–Usted
rescató la experiencia de las universidades populares de fines del
siglo XIX de “democratizar la cultura y acercar gratuitamente el
saber a la mayor cantidad posible de personas” y creó una en Caen,
donde dicta su cátedra “Contrahistoria de la filosofía”. ¿Cómo
fue esa experiencia?
–La
idea de la universidad surgió luego de trabajar veinte años en un
secundario técnico. Renuncié a la educación pública en 2002 y
creé una Universidad Popular donde, con unos amigos, dábamos clases
como voluntarios a gente a la que no le pedíamos nada: ni nombre, ni
inscripción, ni una carrera, ni dinero, ni nivel de conocimiento
previo. La clase está dividida en dos: una exposición previa de una
hora, y una segunda en donde desarrollábamos un comentario del
público. No quería ni enseñar lo que todos enseñan ni de la
manera en que todos lo hacen. Entonces remonté la historia de la
filosofía hasta sus bases y me encontré estupefacto cuando constaté
que la historia que se enseña en la escuela o en la universidad está
hecha de leyendas. Me propuse entonces romper esa leyenda demostrando
los intereses ideológicos a los cuales la filosofía obedeció a lo
largo del tiempo, como lo hizo por ejemplo en apoyo de la ideología
espiritual cristiana. Propuse una historia de la historia de la
filosofía. Creí necesitar tres o cuatro años para publicarla, pero
ya van trece y llegará a ocupar once volúmenes.
–En
el quinto, "El eudemonismo social" (del griego
“eudaimonia”: felicidad), afirma que “se ha dicho con
frecuencia que en filosofía se retoman los mismos temas desde la más
alta Antigüedad y que desde hace veinticinco siglos no ha salido a
la luz ninguna cuestión filosófica nueva”. Pero es un aguerrido
divulgador. ¿Qué se puede enseñar hoy en filosofía y para qué?
–Quizás
hoy moderaría un poco mi propósito ya que creo que la realidad se
encuentra cada día más modificada bajo los efectos de una ciencia
que se ha vuelto loca, desde que ninguna ética ni ninguna moral
pueden detener su estampida. Me enteré hace poco leyendo un artículo
de que los científicos lograron implantar en el cerebro de ratones
recuerdos de cosas que no fueron vividas por los roedores. Por
supuesto que el experimento fue realizado con el pretexto de curar
enfermedades degenerativas como el Alzheimer, pero hay también un
gran mercado de las industrias farmacéuticas atrás de estos
estudios. Quien tiene los medios para crear recuerdos ficticios
también dispone de los medios para borrar los que sí han sido
vividos. Un gran camino se abre para quienes manipulan a los humanos.
Lo posthumano comienza a asomarse y el transhumanismo anuncia a
partir de ahora cuestiones filosóficas inéditas. No soy optimista
con respecto a que la filosofía vaya a sobrevivir... vamos hacia una
sociedad de tipo del Egipto antiguo donde había un puñado de
escribas y una masa inculta y sumisa a la casta que detentaba el
saber. Por el momento el nihilismo es la verdad del mundo, pero no ha
llegado aún a su etapa definitiva. Por eso yo propongo, en esta
suerte de naufragio de Titanic que estamos presenciando, vivirlo de
pie y morir con elegancia. Es lo que hago en la Universidad Popular o
en mi Web TV.
–El
eudemonismo social
se centra en esas “experiencias gregarias que buscaban la felicidad
grupal del individuo”: el panóptico liberal, el falansterio
fourierista o las comunas socialistas y comunistas, entre otros.
Usted dice que “estas experiencias políticas de laboratorio
enseñan una lección cardinal para nuestros tiempos posmodernos: una
microsociedad permite realizar la revolución aquí y ahora y, sobre
todo, en un medio hostil”. ¿En dónde vemos esa herencia?
–En
las microcomunidades construidas y vividas por individuos que buscan
ante todo cambiarse a sí mismos y no tanto cambiar el orden del
mundo (aunque sabemos que Descartes oponía estos dos objetivos).
Personalmente pienso que “cambiarse” es contribuir a cambiar el
orden del mundo. Creo en la ejemplaridad. Uno es, para sí, el eje en
torno al cual se envuelve la vida de los otros. En este orden de
ideas, desde que somos dos, ya nos encontramos ante una comunidad.
Por eso la pareja es el primer módulo político, al cual le sigue la
familia, sea cual sea su composición. Y las relaciones. Es como esos
círculos que se forman cuando tiramos una piedra al agua. Esas
comunidades nómadas forman esos círculos que son a su vez
penetrados por otros. Todo esto lo cuento en mi libro La escultura de
sí. Si somos ya capaces de revolucionar nuestra relación con el
otro, entonces estamos contribuyendo a esa revolución, la única que
cuenta.
–¿Qué
rol juegan las revoluciones sociales como la mexicana, la cubana o la
experiencia del “socialismo siglo XXI” en el imaginario
libertario que relata? ¿Cuál cree que es la causa del divorcio
intelectual e ideológico que hoy existe entre Francia y América
Latina, y la Argentina en particular?
–Afortunadamente
acabo de conocer en una conferencia en México a John Halloway, de
quien leí hace diez años su libro Cambiar
el mundo sin tomar el poder.
Una lección mucho más interesante que la del socialismo armado que
hizo correr sangre. Fui una sola vez a la Argentina, hace diez años,
y me encantó, y me llamó la atención su francofilia. En ese
momento tuve también vergüenza de que nosotros los franceses no
estamos a la altura de la atención que ustedes nos dedican. Francia
se convirtió en un país pequeño, estrecho y plegado sobre sí
mismo, sin visión y sin altura, un país gobernado por enanos que no
tienen noción alguna de la historia y que nos hacen pasar vergüenza
ante el resto del mundo. Ya ni siquiera traducimos a los filósofos
actuales. Cuando volví aquella vez propuse traducir y hacer una
antología de filósofos argentinos... A mi editor no le interesó.
Desde entonces la situación ha empeorado... el dinero hace la ley y
no hay el más mínimo deseo de abrirse culturalmente al mundo.
–Su
libro Decadencia,
de Jesús a Bin Laden, vida y muerte de Occidente
ha tenido mucha repercusión. Pese a que se ha escrito mucho sobre
eso, ¿por qué esta vez sería la definitiva?
–¡Es
que ya comenzó en 1417 con el descubrimiento del manuscrito de Tito
Lucrecio Caro Sobre la naturaleza de las cosas! Ese libro,
materialista, atomista, sensualista, empírico, ateo si lo miramos
desde el cristianismo, ha sido una formidable caja de herramientas
para luchar contra la visión del mundo cristiano. Siempre que el
cristianismo estuvo minado en la historia de Occidente, siempre hubo
algún discípulo de Lucrecio: el Renacimiento con Erasmo y
Montaigne, los libertinos y el iluminismo del siglo XVII, el
socialismo del XIX con el marxismo, el psicoanálisis (no sólo la
fórmula freudiana), el existencialismo sartreano, la deconstrucción
francesa. Todo eso, ayudado por la vanguardia estética del
nihilismo, del futurismo, del dadaísmo, etc., precipitó lo que
quedaba aún en pie. Esos pensamientos generaron efectos en la
historia como el bolchevismo soviético, la respuesta del
nacionalsocialismo, el imperio marxista leninista o los fascismos
europeos que llevaron desgraciadamente lejos al nihilismo y a la
negatividad. Veo difícil que Occidente se recupere del
descubrimiento de los campos de la muerte nazis. ¿Qué
espiritualidad será lo suficientemente fuerte como para poder
digerir ese infierno?
–En
Decadencia
usted también pone como principio del fin de Occidente su silencio
en torno a la fatwa
contra el escritor Salman Rushdie, decretada por Jomeini en 1989.
Tras los atentados recientes que han sufrido Francia y Europa,
¿cuáles serían las rupturas y las continuidades que plantean estos
hechos distanciados por 27 años?
–La
condena a Rushdie es un punto de ruptura ya que la caída del shah de
Irán en 1979 (deseada por los Estados Unidos y sus aliados) y su
reemplazo por la revolución islámica del ayatollah
Jomeini (que volvió a Teherán desde su exilio en Francia) cambió
todo el panorama mundial. El islam laico de Irak, de Libia, de Túnez,
de Marruecos o de Argelia pasó a un segundo plano con el Islam
teocrático iraní. El ayatollah
alcanzó
su deseo de hacer escuchar una voz antiamericana y antisionista a
nivel planetario. Y Occidente no vio venir nada de eso, incluso
colaboró para que así fuera. ¡Pienso incluso en el rol de Michel
Foucault con sus elogios a esa revolución bajo el pretexto de que
ella aseguraría el retorno de lo espiritual a la política! Cuando
Irán condenó a muerte a un escritor británico de origen indio, un
europeo digamos, sólo por haber escrito una novela, una ficción,
Occidente se encontró desamparado ante esta vuelta de su tradicional
relación conflictiva con el Islam. Desgraciadamente los Estados
Unidos, junto con Francia, han llevado una política agresiva contra
varios países musulmanes. Guerras que han costado la vida de cuatro
millones de musulmanes. Nos encontramos presos en un engranaje y sin
otra respuesta que una agresión militar inútil para detener el
fuego del terrorismo, que ataca donde y cuando quiere. Occidente se
encuentra en una mala situación y no veo cómo podrá salir de esta
trampa.
–1917-2017,
¿cien años de qué? ¿Una fecha a celebrar o la Revolución Rusa
debe ser considerada como otro más de esos “momentos de
negatividad necesarios para tener luego más positividad”?
–Cien
años de mitología de la alegría de los pueblos, de la realización
de la humanidad, del triunfo del proletariado, de la creación de un
hombre nuevo, de lucha contra la explotación capitalista, de la
abolición de la alienación y, al final de cuentas, cien millones de
muertos. Una cifra que es bastante más elevada de la que produjeron
los fascismos de extrema derecha, pero que lo políticamente correcto
prohíbe decir. El anarquista ruso Voline había dicho tempranamente
en su libro La revolución desconocida que la revolución bolchevique
fue un golpe de Estado y que Lenin no aseguraría el poder a la
autogestión de los soviets sino a la del partido, a su partido, a
golpes de asesinatos y gulags. Cuando los marinos del Cronstadt
demandan que todo vuelva a los soviets en 1921, Lenin, ya asociado al
Ejército Rojo de Trotski, ordena abrir fuego contra ellos... El
libertario que soy es antimarxista, antileninista y anti marxista
leninista. Más aún, veo en esa falsa revolución así como en el
totalitarismo nazi una verdadera dictadura, la firma de Tánatos. Por
eso consagro mi vida a la lucha contra toda tanatofilia. Ese es el
sentido de mi hedonismo.
En Revista
Ñ, 26 de mayo de 2017.
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