Desde un costado del
escenario principal del Teatro Real, Osvaldo Bayer se
levantaba el jueves por la noche con evidente dificultad. Cada paso
que daba parecía demandar un gran esfuerzo. Como en todo, persistió
hasta llegar al centro y saludar. Acababa de encabezar uno de los
tres homenajes a Juan Gelman –Juan Poeta, como lo
llama-. Todo en el marco de la Feria del Libro de Córdoba 2016.
“La lucha pasada,
presente y futura, está en tu poesía”, había leído unos
minutos antes, cuando le tocó repasar la carta que le envió al
poeta en los años de exilio. Como a tantos, el destierro con el que
los castigó la última dictadura militar los unió mucho más. La
reflexión sobre esa otra tragedia los obsesionó a ambos.
En aquella correspondencia
también se puede leer algo que aquel Bayer le podría decir al de
hoy: “Todo está allí, en tu obra, para siempre. No la podrán
ni destruir ni matar ni secuestrar ni torturar ni encarcelar. Está y
estará allí, permanente”.
Con 89 años, Bayer soporta
en la actualidad el trajín que hoy sólo padecen los youtubers que
se presentan en cualquier feria del libro. Como un Rolling
Stone, convoca a jóvenes estudiantes de secundaria y a sus
contemporáneos. Según su agenda, en tres días no parará de ir y
venir por toda la ciudad de Córdoba. Ahora nos recibe a nosotros, un
grupo de periodistas que anhelan ser algún día tan jóvenes como
él. “¿Hay algo fuerte para tomar? Un vino tinto estaría
bien”, solicita amablemente a la dueña de casa.
“Es increíble que
hayamos votado a Macri”, se repite Bayer en más de una
oportunidad y a lo largo de toda la charla. Como historiador que es,
no duda en señalar que los argentinos “volvimos a votar a los
conservadores del año ´30”.
Sobre aquellas primeras
décadas del siglo pasado, concentró gran parte de su trabajo
periodístico. La llegada de inmigrantes, con su fuerza de trabajo y
sus ideas libertarias, el rol del anarquismo y el socialismo en los
primeros gremios, la Semana Trágica, la Patagonia Rebelde, Severino
Di Giovanni. Toda su bibliografía mental, tras 70 años de
investigación, lo llevan a aquella época para hablar del 2016.
“Esto, para mí, va a
terminar muy mal”, advierte pensativo. “Así que hay que
ir preparándose desde las bases. No puede ir para adelante un
gobierno absolutamente conservador”.
Bayer es el mismo. Sus ideas
se mantienen firmes, estoicas ante las idas y venidas de la historia.
Tan firmes como su cuerpo reposado en el margen derecho del sillón.
Cada vez que lo invitaron a debatir sobre la violencia a lo largo de
su carrera, enrostrándole con críticas algunas de sus obras, no
esquivó el convite.
“Una cosa puede ser el
terrorismo como medio de llegar al poder, otro, como método para
combatir al tirano. El segundo es donde está encuadrado el de
Severino Di Giovanni”, le respondió a Alvaro Abós en un gran
debate mano a mano con varios capítulos que se publicó entre 1985 y
1986 en la revista Fierro. Allí mismo se distanció de los
intelectuales que se cubren con “el manto generalizador del
acostumbrado `yo estoy en contra de toda violencia´”, que sólo
deriva en la negación de “la violencia de abajo”.
“La democracia de
base es la que nos puede salvar a nosotros y la que nos puede dar un
mejor sistema”.
Pero así como se declara
anarquista, también se considera un pacifista. Y no hay
contradicción. Como estudioso aún reflexiona sobre la injusticia
social y sus consecuencias. Como periodista y militante vivió la
realidad más allá de las ideas. Por eso nos llama a “actuar
siempre” y apela a la organización de las bases, al trabajo
desde los barrios y al debate en asambleas, como aquellas que
renacieron y se multiplicaron en 2001.
“Hay que darle cada vez
más poder a las bases. Yo creo que el tema de las asambleas es el
más interesante”, comenta mientras le brillan los ojos y ensaya
una sonrisa. “Hay que darles más fuerza a las asambleas y tratar
de ganar los sindicatos, eso es fundamental, porque están caídos en
una burocracia tremenda. La democracia de base es la que nos puede
salvar a nosotros y la que nos puede dar un mejor sistema”.
“Yo estuve participando
en las asambleas barriales durante los últimos gobiernos y la verdad
que fueron un gran ejemplo. Venían las mismas viejitas del barrio y
hablaban. Lo hacían por primera vez en sus vidas… ¡Qué bien lo
hacían! Contaban sus experiencias. Por primera vez lo hacían”.
Como gran símbolo de la
desigualdad la Villa 31 es un emblema que para Bayer se repite en
cada ciudad del país, en cada rincón de las provincias, donde la
falta de urbanización deja al desnudo la miseria social: “Ese
barrio norte cada vez más rico y esas villas cada vez más pobres.
En las casuchas se sube al primer piso con una escalera de mano,
trepando por las ventanas. Allí está la verdadera pantalla, la
imagen que tenemos de nuestra sociedad y que tenemos que tomar para
solucionarlo”.
No
hay fórmulas secretas en el pensamiento del periodista. Se trata de
ideas y de luchas. Pensar y hacer: “Tenemos
que seguir luchando. Tenemos que seguir aprendiendo de las
experiencias, algo que es difícil.
Es un periodo muy difícil, no es fácil, pero hay que hacerlo porque
si no, seguiremos así”.
El “seguir así”
de Bayer no comienza con Mauricio Macri. Durante la última
presidencia de Cristina Fernández de Kirchner le costó numerosas
críticas el decir algo que sostiene desde antes del mismo
kirchnerismo: “Yo siempre sostengo que mientras haya villas
miserias no hay verdadera democracia. Por lo menos las verdaderas
democracias deben dar un techo digno y un pan a todos los pobres del
pueblo. Por lo menos”.
Con sus casi 90 años no hay
dudas de que Osvaldo Bayer sigue vigente. (...) Y es
por eso que al hablar lo hace con el ejemplo de ahora y de siempre:
“El intelectual debe dar la cara, no esconderse debajo de las
sábanas, y estar siempre junto a los oprimidos y contra la
oligarquía”.
Esas mismas palabras utilizó
cuando lo hicieron recordar a Rodolfo Walsh y a Juan Gelman en el
Real la noche anterior. Desde el escenario aseguró que aún escribe
“todo el día” a pesar de sus andanzas: “Escribo a la
mañana, al mediodía y a la noche también me quedo. El silencio de
la noche es un gran aliado del escritor. Ahora me está costando
mucho, porque uno va envejeciendo. Qué injusto es Dios”, se
lamentó con una sonrisa cómplice que delataba cierta sorna ante los
infructuosos intentos de la vejez por querer arrebatarle la juventud
del alma.
Ahora,
sentado desde el sillón, aún tiene aire en los pulmones como para
alentarnos: “No
hay que ser negativos. Hay que confiar en el futuro y seguir
transmitiendo esto, la democracia de base, la verdadera igualdad de
clases. Es la única solución para la sociedad y para la paz entre
los hombres”.
En
la tinta, periodismo hasta mancharse.
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