En
el centro de las ideas de Montseny sobre las relaciones entre los
sexos está la responsabilidad individual y no las sanciones
sociales. Si la unicidad individual es honrada, y si las
instituciones artificiales y opresivas son en su mayoría eliminadas,
dos personas naturalmente adecuadas la una para la otra acabarán
encontrándose.
Lo
más probable es que la unión sea para toda la vida porque su
atracción estará basada en el respeto mutuo, en la igualdad, en la
admiración y en el compartir (características complementarias) y en
un compromiso voluntario. Con el tiempo, los dos individuos podrían
desear disolver su compromiso. Si, sin embargo, ambos miembros de la
pareja fueran igualmente libres para crecer, y si la elección fuera
una elección responsable, entonces las dos personas deberían crecer
juntas y, de esta manera, desearían estar juntas. Montseny cree en
el amor libre, pero insiste en que la libertad de cualquier clase es
imposible sin responsabilidad.
El
anarquismo sin la emancipación de la mujer es, por consiguiente,
imposible. Y, por otro lado, la emancipación de la mujer es
imposible hasta que ambos, la mujer y el hombre, estén dispuestos a
aceptar la responsabilidad de su propia libertad. Finalmente, la
mujer está obligada a tomar la libertad si no se la dan. Como
Montseny dice en diversas ocasiones, «el problema de los sexos es un
problema humano, no un problema femenino». Como muchas mujeres
mantienen hoy, Montseny también insiste en que la emancipación de
la mujer significa libertad e independencia para ambos sexos. Sólo
cuando la libertad sea ganada, el hombre y la mujer podrán
seguramente estar juntos a través de «una comunicación de las
almas y mediante el respeto mutuo», solamente posible entre iguales
—nunca entre un maestro y un subordinado. El «verdadero
feminismo», dice Montseny, «debería llamarse a sí mismo
humanismo».
Sus
creencias sobre la mujer emancipada son ejemplificadas en el
«acuerdo» por el que se comprometió con Germinal Esgleas. Este
compromiso duró toda la vida. De esta «unión natural» surgió el
amor mutuo, el respeto, la independencia y la responsabilidad que
trajo a Montseny tres hijos —Vida, Germinal y Blanca—; todos
fueron queridos y profundamente amados.
En
Federica Montseny y el Feminismo Anarquista Español, de
Shirley F. Fredricks.
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