¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

jueves, 27 de diciembre de 2018

Renuncia.

Cósimo clavó los ojos en ella.

Y ella:
Tú no crees que el amor sea entrega absoluta, renuncia a uno mismo…

Podía decir algo Cósimo, cualquier cosa para ir hacia ella, podía decirle: “Dime lo que quieres que haga, estoy dispuesto…”, y habría sido de nuevo la felicidad para él, la felicidad juntos, sin sombras. Pero dijo:
No puede haber amor si uno no es uno mismo con todas sus fuerzas.


Viola tuvo un gesto de contrariedad, que era también un gesto de cansancio. Y, sin embargo, aún habría podido comprenderlo, como en realidad lo comprendía; más aún, tenía en la punta de la lengua las palabras para decirle: “Tú eres como yo te quiero”… y subir de inmediato con él… Se mordió un labio. Dijo:
Pues, entonces, sé tú mismo tú solo.

Pero, entonces, ser yo mismo ya no tiene sentido”, eso es lo que quería decir Cósimo. Pero, en cambio, dijo:
Si prefieres a esos dos gusanos…

¡No te permito despreciar a mis amigos! — gritó ella y no obstante pensaba: “A mí me importas solo tú, y solo por ti hago todo lo que hago”.

Solo yo puedo ser despreciado…

¡Tu modo de pensar!

Soy una sola cosa con él.

Entonces, adiós. Parto esta misma noche, no me volverás a ver.
                                                                            
                                                                                                      Italo Calvino.

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