¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

jueves, 6 de octubre de 2016

Reflexiones sobre el humor.

El humor como elemento humano.
Se ha explicitado (...) que el humor es humano, la acepción implica que no es una característica de lo no humano o de lo animal. Esta aseveración se da en función de que el humor cumple un objetivo simbólico del hombre al igual que otras formas de conocimiento del mundo. Si bien hay chimpancés que pueden reír en situaciones particulares, la risa de los primates distintos al humano y el humor que nos caracteriza son diferentes, en nuestro caso el símbolo y la razón son necesarios como condición forzosa.

Es de humanos reír, así como es de humanos el conocimiento y el entendimiento de lo que nos rodea. Así como la ciencia, el arte y la religión nos orillan a ser, ¿el humor nos permite ser? Más allá de comportarse de forma burlona e incluso chocante (como un exceso del humor), el humor nos acerca a lo otro, a lo que es diferente de nuestra cualidad y cultura, nos permite la identificación de lo que nos rodea. Característico en la cultura, y como ejemplo el mexicano, la burla a otras culturas, a la idiosincrasia y a las características físicas de los demás (o en ocasiones de uno, cuando queremos disminuir el peso de la realidad de nuestra diferencia con el resto de quienes nos rodean), implican la identificación de lo otro como una consecuencia del simbolismo de nuestra razón, justo como sucede en otras actividades humanas más desarrolladas por la filosofía, como la ciencia.


El humor no es ajeno a ningún ser humano, incluso hay culturas caracterizadas por su sentido del humor y una forma particular de éste. Lo que sugiere una risa siempre estará en función de un contexto y momento en particular, así como por el uso determinado de un lenguaje y los significados que de él emanan sobre las situaciones y las características que podemos distinguir. El humor y el chiste como consecuencia del simbolismo implican forzosamente el uso del lenguaje (hablado o no) en un juego con la cultura de la cual deviene. Independientemente de ello, el humor siempre nos permite expresar elementos que probablemente bajo otra circunstancia no podríamos, como el ser cruel (que según Nietzsche es uno de los placeres más antiguos de la humanidad). El humorismo pareciera estar siempre relacionado con elementos de realidad que implican una discriminación de lo otro, una identificación de una realidad que no necesariamente nos es agradable y una caracterización de paradojas de lo cotidiano (solo posibles en el humano) que se hacen soportables solo por el humor. Y no es que el humor y lo risible refiera solo a elementos del mundo (en el sentido más filosófico del término) que sean difíciles de soportar por el hombre, sino que nos permite la comprensión de las paradojas que constituyen un mundo estructurado bajo el simbolismo humano; es decir, la risa sobre nuestra realidad facilita a nuestra razón el entendimiento de las contradicciones generadas en las estructuras del mundo humano, no en un sentido de consolación sobre una realidad cruel, sino como un recurso de la razón para el entendimiento de lo contradictorio, siendo lo contradictorio característico de lo humano. Así como la razón no permite la comprensión de elementos sin tiempo (siguiendo a Heidegger), la razón no pudiera comprender contradicciones y paradojas en lo humano sin el uso del humor. En estricto sentido el humor no es cosa simple, representa una de las características humanas más importantes y necesarias para la razón.

Se ríe el ser que es mutable, la risa nos ayuda a ese cambio de nosotros mismos y de nuestro mundo. Dios no ríe, no hay nada gracioso frente a él, no le es necesario reír. Para el humano es necesario, ayuda a su razón, al conocimiento y al entendimiento del mundo, al igual que al conocimiento y entendimiento de sí. El humano no deja de reír porque siempre está siendo en la paradoja de su cotidianeidad.

El humor y su relación con el mundo.
El humor es humano e implica un lenguaje y un uso simbólico de la razón. Frente a esta relación de elementos es imprescindible el papel del mundo. El mundo, como la totalidad de lo ente con una estructura determinada, implica el uso del simbolismo, el lenguaje y la razón para su conformación. El humor y la risa que lo acompaña no serían posibles como fenómeno humano sin el elemento del mundo. Heidegger decía que, como Dasein, nuestro ser es en el mundo, en circunstancia y bajo una estructura simbólica de ello. Siguiendo a Heidegger, nuestra conformación siendo en el mundo no pudiera ser sin elementos de nuestra razón que faciliten su entendimiento. El humor es justamente un elemento de comprensión del mundo, sin él, las contradicciones que conforman nuestra sociedad y nuestro ser no tendrían sentido alguno para nuestra razón. ¿Por qué reír de la muerte? ¿Por qué reír de deficiencias físicas? ¿Por qué reír de la política? ¿Por qué reír de lo que nos afecta? ¿Por qué reír de lo que nos mata? Nos reímos para comprender la incongruencia, lo que es incomprensible a nuestra razón. El humor es tan serio que facilita nuestra cordura, ello debido a que estamos dentro de un mundo lleno de incongruencias y paradojas propias de lo humano.


Según Freud, dentro del chiste y del humor están inmersos tabúes de una sociedad; si bien la perspectiva freudiana del humor refiere a éste como un canal a elementos inhibidos o propensos de inhibición y además es propio de la diversión, el humor y el chiste no se dan solo con fines recreativos –aunque su carácter catártico nos orilla muchas veces a buscarlo para tal–, sino que conlleva elementos hermenéuticos del mundo debido a su constitución simbólica y atada a un lenguaje en particular. Si bien el humor puede tener una relación con lo prohibido, su sentido va más hacia su conformación como una válvula frente a un mundo, lo cual lo hace inevitablemente un elemento que se debe comunicar; siguiendo a Freud, ello se debe a que la risa tiene una constitución social.

El humor se da entonces en una sociedad y en un mundo, se genera por éste y para éste, permite su identificación y comprensión y por lo tanto, involucra elementos incongruentes, prohibidos, de malestar y de contradicción que el hombre mismo incluye en sus estructuras mundanas.

El humor como revelador de verdad.
Reírnos de nuestro mundo es un gran placer, implica una catarsis que consideramos necesaria para nuestro bienestar, a tal punto que lo buscamos –en mayor o menor medida– y en lo cotidiano hacemos uso del humor para darnos a entender, para conformar relaciones sociales y para identificarnos con los demás. El humor nos da acceso a una catarsis de nuestro mundo, como si tuviéramos la necesidad de contener elementos de nuestra estructura y así, inevitablemente, buscar su escape por medio del humor. Siguiendo de nueva cuenta a Heidegger, el hombre es el ser en la verdad, dado que el lenguaje es el pastor del ser y el humano es el único capaz de la construcción de lenguaje. Vivimos en la verdad en lo cotidiano y buscamos expresar la verdad, la verdad implica un reconocimiento de nuestro mundo y una búsqueda constante de su aceptación y entendimiento, ya sea a través de la ciencia, del arte o la religión. Es entonces el humor una forma de conocimiento de la verdad y más, una manera de revelar la verdad que permanece oculta, no por sí misma, sino por nuestra estructura mundana y por nuestra capacidad de identificar lo otro y su incongruencia consigo misma y en sí misma.


Inicialmente es el lenguaje lo que nos permite al acercamiento a la verdad, va de la mano con la conformación del pensamiento y del símbolo. El humor, en este caso, es un mecanismo de identificación de verdad, nos permite conocer el mundo, conocer al otro y conocerme a mí mismo, no solo como lo hace el lenguaje, sino que facilita la relación del hombre con su entorno paradójico y haciendo burla de él facilita el entendimiento de la verdad que se nos revela, una verdad que puede estar fuera o dentro de nosotros. Cuando tenemos sentido del humor sobre nosotros mismos, nuestras características paradójicas, incongruentes, soberbias y deficientes (que previamente identificamos al vernos distintos del otro) pueden ser entendidas por nosotros mismos y por los demás. Por simple que parezca, nos reímos de nosotros mismos porque somos, nos reímos de nuestra cultura porque es, nos reímos de la muerte porque es, reímos de nuestros errores porque los cometimos; pero sobre todo, nos reímos de todo lo previo porque los reconocemos como verdaderos; si no fueran verdad, si no tuviéramos conocimiento no serían graciosos, y aun lo inexistente es gracioso en tanto que es posible en el mundo.

Reírse entonces implica un entendimiento del mundo, pero el humor permite un conocimiento del mismo. El humor es un tema epistemológico que permite conocernos y entender la verdad y da razón a lo que nos rodea; pero además es catártico, es placentero y divertido. No es que forme parte de la categoría “diversión” como ya Freud decía, dado que podemos reírnos de lo que no es divertido y no con fines de entretenimiento, como cuando reímos para aceptar la muerte de un ser querido o nos burlamos de una crisis política o económica. Es catártico porque nos libera de lo oculto de la verdad, implica vaciar el propio ser de una verdad que es incongruente y/o insoportable. 5

Aunque llamarle “insoportable” es una paradoja en sí misma, es soportable gracias al humor.

En Reflexiones epistemológicas sobre el humor, de José Alfonso Jiménez Moreno.

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