Las
sexualidades periféricas son aquellas que traspasan la frontera de
la sexualidad aceptada socialmente: heterosexual, monógama, entre
personas de la misma edad y clase, con prácticas sexuales suaves,
que rechaza el sadomasoquismo, el intercambio de dinero y el cambio
de sexo. En cambio, las sexualidades periféricas están basadas en
la resistencia a los valores tradicionales, y al asumir la
transgresión, muchas veces el precio que se tiene que pagar es el
rechazo social, la discriminación y el estigma.
En
respuesta a la marginación que está presente en todas las
instituciones sociales, desde la familia hasta los espacios
educativos y los laborales, la Teoría Queer intenta cambiar el
sentido de la injuria para convertirla en un motivo de estudio, e
incluso de orgullo. Así, ser diferente se toma como una categoría
de análisis para denunciar los abusos que se presentan desde la
misma ciencia, ya que los textos científicos han sido por lo general
elaborados por personas de género masculino, de raza blanca, de
preferencia heterosexual, de clase media y de religión cristiana.
Dejándose invisibles a otros colectivos como las mujeres, los
negros, los indígenas, los homosexuales, los transexuales, los
pobres, los musulmanes, los panteístas, y un largo etcétera. Es por
ello que la Teoría Queer intenta dar voz a estas identidades que han
sido acalladas por el androcentrismo, la homofobia, el racismo y el
clasismo de la ciencia.
En
el primer apartado de este artículo se analizará el surgimiento de
la Teoría Queer a partir de una identidad deteriorada, en la que se
incorporan a la ciencia aquellas personas que han sido discriminadas
para hablar de sí mismos y de las condiciones de exclusión del
sistema social dominante.
Surgimiento
de los
estudios
queer.
La
palabra inglesa queer tiene varias acepciones. Como sustantivo
significa “maricón”,
“homosexual”,
“gay”;
se ha utilizado de forma peyorativa en relación con la sexualidad,
designando la falta de decoro y la anormalidad de las orientaciones
lesbianas y homosexuales. El verbo transitivo queer expresa el
concepto de “desestabilizar”,
“perturbar”,
“jorobar”;
por lo tanto, las prácticas queer se apoyan en la noción de
desestabilizar normas que están aparentemente fijas. El adjetivo
queer significa “raro”,
“torcido”,
“extraño”.
La palabra queer la encontramos en las siguientes expresiones: to
be queer in
the
head
(estar mal de la cabeza); to
be in queer street
(estar agobiado de deudas); to
feel queer
(encontrarse indispuesto o mal); o queer
bashing
(ataques violentos a homosexuales). El vocablo queer no
existiría sin su contraparte straight, que significa “derecho”,
“recto”, “heterosexual”. Queer refleja la
naturaleza subversiva y transgresora de una mujer que se desprende de
la costumbre de la femineidad subordinada; de una mujer masculina; de
un hombre afeminado o con una sensibilidad contraria a la tipología
dominante; de una persona vestida con ropa del género opuesto,
etcétera. Las prácticas queer reflejan la transgresión a la
heterosexualidad institucionalizada que constriñe los deseos que
intentan escapar de su norma (Mérida, 2002).
El
vocablo queer no tiene traducción al español. La Teoría Queer se
ha intentado traducir como teoría torcida, teoría marica, teoría
rosa, teoría “entendida”, teoría transgresora; sin embargo,
casi siempre se pierde el sentido preciso de la palabra inglesa, por
lo que pensamos que es preferible utilizarla en el idioma original
(Llamas, 1998; Guasch, 1998, 2000; Mérida, 2002).
La
aparición de los estudios queer tiene su origen en un complejo
contexto social en Estados Unidos. En primer término, surgen a
partir de nuevas teorías sobre la sexualidad (Foucault, 1976; Weeks,
1998); de los descubrimientos sobre la tolerancia a la homosexualidad
desde la Antigüedad y hasta la Alta Edad Media de Boswell (1980); de
la aparición del artículo de Adrienne Rich (1996) sobre la
heterosexualidad obligatoria y la existencia lesbiana; y de las
evidencias arqueológicas de comportamientos homosexuales en la
Grecia antigua de Dover (1980). Posteriormente, habría que destacar
el cambio social surgido a partir de los movimientos en favor de los
derechos de las mujeres, de los homosexuales, la lucha contra el sida
y la incorporación a las ciencias de otros investigadores, además
de los ancestrales hombres blancos, heterosexuales, burgueses, de
mediana edad y protestantes. Asimismo, el creciente interés de las
instituciones universitarias por estudiar las sexualidades también
provocó un aliciente para los estudios queer.
La
identidad performativa de Judith Butler.
Los
estudios de género han sido emparentados con la Teoría Queer, pues
ambos discuten las identidades (mujeres en el primer caso, gays y
lesbianas en el segundo), reformulando nuevos procesos de
identificación y de diferenciación en torno a la sexualidad. Judith
Butler (2000a) ha ejercido una gran influencia dentro de la teoría
feminista y en los estudios queer por proponer una concepción del
género imitativa y representativa. Gender
Trouble
es el texto iniciático de la Teoría Queer; en él Butler (1990)
señala que el género es esencialmente
identificación, que consiste en una fantasía dentro de otra
fantasía: El género se define, de acuerdo con Butler, en lo que
denomina el performance,
esto es, la repetición que imita constantemente la fantasía que
constituyen las significaciones de manera encarnada. Bajo esta
visión, los comportamientos tan criticados como el amaneramiento de
algunos gays y transexuales, o las relaciones butch (camionera)/feme
con su imitación particular del género revelan, según Butler, la
estructura imitativa propia del género.
En
“Imitación e
insubordinación de género”
(2000a) Butler se cuestiona sobre la posibilidad de teorizar como
lesbiana, por ser esta una categoría de identidad, un requerimiento
a convertirse en aquello que ya se es. Las categorías de identidad
tienden a ser instrumentos de regímenes regularizadores, tanto si
obran como categorías normalizadoras de estructuras opresoras, como
si sirven de encuentro para una oposición liberadora. Es decir, la
categoría “lesbiana” es tan reguladora como lo es la categoría
“heterosexual”. Para Butler, cualquier categoría de identidad
controla el erotismo, describe, autoriza y, en mucho menor medida,
libera. La teoría no debería entenderse en el simple sentido de
contemplación desinteresada, sino que es totalmente política.
Butler rechaza convertirse en defensora de alguna teoría que
legitime y domestique los estudios sobre homosexualidad/lesbianismo
para entrar en el mundo académico, a través de prácticas
elitistas. Parte de la idea foucaultiana de que hablar de
“homosexualidad” es en sí mismo una extensión del discurso
homofóbico.
Nombrar
el lesbianismo es al mismo tiempo evocar al instrumento de poder,
pero también un punto de resistencia a la opresión. ¿La sexualidad
deja de ser sexualidad tras someterla a la absoluta explicitud?
Butler
afirma que los vocablos “lesbiana” y “gay” no brindan ninguna
revelación transparente. Existen por la necesidad de representar a
un sector político oprimido. Como paradigma de lo que exige ser
controlado, regulado y clasificado en un espacio de ruptura,
confusión y conflicto. Esta es la finalidad de los discursos
médico-jurídicos que han definido a gays y lesbianas como
identidades imposibles, desastres naturales y errores de
clasificación. Butler considera que la naturaleza de la
homosexualidad es como un disfraz necesario cuyo objetivo es
“representar”: soy lesbiana de una forma más totalizadora y
completa mientras la representación Teoría Queer: la
de-construcción de las sexualidades periféricas exista en la
forma en que esa naturaleza lesbiana se afirma, se instituye, circula
y se crea. No se trata de una actuación, de un “yo” que
interpreta su lesbianismo como un papel, sino de un juego arraigado
en lo psíquico a través de una repetida representación del “yo”
lesbiano.
Para
Butler todo lo que somos es una imitación, una sombra de la
realidad. La heterosexualidad forzosa se presenta como lo auténtico,
lo verdadero, lo original. “Ser” lesbiana es una forma de
imitación, un nulo esfuerzo por participar en la fantasmática
plenitud de una heterosexualidad naturalizadora. El travestismo no es
una imitación de un género auténtico, sino que es la misma
estructura imitativa que asume cualquier género. No hay género
“masculino” propio del varón, ni uno “femenino” que
pertenece a las mujeres; el género es consecuencia de un sistema
coercitivo que se apropia de los valores culturales de los sexos. Es
un modo de representación y aproximación, razón por la cual el
travestismo es la forma más corriente en que los géneros se
teatralizan, se apropian, se usan y se fabrican. La heterosexualidad
debe asumirse como una repetición coercitiva y obligada de los
fantasmas ontológicos “hombre” y “mujer”, que exigen ser los
fundamentos normativos de lo real. Sin embargo, el sujeto no elige la
actuación del género libremente, sino que tal representación de la
heterosexualidad es obligatoria, bajo amenaza de sufrir castigo y
violencia por cruzar las fronteras del género; aunque la
transgresión también provoca encanto y placer.
Extraído
de La
Teoría Queer: la
de-construcción de las sexualidades periféricas,
de Carlos
Fonseca Hernández
y María
Luisa Quintero Soto.
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