Soy
el mismo, como antes, enemigo declarado de la realidad existente,
sólo con esta diferencia: que he cesado de ser teórico, que he
vencido, en fin, en mí, la metafísica y la filosofía, y que me he
arrojado enteramente, con toda mi alma, en el mundo práctico, el
mundo del hecho real.
Créeme,
amigo, la vida es bella; ahora tengo pleno derecho a decir eso,
porque he cesado hace mucho de mirarla a través de las
construcciones teóricas y a no conocerla más que en fantasía,
porque he experimentado efectivamente muchas de sus amarguras, he
sufrido mucho y he caído a menudo en la desesperación.
Yo
amo, Pablo, amo apasionadamente: no sé si puedo ser amado como yo
quisiera serlo, pero no desespero; sé al menos que se tiene mucha
simpatía hacia mí; debo y quiero merecer el amor de aquella a quien
amo, amándola religiosamente, es decir, activamente; ella está
sometida a la más terrible y a la más infame esclavitud y debo
libertarla combatiendo a sus opresores y encendiendo en su corazón
el sentimiento de su propia dignidad, suscitando en ella el amor y la
necesidad de la libertad, los instintos de la rebeldía y de la
independencia, recordándole el sentimiento de su fuerza y de sus
derechos.
Amar
es querer la libertad, la completa independencia de otro; el primer
acto del verdadero amor es la emancipación completa del objeto que
se ama; no se puede amar verdaderamente más que a un ser
perfectamente libre, independiente, no sólo de todos los demás,
sino aun y sobre todo de aquel de quien se es amado y a quien se ama.
He
ahí mi profesión de fe política, social y religiosa, he ahí el
sentido íntimo, no sólo de mis actos y de mis tendencias políticas,
sino también, en tanto que puedo, el de mi existencia particular e
individual; porque el tiempo en que podrían ser separados esos dos
géneros de acción está muy lejos de nosotros; ahora el hombre
quiere la libertad en todas las acepciones y en todas las
aplicaciones de esa palabra, o bien no la quiere de ningún modo;
querer la dependencia de aquel a quien se ama es amar una cosa y no
un ser humano, porque no se distingue el ser humano de la cosa más
que por la libertad; y si el amor implicase también la dependencia,
sería lo más peligroso e infame del mundo, porque sería entonces
una fuente inagotable de esclavitud y de embrutecimiento para la
humanidad.
Todo
lo que emancipa a los hombres, todo lo que, al hacerlos volver a sí
mismos, suscita en ellos el principio de su vida propia, de su
actividad original y realmente independiente, todo lo que les da la
fuerza para ser ellos mismos, es verdad; todo el resto es falso,
liberticida, absurdo. Emancipar al hombre, he ahí la única
influencia legítima y bienhechora.
Abajo
todos los dogmas religiosos y filosóficos – no son más que
mentiras –; la verdad no es una teoría, sino un hecho; la vida
misma es la comunidad de hombres libres e independientes, es la santa
unidad del amor que brota de las profundidades misteriosas e
infinitas de la libertad individual.
Mijail Bakunin.
Este
fragmento de una carta a su hermano Pablo, fechada en París el 29 de
marzo de 1845, fue publicado en “El
amor libre: la revolución sexual de
los
anarquistas”,
Rodolfo Alonso Editor, Buenos Aires, 1973.
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