¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

miércoles, 4 de enero de 2017

George Orwell: Rebelión en la granja.

Napoleón, con los canes tras él, subió a la plataforma que ocupara Mayor cuando pronunció su histórico discurso. Anunció que desde ese momento se habían terminado las reuniones de los domingos por la mañana. Eran innecesarias, dijo, y hacían perder tiempo. En el futuro todas las cuestiones relacionadas con el gobierno de la granja serían resueltas por una comisión especial de cerdos, presidida por él. Éstos se reunirían en consejo y luego comunicarían sus decisiones a los demás. Los animales se reunirían los domingos por la mañana para saludar la bandera, cantar «Bestias de Inglaterra» y recibir sus órdenes para la semana; pero no habría más debates.


Si la expulsión de Snowball les produjo una gran impresión, este anuncio consternó a los animales. Algunos de ellos habrían protestado si hubieran dispuesto de los argumentos apropiados. Hasta Boxer estaba un poco aturdido. Apuntó sus orejas hacia atrás, agitó su melena varias veces y trató con esfuerzo de ordenar sus pensamientos; pero al final no se le ocurrió nada que decir. Algunos cerdos, sin embargo, fueron más expresivos. Cuatro jóvenes puercos de la primera fila emitieron agudos gritos de desaprobación, y todos ellos se pusieron en pie bruscamente y comenzaron a hablar al mismo tiempo. Pero, repentinamente, los perros que estaban sentados alrededor de Napoleón dejaron oír unos profundos gruñidos amenazadores y los cerdos se callaron, volviéndose a sentar. Entonces las ovejas irrumpieron con un tremendo balido de «¡Cuatro patas sí, dos pies no!», que continuó durante casi un cuarto de hora y puso fin a todo intento de discusión.

Luego Squealer fue enviado por toda la granja para explicar las nuevas decisiones a los demás. —Camaradas —dijo—, espero que todos los animales presentes se darán cuenta y apreciarán el sacrificio que ha hecho el camarada Napoleón al cargar con este trabajo adicional. ¡No se crean, camaradas, que ser jefe es un placer! Por el contrario, es una honda y pesada responsabilidad. Nadie cree más firmemente que el camarada Napoleón el principio de que todos los animales son iguales. Estaría muy contento de dejarles tomar sus propias determinaciones. Pero algunas veces podrían ustedes adoptar decisiones equivocadas, camaradas. ¿Y dónde estaríamos entonces nosotros? Supónganse que ustedes se hubieran decidido seguir a Snowball, con sus disparatados molinos; Snowball, que, como sabemos ahora, no era más que un criminal...

Él peleó valientemente en la «Batalla del Establo de las Vacas» —dijo alguien.

La valentía no es suficiente —afirmó Squealer—. La lealtad y la obediencia son más importantes. Y en cuanto a la «Batalla del Establo de las Vacas», yo creo que llegará un día en el que demostraremos que el papel desempeñado por Snowball ha sido muy exagerado. ¡Disciplina, camaradas, disciplina férrea! Ésa es la consigna para hoy. Un paso en falso, y nuestros enemigos caerían sobre nosotros. Seguramente, camaradas, que ustedes no desean el retorno de Jones, ¿verdad?

Nuevamente este argumento resultó irrebatible. Claro está que los animales no querían que volviera Jones; si la realización de los debates, los domingos por la mañana, podía implicar su regreso, entonces debían suprimirse los debates. Boxer, que había tenido tiempo de coordinar sus ideas, expresó la opinión general diciendo: «Si el camarada Napoleón lo dice, debe de estar en lo cierto».

En Rebelión en la granja, de George Orwell.

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