¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Simone de Beauvoir: ¿Escribir qué?

Al día siguiente la radio confirmó la derrota alemana. "Es verdaderamente la paz que comienza —se repitió Enrique sentándose a su escritorio—. ¡Por fin puedo escribir!" Resolvió: "Me las arreglaré para escribir todos los días."

¿Escribir qué? No lo sabía y se alegraba; las otras veces sabía demasiado. Esta vez trataría de dirigirse al lector sin premeditación, como se escribe a un amigo; y quizá lograría decirle todas esas cosas que nunca habían encontrado lugar en sus libros, demasiado construidos. ¡Tantas cosas que uno quisiera retener con palabras y que se pierden! 


Alzó la cabeza y miró a través de la ventana el cielo frío. Lástima pensar que iba a ser una mañana perdida; todo parecía tan precioso esta mañana: el papel blanco, el olor a alcohol y a tabaco enfriado, la música árabe que subía del café vecino; Notre—Dame estaba fría como el cielo, un atorrante bailaba en medio de la callejuela, llevaba un enorme cuello de plumas azules y dos mujeres endomingadas lo miraban riendo.

Era Navidad, era la derrota alemana y algo se reanudaba. Sí, todas esas mañanas, todas esas noches que había dejado correr entre sus dedos durante esos cuatro años, Enrique trataría de recuperarlos durante treinta años; no se puede decir todo, de acuerdo; pero por lo menos se puede tratar de expresar el verdadero gusto de la propia vida: cada una tiene un gusto que no es sino de ella y hay que decirlo o no vale la pena escribir. "Hablar de lo que he amado.. de lo que amo, de lo que soy."

Dibujó un ramo. ¿Quién era él? ¿A quién encontraba después de esa larga ausencia? Es difícil desde adentro definirse y limitarse. No era un maniático de la política ni un fanático de la literatura, ni un gran apasionado; se sentía más bien mediocre; pero en realidad no le molestaba. Un hombre como todo el mundo que hablara sinceramente de sí mismo, hablaría en nombre de todo el mundo, para todo el mundo. La sinceridad: era la única originalidad a la que apuntaba, la única consigna que tenía que imponerse. 


Agregó una flor a su ramo. No es tan fácil ser sincero. No encaraba la posibilidad de confesarse, y quien dice novela dice mentira. Ah, ya estudiaría eso más adelante. Por el momento no había que complicarse con problemas. Partir al azar, empezar no importa cómo; por los jardines de El—Oued bajo la luna. El papel estaba desnudo, había que aprovechar.

En Los mandarines, de Simone de Beauvoir.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario