(...) Ahora bien, me parece
que durante la segunda mitad del siglo XVIII vemos aparecer algo
nuevo, que es otra tecnología de poder, esta vez no disciplinaria.
Una tecnología de poder que no excluye la primera, que no excluye la
técnica disciplinaria sino que la engloba, la integra, la modifica
parcialmente y, sobre todo, que la utilizará implantándose en
cierto modo en ella, incrustándose, efectivamente, gracias a esta
técnica disciplinaria previa. Esta nueva técnica no suprime la
técnica disciplinaria, simplemente porque es de otro nivel, de otra
escala, tiene otra superficie de sustentación y se vale de
instrumentos completamente distintos.
A diferencia de la
disciplina, que se dirige al cuerpo, esta nueva técnica de poder no
disciplinario se aplica a la vida de los hombres e, incluso, se
destina, por así decirlo, no al hombre/cuerpo sino al hombre vivo,
al hombre ser viviente; en el límite, si lo prefieren, al
hombre/especie. Más precisamente, diría lo siguiente: la disciplina
trata de regir la multiplicidad de los hombres en la medida en que
esa multiplicidad puede y debe resolverse en cuerpos individuales que
hay que vigilar, adiestrar, utilizar y, eventualmente, castigar.
Además, la nueva tecnología introducida está destinada a la
multiplicidad de los hombres, pero no en cuanto se resumen en cuerpos
sino en la medida en que forma, al contrario, una masa global,
afectada por procesos de conjunto que son propios de la vida, como el
nacimiento, la muerte, la producción, la enfermedad, etcétera.
Por lo tanto, tras un primer
ejercicio del poder sobre el cuerpo que se produce en el modo de la
individualización, tenemos un segundo ejercicio que no es
individualizador sino masificador, por decirlo así, que no se dirige
al hombre/cuerpo sino al hombre-especie. Luego de la del cuerpo
humano, introducida durante el siglo XVIII, vemos aparecer, a finales
de éste, algo que ya no es esa sino lo que yo llamaría una de la
especie humana.
¿Cuál es el interés
central en esa nueva tecnología del poder, esa biopolítica, ese
biopoder que está estableciéndose? Hace un momento lo señalaba en
dos palabras: se trata de un conjunto de procesos como la proporción
de los nacimientos y las defunciones, la tasa de reproducción, la
fecundidad de una población, etcétera. Estos procesos de natalidad,
mortalidad y longevidad constituyeron, a mi entender, justamente en
la segunda mitad del siglo XVIII y en conexión con toda una masa de
problemas económicos y políticos (a los que no me voy a referir
ahora), los primeros objetos de saber y los primeros blancos de
control de esa biopolítica. En ese momento, en todo caso, se pone en
práctica la medición estadística de esos fenómenos con las
primeras demografías. Es la observación de los procedimientos más
o menos espontáneos o más o menos concertados que se ponían
efectivamente en práctica entre la población con respecto a la
natalidad; en síntesis, si lo prefieren, el señalamiento de los
fenómenos de control de los nacimientos tal como se practicaban en
el siglo XVIII. Fue también el esbozo de una política en favor de
la natalidad o, en todo caso, de esquemas de intervención en los
fenómenos globales de la natalidad. En esta biopolítica no se
trata, simplemente, del problema de la fecundidad. Se trata también
del problema de la morbilidad, ya no sencillamente, como había
sucedido hasta entonces, en el plano de las famosas epidemias cuya
amenaza había atormentado a tal punto a los poderes políticos desde
el fondo de la Edad Media (esas famosas epidemias que eran dramas
temporarios de la muerte multiplicada, la muerte que era inminente
para todos).
En ese momento, a fines del
siglo XVIII, no se trata de esas epidemias sino de algo distinto: en
líneas generales, lo que podríamos llamar las endemias, es decir,
la forma, la naturaleza, la extensión, la duración, la intensidad
de las enfermedades reinantes en una población. Enfermedades más o
menos difíciles de extirpar y que no se consideran, como las
epidemias, en concepto de causas de muerte más frecuente sino como
factores permanentes así se las trata de sustracción de fuerzas,
disminución del tiempo de trabajo, reducción de las energías,
costos económicos, tanto por lo que deja de producirse como por los
cuidados que pueden requerir. En suma, la enfermedad como fenómeno
de población: ya no como la muerte que se abate brutalmente sobre la
vida —la epidemia— sino como la muerte permanente, que se desliza
en la vida, la carcome constantemente, la disminuye y la debilita.
En
Defender la sociedad, de Michel Foucault.
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