En
cierta oportunidad usted afirmó que la filosofía no caía del cielo
de las ideas, sino que ascendía de la tierra. Explíquelo por favor.
Existen
multitud de maneras de practicar la filosofía, pero dentro de ellas
la historiografía dominante retiene una tradición entre otras para
volverla la verdad de la filosofía; a saber, el linaje idealista,
espiritualista, compatible con la visión judeocristiana del mundo.
En consecuencia, todo lo que obstaculice esa visión parcial y
parcelada de las cosas queda eliminado. Así lo son en su casi
totalidad las filosofías no occidentales, en particular las
sabidurías orientales, pero también las corrientes sensualistas,
empíricas, materialistas, nominalistas, hedonistas y todo cuanto
podría presentarse bajo la rúbrica “filosofía antiplatónica”.
La filosofía que desciende del cielo es la que de Platón a Levinas,
pasando por Kant y el cristianismo, necesita de un trasmundo para
comprender, explicar y justificar este mundo. La otra línea de
fuerza asciende de la tierra porque se contenta del mundo dado, de lo
que ya es.
Usted
se define como un filósofo hedonista. Para usted, ¿qué abarca ese
término?
El
hedonismo forma parte de las filosofías incompatibles con el
judeocristianismo y por tanto dejadas de lado por la historiografía
dominante. El hedonismo, partiendo del contrario del ideal ascético
defendido por el pensamiento dominante, invita a identificar el bien
soberano al placer de sí y de los otros, no debiéndose pagar jamás
el precio del sacrificio del otro. La obtención de tal equilibrio
supone abordar el tema bajo distintos ángulos –político, ético,
estético, erótico, bioético, pedagógico, historiográfico... Por
mi parte, dediqué libros a cada una de esas facetas de una misma
visión del mundo.
Usted
ha sido violentamente atacado debido a sus posiciones pro ateas e
incluso recibió amenazas de muerte. ¿Cómo reacciona?
Compruebo
que esos creyentes me dan razón cuando afirmo que su monoteísmo es
intolerante, vindicativo e intelectualmente exterminador... Si a uno
lo amenazan de muerte por haber dicho que la religión que otros
reivindican es intolerante, queda probado que cuanto digo es
lamentablemente cierto... En Europa vivimos bajo regímenes
democráticos; fuera, en otros tiempos y otros sitios, esas amenazas
no hubieran tenido lugar: directamente me hubieran cortado la
cabeza.
Usted
es un filósofo de la acción que lucha en todos los terrenos. ¿Cómo
puede hoy día el filósofo ser “útil”?
Volviéndole
radicalmente la espalda a la manera de proceder universitaria y
doctoral, o dicho de otro modo, evitando hablar manera obtusa, vaga e
incomprensible, dejando de lado a ciertos amantes de lógicas
sectarias que gozan
quedando y reproduciéndose intelectualmente entre ellos en forma
incestuosa... En consecuencia, expresándose clara, simplemente, a la
manera de un Séneca o de un Cicerón... Luego, cesando de dar
lecciones a todo el mundo y limitándose a permanecer en el ámbito
del verbo donde las cosas son tanto más fáciles, pero tratando de
producir efectos filosóficos en el terreno existencial, de nuevo
como en el caso de los filósofos antiguos, en lugares que se
destinan a tal efecto, por ejemplo las universidades populares.
¿Podemos
comparar la Universidad Popular de Caen que usted inició en 2002 con
la escuela del Jardín de Epicuro?
Creé
una segunda Universidad Popular en Argentan, mi ciudad natal,
departamento del Orne, en Normandía. Es una subprefectura arruinada
por la violencia del liberalismo y habitualmente olvidada de la
capital, como así también de las instancias gubernamentales la
región y del departamento. Me pregunté pues a qué podía
asemejarse una micro-resistencia a los micro-fascismos liberales de
nuestra época en una comunidad abierta inspirada por un epicureismo
compatible con nuestra modernidad postindustrial.
Para
usted lo universal no existe. ¿Podemos acercar su idea a la de
diversidad cultural defendida por la UNESCO?
Sí,
lo universal existe: creo por ejemplo que un hombre vale tanto como
una mujer, un blanco vale como un negro, un doctor en filosofía vale
tanto como un campesino del Nilo, un ateo cuenta tanto, ni más ni
menos, que un judío practicante, que un minusválido vale tanto como
un campeón de atletismo. Dicho de otra manera que un ser vale tanto
como otro ser, sean éstos como fueren. He ahí el primer universal
en el que sí creo. El segundo es que más vale un humano feliz que
un humano desdichado y que hay que hacerlo todo para aumentar la
dosis universal de placer y reducir lo más posible la dosis de
dolor. En fin, creo evidentemente en la diversidad de las culturas y
en la necesidad de preservarlas, pero creo asimismo en la existencia
de culturas mejores que otras. En efecto, pienso que más vale una
civilización que no mutile sexualmente niñas a la que masacra su
integridad, una civilización en la que se pueda opinar lo contrario
de cuanto piensan los gobernantes espirituales y temporales de su
país que una civilización en la que se envía al cadalso a quien no
piense según la norma, y creo que una civilización que da a los
homosexuales los mismos derechos que a los heterosexuales es mejor
que aquella que los encarcela, etc. Soy simple y llanamente un
filósofo de las Luces que piensa que la Luz es preferible a la
Oscuridad y que la Declaración de los Derechos Humanos es superior a
los textos de leyes inspirados en mitologías milenarias.
En
Filosofía, una responsabilidad cósmica, extraído de El
correo de la UNESCO, Número 9, 2007.
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