¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

miércoles, 26 de octubre de 2016

Pensar al hombre en una época posthumanista: algunas anotaciones sobre la noción sloterdijkeana de “hombre operable”.

Con anterioridad se mencionó que el gran mérito de Heidegger fue plantear de nuevo la pregunta crucial de nuestro tiempo, a saber, ¿qué amansará al hombre luego del fracaso del humanismo? Pues bien, Sloterdijk no expone un nuevo proyecto de amansamiento o domesticación, pero sí sugiere que el desarrollo de la biotecnología (el antiquísimo sueño eugenésico) es un tema que es necesario afrontar directamente cuando afrontemos los escenarios posibles de futuro para nuestra especie.

Si el humanismo ha fracasado en su empresa; si lo que tenemos frente a nosotros cuando mentamos la palabra hombre es un proceso anónimo biocultural que se expone biológica e históricamente, entonces no hay algo que debamos abandonar con mayor premura que la idea de una esencia humana que se repite en todos y cada uno de los representantes de la especie. El concepto que Sloterdijk esgrime para plantear su oposición a la noción clásica de hombre se encierra en el concepto de hombre operable.


Fundamentalmente, la noción hombre operable alude a una cierta condición antropobiológica. Esta condición está determinada por los siguientes mecanismos:

El mecanismo de instalación

El mecanismo de instalación o aclimatación consiste en el hecho de que “grupos (de seres vivos en general) que viven juntos producen por su campo de proximidad e interacción un clima interior que funciona para sus habitantes como un nicho” (Sloterdijk, 199, p. 179). Apelando al biólogo y zoólogo Hugh Miller, Sloterdijk muestra la situación de ciertos ejemplares dentro de una horda que producen en las periferias del grupo el efecto de “une paroi vivante sur la face interne de laquelle apparait un avantage climatique pour les individus de groupe qui séjournent habituellement au centre”15 (Sloterdijk, 1999, p. 46). En este sentido, el mecanismo de instalación indica aquella situación en virtud de la cual ciertas especies animales (si no todas) tienen la capacidad de aclimatar el espacio que habitan con miras a salir airosos en la lucha por la existencia. Indudablemente hay aquí una fuerza plástica (creadora) que es el resultado a su vez de interacciones entre especies o ejemplares al interior de un grupo.

El mecanismo de supresión de los cuerpos

El mecanismo de supresión de los cuerpos tiene que ver, básicamente, con el impacto que debió tener sobre el animal pre Homo sapiens el uso de herramientas (he aquí el inicio de la carrera tecnológica). Desde una perspectiva ontológica, el uso de herramientas tecnológicas como las piedras permitió ampliar las distancias y por tanto distensionar la relación del animal pre Homo sapiens con el entorno. La supresión de los cuerpos implica “la sortie de la prison formée par la relation biologiquement déterminée avec l´environnement”16. (Sloterdijk, 1999, p. 46). En este sentido, el uso de herramientas tecnológicas permite a los animales pre Homo sapiens separarse del determinsimo de la relación con el entorno y, en cierta medida, introducir una serie de acciones nuevas en el entorno que serán como el primer despuntar del mundo humano.

El mecanismo de la neotenia

Del mecanismo de la neotenia –que significa, en términos muy generales, el hecho de que en el hombre se conservan ciertos rasgos fetales que determinan precisamente su inadaptación al entorno (falta de vello corporal, ortognatismo, foramen magnum en posición central)– dependen dos situaciones de suma importancia: en primer lugar, como ya se anotó anteriormente, su inadaptación biológica; y en segundo lugar, el particular desarrollo de la masa cerebral debido precisamente a la amplitud de la cavidad craneana. En virtud de su inadaptación y labilidad biológicas (ser abierto) y con base en su capacidad cerebral y su inteligencia particulares, el Homo sapiens se instala en el mundo y climatiza su entorno a través de la cultura. Gracias a ella puede cargar a lo largo de su existencia la huella indeleble de su inadaptación (cultura es el nombre que se le da a la manera como el mecanismo de instalación, el uso de la tecnología y el mecanismo de transposición –basados todos en la condición neoténica del hombre– interactúan en la configuración de lo que se denomina mundo).

El mecanismo de transposición

Este mecanismo es de suma importancia y significa que en vista de las capacidades del Homo sapiens (fundamentalmente de su capacidad cerebral) este ha adquirido la potencia de interiorizar lo externo, lo extraño y al mismo tiempo de exteriorizar estados internos. De acuerdo con Sloterdijk, el lenguaje es el órgano universal de la transposición, pues a través de él no solo nos apropiamos el mundo cercano cuando lo nombramos, sino también nos permite aproximar a nuestros espacios habitables aquello que resulta inquietante y extraño. Es esta, entonces, una capacidad de simbolización de lo real (de lo que se experimenta en torno) profundamente vinculada con la capacidad de aprendizaje del Homo sapiens.

En este orden de ideas, la noción de hombre operable se refiere a aquella condición según la cual:

[…] pensar al homo humanus significa dar cuenta del nivel en que rige la ecuación de ser humano y claro. Tal como sabemos ahora, el claro, empero, no puede pensarse pasando por alto su origen tecnogénico. El hombre no se encuentra en el claro con sus manos vacías, ni como un pastor alerta, inerme junto al rebaño, como sugieren las metáforas pastorales de Heidegger (Sloterdijk, 2001, p. 08).


Con esta afirmación Sloterdijk va más allá de Heidegger. Si se parte de tales supuestos es inconcebible habitar hoy un mundo por fuera de las coordenadas digitales y virtuales que son las de nuestro mundo. Si el personaje heideggeriano por antonomasia construye su hogar en el corazón de una montaña frondosa y se dispone en silencio para escuchar los mensajes emitidos por el ser, el personaje sloterdijkeano transita las grandes avenidas virtuales de la información, dispuesto siempre a experimentar en sí mismo todo el potencial de autotransformación que la tecnología trae consigo.

No obstante, Sloterdijk no celebra irreflexivamente el potencial desatado por los poderes de la ciencia y de la técnica en el mundo contemporáneo. En efecto, el filósofo alemán matiza su concepción del hecho tecnológico a la luz de una doble clasificación que define dos maneras diferentes de concebir y llevar a la práctica la tecnogénesis, a saber, las nociones de alotecnología y homeotecnología.

La alotecnología está profundamente vinculada con la metafísica clásica, la cual está basada a su vez en una ontología monovalente (aquella concepción según la cual el ser es y el no ser no es) y una lógica bivalente (lo que es verdadero no es falso; lo que es falso no es verdadero). Según Sloterdijk este tipo de metafísica ha configurado una noción errada, violenta y desproporcionada del acontecimiento tecnológico y de su significación para el ser humano.

En efecto, diferenciaciones dualistas tales como cuerpo-alma, sujeto-objeto, materia-espíritu y libertad-mecanismo, entre otras, han llevado a los filósofos clásicos a abordar la realidad de una manera inadecuada y a producir falsas descripciones de la misma: “Dividen a los entes en subjetivos y objetivos y colocan el alma, el yo y lo humano en un lado, y la cosa, el mecanismo y lo inhumano en el otro. La aplicación práctica de esta distinción se llama dominación”17 (Sloterdijk, 2001, p. 05).

Si desde una perspectiva teórica la alotecnología se deriva de la metafísica clásica, desde una perspectiva práctica se explicita en la relación sujeto-amo frente a objeto-esclavo; es decir, parte del supuesto según el cual el sujeto-pensante dueño de la ciencia y los dispositivos técnicos ejerce un poder absoluto sobre una materia basta y servil:

De esto surge una imagen de la técnica que sigue el modelo de las herramientas simples y las máquinas clásicas: todas ellas son medios esencialmente alotecnológicos en la medida en que ejecutan reestructuraciones violentas y contranaturales de todo lo que encuentran, y en tanto que usan materia para fines que son indiferentes o ajenos a la materia misma (Sloterdijk, 2001, p. 9).


En conclusión, el concepto de alotecnología se condensa en una descripción reduccionista clásica de los entes, y en un ejercicio práctico de dominación cabal de la materia por parte de un sujeto que ha logrado apropiarse lo real a través de una supuesta apropiación de la verdad.

Lo que Sloterdijk entiende por homeotecnología supone, en cambio, un desplazamiento sustancial en relación con la tradición del pensamiento clásico sobre la técnica. El filósofo alemán procura definir su concepción de la homeotecnología a través del postulado hay información, y de sus consecuencias ontológicas y prácticas. Si la visión alotecnológica consiste en una falsa descripción dualista de los entes (entes humanos-entes no humanos, sujeto-objeto, alma-mecanismo) y en una práctica de dominación de la materia, la visión homeotecnológica implica una clara disolución de los límites dualistas de la ontología clásica y una práctica caracterizada más bien por la cooperación.

Del autómata impulsado por resortes, de la sustancia meramente extensa, puesta allí delante de un sujeto que la percibe, la conoce y la usa, se pasa a organismos vivos autopoiéticos 18 capaces de organizarse y regular sus relaciones con el entorno. Es el paso de la heteronomía de la materia a la autonomía de los sistemas informados e inteligentes en la naturaleza. Y, por tanto, es al mismo tiempo la crisis del dualismo sujeto-objeto y de los fundamentos mismos de la pretensión de dominación de nuestra especie sobre la realidad. Que sea el mismo Sloterdijk quien lo formule:

La homeotecnología, al tener que vérselas con información realmente existente, no hace más que avanzar en el camino de la no-violación de los entes; gana en inteligencia inteligentemente, creando así nuevos estados de inteligencia. Toma en cuenta las cualidades de los cuerpos. Debe apoyarse en estrategias cointeligentes, coinformativas, incluso allí donde se aplica egoísta y regionalmente como ocurre en las tecnologías convencionales (Sloterdijk, 2001, p. 10).

Esta definición general de la práctica homeotecnológica (que es, de hecho, un modo auténtico de relación con la tecnología como medio de transformación de sí) echa por tierra las acusaciones de los detractores de Sloterdijk -entre los que se hallan filósofos como Habermas y Tugenhadt 19. El mismo Sloterdijk no deja de burlarse de aquellos embotados malos lectores de Nietzsche (los nazis), quienes vieron en la idea del superhombre una invitación directa a experimentar la desinhibición y un retorno a lo animal. Además, es claro para aquel que se acerca concienzudamente a Normas para el parque humano que el autor es consciente del despropósito político del pensamiento de Heidegger.

En efecto, las promesas de la biotecnología en el mundo contemporáneo deben apuntar a un horizonte ético-político basado en el principio de cooperación (el ser humano está inscrito en una red de organismos y sistemas de vida inteligentes y autoproductivos con los cuales debe interactuar de manera inteligente), y no ya en el principio de dominación que ha sido el resultado de la metafísica clásica y del humanismo. En La Domestication del´Etre, Sloterdijk no despeja a cabalidad este nuevo horizonte ético-político ni elucida el principio de cooperación que habrá de guiar una práctica homeotecnológica. Habría que esperar a las tesis contenidas en su trilogía Esferas para ver quizá desarrolladas tales tesis. No obstante, el objetivo de este ensayo era reconstruir la crítica de Sloterdijk al humanismo para proyectar al mismo tiempo nuevas perspectivas para el pensamiento filosófico a la luz de lo que el filósofo alemán denomina el acontecimiento del posthumanismo.
 
15. “Una pared viva sobre la cara interna de la cual aparece una ventaja climática para los individuos del grupo que habitualmente permanecen en el centro”. (La traducción es mía).

16. “La salida de la prisión formada por la relación, biológicamente determinada, con el entorno”.

17. En el panorama de la filosofía moderna, René Descartes es uno de los pensadores que expresa de manera concisa esta visión alotecnológica basada en una ontología monovalente y en una lógica bivalente. En efecto, Descartes define el mundo material (la naturaleza) por un atributo fundamental: la extensión. En este sentido, el universo es una enorme maquinaria compuesta por
cuerpos extensos que interactúan de manera causal y cuantificable. La acción de medir y establecer tales proporciones y acciones y reacciones entre los cuerpos que pueblan la realidad material es uno de los principales objetivos de la ciencia (la física). Estos cuerpos (cuyos atributos centrales son la magnitud, el movimiento y la forma entre otros), su situación espacio-temporal y las relaciones de causalidad entre los mismos configuran los engranajes de la gran máquina de la naturaleza. Por otro lado, si se añade a esta definición de la naturaleza la idea cartesiana del método como aquel camino que la mente recorre y que consiste básicamente en reducir gradualmente las proposiciones complicadas a otras más simples, para procurar luego ir de lo más simple a lo más complejo recomponiendo el orden, entonces queda claro por qué Sloterdijk sostiene que una concepción alotecnológica de la técnica y de la ciencia se expresa cabalmente en una cierta forma de dominación. Reducir el universo a formas extensas y construir un método que permita a la mente descomponer esa realidad en sus partes elementales y traducirlas a proposiciones fundamentales, implica de suyo la apropiación de la realidad por parte del sujeto que conoce en la figura de la verdad científica. Esta apropiación es la forma de dominación de la ciencia y la tecnología clásicas. Ver: DESCARTES, R. (1995). Los principios de la filosofía. Madrid, Alianza Universidad. DESCARTES, R. (1996). Reglas para la dirección del espíritu. Madrid, Alianza editorial.

18 El concepto de autopoieisis se adjudica a los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela. Este concepto puede definirse como la capacidad que tiene un sistema (un ser vivo) para mantener un cierto equilibrio en su relación con el entorno y consigo mismo. Nótese simplemente la diferencia abismal entre esta concepción de la naturaleza y la concepción física de Descartes. Cuando Sloterdijk afirma que es menester pasar del esquema ontológico dualista a la perspectiva de la información se refiere, en cierto sentido, a este tipo de concepciones. Es muy diferente interpretar los entes partiendo del supuesto de que en su funcionamiento y modo de aparecer en el mundo hay una cierta organización y una cierta inteligencia (independientemente
de que tengan consciencia o cerebro), a interpretarlos afirmando que los entes que aparecen en el mundo son solo cosas extensas sin ningún tipo de inteligencia ni finalidad en sí misma. La posición de Maturana y Varela es, desde una perspectiva ontológica, solidaria del postulado “hay información” que plantea Sloterdijk como orientador de la homeotecnología. Para profundizar en las posiciones teóricas de Maturan y Varela, ver: Maturana, Humberto R. (1997). De máquinas y seres vivos, autopoiesis de la organización de lo vivo. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.

19. Para profundizar en el conocidísimo affaire Sloterdijk se puede consultar la siguiente página en Internet: http://multitudes.samizdat.net/-L-affaire-Sloterdijk-.


MÉNDEZ SANDOVAL, C. A. (2013). Peter Sloterdijk: pensar al hombre en una época posthumanista. En: Revista Guillermo de Ockham 11(2). pp. 173-185.

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