En
Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida,
Nietzsche afirma que los animales viven en la verdad porque su vida
es intrínsecamente ahistórica:
Así, vive el animal de
manera no histórica, pues está contenido [geht auf]
en el presente de modo similar a un número que
no deja como resto ninguna fracción fantástica [wunderlicher]; no
sabe disimular [verstellen], no oculta [verbirgt] nada, se muestra
[erscheint] en cada momento totalmente como es y no puede ser otra
cosa que sincero.
Como
se dijo en el capítulo precedente, para Nietzsche la ahistoricidad
de la vida animal se debe a su olvido. El olvido conduce al animal
hacia el momento; lo absorbe en el instante de tiempo singular. Los
animales, en tanto tales, viven siempre en la verdad del momento. La
forma en que se presentan (Erscheinen) refleja siempre lo que
verdaderamente son (Sein).
Como
resultado de su olvido, los animales no pueden engañarse a sí
mismos ni a los otros. Los humanos representan el caso opuesto. No
viven en la verdad porque su vida es intrínsecamente histórica. Su
existencia es un "tiempo imperfecto", "un
ininterrumpido haber sido, algo que vive de negarse, destruirse y
contradecirse a sí mismo"
Por
ello, los humanos no viven en la verdad del momento sino siempre en
su falsificación. Los humanos experimentan su historicidad, su
memoria del pasado, como una carga. Por ende, Nietzsche apunta que
los humanos gustan de engañarse a sí mismos y a los otros en
relación a su pasado. Envidian al animal que no conoce el "fue",
"el código con el que el ser humano accede a la lucha, el dolor
y el hastío"
Nietzsche
imagina que el ser humano podría preguntar al animal:
"¿Por qué no me
hablas de tu felicidad y únicamente me miras?" El animal
quiere responderle y decirle: "Esto pasa porque siempre olvido
lo que quisiera decir".- Entonces, también se olvidó de esta
respuesta y calló, de modo que el ser humano se quedó asombrado
[verwundert]
En
La filosofía animal de Nietzsche. Cultura, política y animalidad
del ser humano, de Vanessa Lemm.
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