Entrevista
al premio Nobel de medicina Richard J. Roberts:
¿Qué
modelo de investigación le parece más eficaz, el estadounidense o
el europeo?
Es
obvio que el estadounidense, en el que toma parte activa el capital
privado, es mucho más eficiente. Tómese por ejemplo el espectacular
avance de la industria informática, donde es el dinero privado el
que financia la investigación básica y aplicada, pero respecto a la
industria de la salud... Tengo mis reservas.
Le
escucho.
La
investigación en la salud humana no puede depender tan sólo de su
rentabilidad económica. Lo que es bueno para los dividendos de las
empresas no siempre es bueno para las personas.
Explíquese.
La
industria farmacéutica quiere servir a los mercados de capital...
Como
cualquier otra industria.
Es
que no es cualquier otra industria: estamos hablando de nuestra salud
y nuestras vidas y la de nuestros hijos y millones de seres humanos
(...) las farmacéuticas a menudo no están tan interesadas en
curarle a usted como en sacarle dinero, así que esa investigación,
de repente, es desviada hacia el descubrimiento de medicinas que no
curan del todo, sino que cronifican la enfermedad y le hacen
experimentar una mejoría que desaparece cuando deja de tomar el
medicamento.
Es
una grave acusación.
Pues
es habitual que las farmacéuticas estén interesadas en líneas de
investigación no para curar sino sólo para cronificar dolencias con
medicamentos cronificadores mucho más rentables que los que curan
del todo y de una vez para siempre. Y no tiene más que seguir el
análisis financiero de la industria farmacológica y comprobará lo
que digo.
Hay
dividendos que matan.
Por
eso le decía que la salud no puede ser un mercado más ni puede
entenderse tan sólo como un medio para ganar dinero. Y por eso creo
que el modelo europeo mixto de capital público y privado es menos
fácil que propicie ese tipo de abusos.
¿Un
ejemplo de esos abusos?
Se han dejado de investigar
antibióticos porque son demasiado efectivos y curaban del todo. Como
no se han desarrollado nuevos antibióticos, los microorganismos
infecciosos se han vuelto resistentes y hoy la tuberculosis, que en
mi niñez había sido derrotada, está resurgiendo y ha matado este
año pasado a un millón de personas.
¿No
me habla usted del Tercer Mundo?
Ese es otro triste capítulo:
apenas se investigan las enfermedades tercermundistas, porque los
medicamentos que las combatirían no serían rentables (...) Al
capital sólo le interesa multiplicarse. Casi todos los políticos -y
sé de lo que hablo- dependen descaradamente de esas multinacionales
farmacéuticas que financian sus campañas. Lo demás son palabras...
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La medicalización.
Medicar es un acto médico.
Aquí el fármaco se transforma en un instrumento del equipo
interdisciplinario -a veces, necesario- para trabajar con el
padecimiento subjetivo. En cambio la medicalización alude a los
factores políticos, sociales y económicos que intervienen en la
producción, distribución y venta de las grandes industrias de
tecnología médica y farmacológica.
La medicalización es un
término que se viene usando desde hace muchos años para demostrar
los efectos en la medicina de la mundialización capitalista donde lo
único que importa es la ganancia. Es así como las grandes
industrias redefinen la salud humana acorde a una subjetividad
sometida a los valores de la cultura dominante. Su resultado es que
el sujeto atrapado en las “pasiones tristes” encuentra en una
pastilla la ilusión de una felicidad transitoria. De allí que
muchos procesos normales como el nacimiento, la adolescencia, la
vejez, la sexualidad, el dolor y la muerte se presentan como
patológicos a los cuales se les puede aplicar un remedio para su
solución. Al dar una resignificación médica a circustancias de la
vida cotidiana el sujeto no sólo se convierte en un objeto pasible
de enfermedad, sino también culpable por padecerla. La búsqueda de
la salud se transforma en una exigencia que en muchas ocasiones
genera enfermos imaginarios de enfermedades creadas por los propios
laboratorios.
En La subjetividad
asediada. Medicalización para domesticar al sujeto, de Enrique
Carpintero.
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