Lo
presentaron como un sembrador de esperanza, aunque el intelectual
estadounidense Noam Chomsky expuso durante una hora un diagnóstico
nada alentador. La importancia de su presencia en Montevideo podía
medirse por la larga cola de personas que terminaba en el salón Azul
de la Intendencia de Montevideo, bajaba dos pisos por escalera,
atravesaba el hall central y salía al frío de la mañana en la
explanada.
Doctor
en lingüística y “padre” de la gramática generativa, Chomsky,
de 88 años, escribió a lo largo de su vida sobre filosofía,
política y comunicación. Es considerado un referente de la
intelectualidad de izquierda, con una postura muy crítica hacia las
políticas de su país. “Usted despierta nuestra admiración no
sólo porque es uno de los mayores lingüistas de la historia.
Despierta nuestra admiración porque es, desde casi siempre, un
activista por las causas de la libertad y de la justicia”, lo
presentó Agustín Canzani, director de la Fundación Liber Seregni,
organizadora de la conferencia.
La
primera afirmación de Chomsky, sustentada en la historia de su país
y del mundo desde la Segunda Guerra Mundial, fue que el poder
político y económico no tiene interés en garantizar la seguridad
de la población, sino la seguridad de los sistemas de poder. En este
escenario, el mundo se encamina hacia una catástrofe ambiental y
eventualmente nuclear, advirtió. “Las fuerzas dominantes en la
sociedad global han impuesto políticas que sistemáticamente
erosionan las líneas de defensa contra la autodestrucción. La
humanidad creó su tormenta perfecta, es improbable que sobreviva
mucho tiempo”, consideró.
Recordó
que en 2015 Corea del Norte le propuso a Estados Unidos cancelar su
programa nuclear a cambio de que este país detuviera las maniobras
militares que realizaba junto a Corea del Sur en la frontera con
Corea del Norte, y que esta propuesta fue rechazada por Estados
Unidos. “La propuesta habría podido sentar las bases para
negociaciones que redujeran radicalmente las amenazas. Hay razones
para pensar que las negociaciones podrían haber sido exitosas. Pero
la propuesta fue instantáneamente rechazada”, cuestionó Chomsky.
Además, dijo que las “opciones pacíficas existen, pero son
descartadas”, y esto sucede así porque “la seguridad de la
población es una preocupación marginal”.
En
cuanto al calentamiento global, alertó que “los peligros son
inminentes” y recordó que mucha gente todavía niega el fenómeno.
Dijo que las negociaciones sobre el cambio climático no reciben en
general atención de la prensa ni de la opinión pública, y
cuestionó a los “intelectuales liberales” y a la “prensa
liberal” por ocultar lo que sucede. En particular, aseguró que los
periodistas de su país no le hacen una sola pregunta al presidente
Donald Trump sobre sus posturas en materia de medioambiente y cambio
climático. Advirtió que su país ha aumentado la producción de
petróleo. “Estados Unidos está llevándonos al desastre”,
sentenció. “¿Puede el mundo sobrevivir cuando el país más
poderoso del mundo está acelerando la crisis?”, inquirió.
Chomsky
sostuvo que el neoliberalismo bajó los salarios, quitó beneficios
sociales y generó más desigualdad y pobreza. Además, dijo, ha
incrementado las amenazas debilitando las instituciones políticas,
desalentando la participación de la gente, desregulando mercados y,
en definitiva, “erosionando las democracias”. “Uno de los
objetivos de la reforma neoliberal fue tirar abajo los beneficios
laborales que se habían obtenido en la década de 1960. En esas
condiciones, es difícil que la democracia se profundice. Los
burócratas deberían escuchar otras voces, no sólo a sus
economistas”, cuestionó.
Ante
este panorama, y citando a los científicos atómicos y su “reloj
del Apocalipsis”, Chomsky instó a tomar acciones “muy pronto”,
que vayan en el sentido de profundizar la democracia. Apuntó en dos
direcciones. Por un lado, cuestionó que políticas públicas que son
centrales para cualquier país, como las reformas laborales, estén
siendo diseñadas por un grupo de técnicos que ni siquiera son
representantes de la población, a la que, a su vez, se le niega el
derecho de votar por esas políticas. “En Europa las poblaciones
nunca votaron por estas reformas y la democracia fue sacrificada para
implementar las reformas neoliberales, que fueron diseñadas por
personas que no fueron electas”, sostuvo.
Por otro
lado, y junto a este proceso, Chomsky denunció el poder de las
grandes corporaciones, que apuntan sus baterías a minar el poder
regulatorio de los estados. “Debilitar la democracia es un fin de
los programas neoliberales. La concentración del poder económico
tiene como efecto natural el debilitamiento de la democracia”,
concluyó.
La
Fundación Liber Seregni les propuso a cuatro personas, de
organizaciones diversas, que formularan preguntas: la senadora
frenteamplista Constanza Moreira, el presidente del PIT-CNT, Fernando
Pereira, Viviana Barretto, de Redes-Amigos de la Tierra, y el ex
rector de la Universidad de la República Rodrigo Arocena.
Moreira
le preguntó a Chomsky qué lugar considera que ocupa América Latina
en la lucha por la “supervivencia global”. El pensador evaluó
positivamente algunas acciones tomadas por los gobiernos
progresistas, por ejemplo, liberarse de la égida del Fondo Monetario
Internacional (FMI), implementar políticas de reducción de la
pobreza, de consagración de derechos civiles, de mejora en las
oportunidades de educación. Mencionó especialmente los “esfuerzos”
del ex presidente Lula da Silva, en Brasil, por “cambiar el orden
internacional” y “dar voz al sur global”, a partir de la
constitución de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
Fueron cambios “muy significativos”, valoró, pero agregó que
“lamentablemente” la izquierda no supo lidiar con dos problemas
centrales.
Por un
lado, cuestionó la “incapacidad de los líderes de izquierda de
evitar la severa corrupción, que es endémica en algunos lugares de
América Latina y en la mayor parte del mundo”. Por otro lado,
mencionó la incapacidad de la izquierda para “sortear un problema
serio de largo plazo para el desarrollo de América Latina”, que
tiene que ver con la utilización de sus recursos naturales. “América
Latina es rica en recursos, pero estos han sido utilizados
tradicionalmente para beneficiar a un pequeño grupo extremadamente
rico y a los inversores. Eso continuó durante los gobiernos de
izquierda. También la exportación de productos primarios, que fue
estimulada por la tentación –que se debería haber resistido– de
volverse proveedores de materia prima de China”, indicó.
Dijo que
si se compara a América Latina con el sudeste asiático, la
conclusión es “bastante sorprendente”. América Latina tiene en
comparación “enormes ventajas”: cuenta con abundancia de
recursos y no tiene externalidades que afecten la producción, pero
sus políticas apuntan “al bienestar de un grupo muy pequeño y muy
rico de su población” y a favorecer a los inversores, que “no
tienen ninguna responsabilidad, no pagan ningún impuesto, sólo se
enriquecen”. En cambio, la inversión en Asia es dirigida y
controlada para canalizarla en sectores estratégicos para el
desarrollo, y se prohibió la exportación de capital, afirmó
Chomsky. “Las diferencias son sorprendentes. En 1950, Corea del Sur
estaba al nivel de un país pobre de África, y hoy es un poder
industrial. En América Latina eso no pasó”, señaló el
lingüista.
Viviana
Barretto, de Redes Amigos de la Tierra, le preguntó si los acuerdos
de protección de inversiones y los megaacuerdos de libre comercio,
que “recortan las capacidades de las democracias para construir
alternativas de supervivencia”, significan una nueva etapa de
construcción del poder corporativo a nivel global.
En
primer lugar, Chomsky puntualizó que los acuerdos de libre comercio
no son tales, sino que son más bien “acuerdos de beneficios para
los inversores”. “A veces ni siquiera tienen relación con el
comercio”, sino que “son acuerdos que buscan proteger los
derechos del poder privado”, consideró. Alertó que este tipo de
acuerdos consagran derechos de propiedad intelectual a un nivel sin
precedentes. “Si hubieran existido en el siglo XIX, Estados Unidos
habría sido un país del tercer mundo”, sentenció. Otro peligro
de este tipo de acuerdos es que da a los inversores “el derecho de
demandar a los gobiernos” por establecer regulaciones “que puedan
afectar sus beneficios futuros”, acotó.
Ante la
pregunta de Arocena sobre el rol de la tecnología en las disputas
globales, Chomsky consideró que la tecnología es “neutral”. “El
problema no es la tecnología, es el control de la tecnología. Es un
problema social, no tecnológico”, indicó. Dijo que la tecnología
puede servir tanto para el control participativo de la economía como
para destruir el mundo del trabajo y para que los gobiernos controlen
a las poblaciones. “La tecnología puede ir para los dos lados,
depende del activismo político y social. [...] Hay que entender cómo
funciona y el potencial liberador que tiene”, concluyó.
En La
diaria,
por Natalia Uval.
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