de parentesco entre otras, habiendo relaciones de
sustento diferentes a la familia nuclear, partir de un modelo
occidental es una injusta imposición cultural. No me interesa la
cuestión de la elección personal e individual, me interesa más qué
es lo invivible, un marco diferente, porque para algunas personas no
sería vivible la estructura familiar o de parentela ampliada,
mientras que para otras es la única manera de sobrevivir y florecer,
y otras personas viven formas de fuerte ambivalencia en la estructura
familiar, como los hombres que cuidan la casa o a los niños, o
tienen relaciones que no dependen de la división sexual del trabajo.
Hay algunas personas que están reestructurando activamente estas
relaciones y que están teniendo éxito en cierta medida; las
familias lesbianas y gays no son familias tradicionales, hay familias
felices con madres de un primer o segundo matrimonio y padres gays.
Las relaciones de amistad pueden originar estructuras de parentela
bastante elaboradas. No creo que podamos retornar a Engels para ver a
la familia como una estructura opresora que siempre permanecerá tal,
el análisis estructuralista no nos permite una concepción histórica
de la familia, creo que para esto necesitamos un análisis que nos
permita comprender cómo funciona esta institución.
Estoy
de acuerdo en que no podemos prescindir de las condiciones históricas
en la que se articula la crítica de la familia. Pero también parece
bastante claro que en las condiciones actuales, en Europa y no sólo
en Europa, el neoliberalismo está resituando en lugar central una
concepción tradicional de la familia, y prescribiendo frecuentemente
a las mujeres un lugar específico, porque se trata de una estructura
fundamental de reproducción de la sociedad, especialmente en un
contexto en el que el fin de toda política social impone una
individualización absoluta de la responsabilidad por la propia vida,
como has descrito en tu reflexión. Creo que esto hace necesaria una
crítica feminista de la familia, no sólo la idea de que debería
ampliarse a figuras que no entran en su modelo.
Entiendo
lo que dices y podríamos complicar aún más esta situación porque
tenemos un feminismo neoliberal, tenemos a Hillary Clinton, se ha
hecho a sí misma, es una autoemprendedora, quiere que las mujeres
progresen en los negocios, que se hagan pequeñas empresarias. ¿Se
ha preocupado por la financiación del cuidado de los niños y de que
no sea recortada y sometida a las políticas de austeridad? ¡Debería!
Pero los recortes en el estado de bienestar y la liquidación de todo
lo que quedaba de socialdemocracia en Estados Unidos empezaron con
Clinton. Muchas mujeres no votaron por ella, muchas mujeres negras no
se sentían representadas por ella, muchas mujeres blancas pobres no
se se sienten representadas por ella, su feminismo se centra por
completo en el autoprogreso, y ese es el objetivo neoliberal.
Esto
ha sido muy discutido en el ámbito académico de Estados Unidos,
cuando Nancy Fraser sostuvo que el feminismo se ha convertido en
siervo del neoliberalismo y que esto ocurrió cuando en los años 80
las políticas identitarias relegaron a las políticas de
redistribución de la riqueza.
Creo
que deberíamos distinguir. Por un lado, está el feminismo que se ha
convertido en una política oficial de Estado, aunque en ciertos
aspectos ya no lo es, ya no hay feminismo en las instituciones y
menos aún mujeres, ha sido una durísima reacción. Sin embargo,
muchos aspectos del feminismo socialista, del movimiento de mujeres
contra la violencia o de los movimientos contra una pobreza que
afecta desproporcionadamente a las mujeres no han sido escuchados por
el feminismo oficial. Es una pena ver cómo el feminismo ha sido
integrado, quizá para alegría de las feministas liberales, que son
principalmente o exclusivamente blancas, pero la crítica del
liberalismo o neoliberalismo no está agotada.
Esto
nos lleva a la capacidad del movimiento para consolidarse. En tus
notas
sobre
las asambleas has insistido mucho en que éstas son temporales,
contingentes, y haces hincapié en que esto no es necesariamente una
limitación, ya que las asambleas pueden tener lugar en cualquier
momento. ¿Cómo se concilia esta idea de la contingencia o
transitoriedad con el problema de la continuidad y la organización
de las asambleas? Si la contingencia es el modo de ser de las
asambleas, ¿no se corre el riesgo de que sólo pueda darles
continuidad su representación en las instituciones?
Además
de resaltar la naturaleza temporal de las asambleas también he
subrayado que las asambleas pueden articular un cierto tipo de
crítica. Por ejemplo, la huelga de mujeres del 8 de marzo también
ha articulado principios, por lo que ahora la pregunta es cómo esos
principios se traducen en prácticas, organización y movimiento. Los
grandes momentos públicos cobran importancia cuando los principios
que anuncian son recogidos por otros tipos de movimientos tal vez no
tan espectaculares y públicos. Pero hay otra cosa que quiero
destacar: una asamblea que dura mucho tiempo se convierte en un
campamento, o tal vez en una ocupación, que dura más tiempo o se
agranda y puede convertirse en un movimiento social o incluso en una
lucha revolucionaria. Dependiendo de la frecuencia con que se
producen, de la dimensión que alcancen, de su duración, se puede
rastrear el modo en el que aquello que comienza como pequeño grupo
de personas que se reúnen puede convertirse en el tiempo y en el
espacio en un movimiento social más amplio y sostenido. Esto me
interesa y me lleva a pensar en la huelga general, no una huelga de
un día, no "hoy no trabajamos", sino "no vamos a
trabajar mientras no cambien las condiciones", no sólo ese día,
sino todos los días mientras que se mantengan esas condiciones. La
huelga general es el rechazo a un régimen, a una completa
organización del mundo, a la política, a un régimen de apartheid,
a un régimen colonial, ya hemos visto a regímenes así derribados
por movimientos de masas. Sé que la gente dice que los movimientos
no pueden hacer nada, sin embargo lo hacen, es un error subestimar el
poder de los movimientos de masas, pero se necesita tiempo para
acumular fuerzas, y la gente debe tener algo más que un par de
consignas para seguir hacia adelante, deben saber que hay principios
y un análisis para que se consideren parte de lo que está pasando y
deben saber que lo que ocurre en una parte del mundo está conectado
a lo que sucede en otro lugar. Si pensamos en las poblaciones
precarizadas por las políticas económicas neoliberales, o por
gobiernos autoritarios, o por la destrucción de los bienes públicos,
de los subsidios, de la educación, de la salud, nos sentimos muy
aisladas hasta que nos damos cuenta de que hay otros que también
están haciendo la experiencia de la aceleración e intensificación
de la pobreza, o del desamparo, o de la pérdida del empleo. Debe
quedar claro que esto sucede a escala transnacional y debe ser
explicado en términos comprensibles, para que la gente pueda
entender, para que pueda reconocer la injusticia de su sufrimiento.
Existe el peligro de que la gente piense que su situación es sólo
un problema local, cuando en realidad tiene dimensión transnacional.
Volviendo a la lucha contra el feminicidio, diré que es una gran
inspiración para mí, porque aunque hay terribles y desoladoras
estadísticas sobre el número de mujeres y el número de trans
asesinadas en Honduras, que quizá tenga los peores datos, o en
Brasil o en Argentina, resulta impresionante el esfuerzo por
construir redes entre las mujeres y toda la gente que se opone al
feminicidio. Me di cuenta de lo difícil que debía ser leer esas
estadísticas, reunirse y hacer un análisis que la gente pueda
aceptar, y de lo importante que para el movimiento ha sido su alcance
-ante todo interamericano- y que los tribunales hayan declarado que
el feminicidio es un crimen. El problema es que la policía en esos
Estados no tiene ninguna intención de enfrentarse a ese crimen ni de
reconocer su importancia, y a menudo detienen a las mujeres que
denuncian, es un terrorismo de Estado contra quienes hablan
públicamente de este tema, porque la estructura del patriarcado
local y las alianzas patriarcales entre la policía y el Estado son
muy fuertes. La forma en que las redes de mujeres están moviéndose
fuera de la estructuras del Estado, se relacionan con las
organizaciones de derechos humanos, recurren a los tribunales
interamericanos y construyen alianzas transnacionales, no depende del
poder del Estado, sino que pide cuentas al Estado por su complicidad.
Creo que esto es enormemente interesante, es una movilización más
allá y contra el Estado y a la vez transnacional, por lo que creo
que deberíamos estudiar estos movimientos e inspirarnos en ellos.
Aún no han logrado poner fin a esta práctica atroz, pero han
ampliado la posibilidad de hacerse escuchar, ahora el mundo sabe lo
que está sucediendo y han creado red para darse apoyo mutuo y
desarrollar prácticas de resistencia impresionantes.
Notas
de traducción
nt1.
La "performatividad" es un concepto complejo, no recogido
en el diccionario de la RAE. De origen más bien académico,
originalmente en el ámbito de la lingüística, en relación con las
frases que por el hecho de decirse crean realidades, ha pasado a
formar parte del lenguaje de una parte del activismo radical. Tiene
que ver con la capacidad "realizativa" del hacer y del
decir para producir(se) realidad. En este contexto, quizá venga bien
citar a: "(...) la 'perfomance' en tanto que actividad social,
colectiva o individual, es una forma de la imposición/instauración
de su condición particular y que es asumida desde una actitud
militante que configura dicha condición".
La
entrevista se llevó a cabo el 28 de junio en Bolonia, donde se
encontraba Judith Butler como promotora de la conferencia
internacional "The critical tasks of the University" y para
participar en la Escuela de Verano "Sovereignty and Social
Movements" organizada por la Academy of Global Humanities and
Critical Theory, patrocinada por las Universidades de Duke, Virginia
y Bolonia.
Paola
Rudan es investigadora en el Dipartimento di Storia Culture Civiltà
de la Universidad de Bolonia. Judith Butler (Cleveland, 1956) es
profesora en la Universidad de California, Berkeley, y destacada
filósofa feminista.
Traducción
en castellano de Trasversales a partir de la versión en italiano
publicada en !Connessioni Precarie (http://bit.ly/2ynIQGd). La nota
nt1 es nota de traducción, no forma parte del texto original y su
responsabilidad incumbe sólo a Trasversales. Para los libros a los
que se hace referencia hemos optado por citar ediciones en
castellano.
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