El
humor como elemento humano.
Se
ha explicitado (...) que el humor es humano, la acepción
implica que no es una característica de lo no humano o de lo animal.
Esta aseveración se da en función de que el humor cumple un
objetivo simbólico del hombre al igual que otras formas de
conocimiento del mundo. Si bien hay chimpancés que pueden reír en
situaciones particulares, la risa de los primates distintos al humano
y el humor que nos caracteriza son diferentes, en nuestro caso el
símbolo y la razón son necesarios como condición forzosa.
Es
de humanos reír, así como es de humanos el conocimiento y el
entendimiento de lo que nos rodea. Así como la ciencia, el arte y la
religión nos orillan a ser, ¿el humor nos permite ser? Más allá
de comportarse de forma burlona e incluso chocante (como un exceso
del humor), el humor nos acerca a lo otro, a lo que es diferente
de nuestra cualidad y cultura, nos permite la identificación de lo
que nos rodea. Característico en la cultura, y como ejemplo el
mexicano, la burla a otras culturas, a la idiosincrasia y a las
características físicas de los demás (o en ocasiones de uno,
cuando queremos disminuir el peso de la realidad de nuestra
diferencia con el resto de quienes nos rodean), implican la
identificación de lo otro como una consecuencia del simbolismo de
nuestra razón, justo como sucede en otras actividades humanas más
desarrolladas por la filosofía, como la ciencia.
El
humor no es ajeno a ningún ser humano, incluso hay culturas
caracterizadas por su sentido del humor y una forma particular de
éste. Lo que sugiere una risa siempre estará en función de un
contexto y momento en particular, así como por el uso determinado de
un lenguaje y los significados que de él emanan sobre las
situaciones y las características que podemos distinguir. El humor y
el chiste como consecuencia del simbolismo implican forzosamente el
uso del lenguaje (hablado o no) en un juego con la cultura de
la cual deviene. Independientemente de ello, el humor siempre nos
permite expresar elementos que probablemente bajo otra circunstancia
no podríamos, como el ser cruel (que según Nietzsche es uno de
los placeres más antiguos de la humanidad). El humorismo
pareciera estar siempre relacionado con elementos de realidad que
implican una discriminación de lo otro, una identificación de una
realidad que no necesariamente nos es agradable y una caracterización
de paradojas de lo cotidiano (solo posibles en el humano) que
se hacen soportables solo por el humor. Y no es que el humor y lo
risible refiera solo a elementos del mundo (en el sentido más
filosófico del término) que sean difíciles de soportar por el
hombre, sino que nos permite la comprensión de las paradojas que
constituyen un mundo estructurado bajo el simbolismo humano; es
decir, la risa sobre nuestra realidad facilita a nuestra razón el
entendimiento de las contradicciones generadas en las estructuras del
mundo humano, no en un sentido de consolación sobre una realidad
cruel, sino como un recurso de la razón para el entendimiento de lo
contradictorio, siendo lo contradictorio característico de lo
humano. Así como la razón no permite la comprensión de elementos
sin tiempo (siguiendo a Heidegger), la razón no pudiera
comprender contradicciones y paradojas en lo humano sin el uso del
humor. En estricto sentido el humor no es cosa simple, representa una
de las características humanas más importantes y necesarias para la
razón.
Se
ríe el ser que es mutable, la risa nos ayuda a ese cambio de
nosotros mismos y de nuestro mundo. Dios no ríe, no hay nada
gracioso frente a él, no le es necesario reír. Para el humano es
necesario, ayuda a su razón, al conocimiento y al entendimiento del
mundo, al igual que al conocimiento y entendimiento de sí. El humano
no deja de reír porque siempre está siendo en la paradoja de su
cotidianeidad.
El
humor y su relación con el mundo.
El
humor es humano e implica un lenguaje y un uso simbólico de la
razón. Frente a esta relación de elementos es imprescindible el
papel del mundo. El mundo, como la totalidad de lo ente con una
estructura determinada, implica el uso del simbolismo, el lenguaje y
la razón para su conformación. El humor y la risa que lo acompaña
no serían posibles como fenómeno humano sin el elemento del mundo.
Heidegger decía que, como Dasein, nuestro ser es en el mundo,
en circunstancia y bajo una estructura simbólica de ello. Siguiendo
a Heidegger, nuestra conformación siendo en el mundo no pudiera ser
sin elementos de nuestra razón que faciliten su entendimiento. El
humor es justamente un elemento de comprensión del mundo, sin él,
las contradicciones que conforman nuestra sociedad y nuestro ser no
tendrían sentido alguno para nuestra razón. ¿Por qué reír de la
muerte? ¿Por qué reír de deficiencias físicas? ¿Por qué reír
de la política? ¿Por qué reír de lo que nos afecta? ¿Por qué
reír de lo que nos mata? Nos reímos para comprender la
incongruencia, lo que es incomprensible a nuestra razón. El humor es
tan serio que facilita nuestra cordura, ello debido a que estamos
dentro de un mundo lleno de incongruencias y paradojas propias de lo
humano.
Según
Freud, dentro del chiste y del humor están inmersos tabúes de una
sociedad; si bien la perspectiva freudiana del humor refiere a éste
como un canal a elementos inhibidos o propensos de inhibición y
además es propio de la diversión, el humor y el chiste no se dan
solo con fines recreativos –aunque su carácter catártico nos
orilla muchas veces a buscarlo para tal–, sino que conlleva
elementos hermenéuticos del mundo debido a su constitución
simbólica y atada a un lenguaje en particular. Si bien el humor
puede tener una relación con lo prohibido, su sentido va más hacia
su conformación como una válvula frente a un mundo, lo cual lo hace
inevitablemente un elemento que se debe comunicar; siguiendo a Freud,
ello se debe a que la risa tiene una constitución social.
El
humor se da entonces en una sociedad y en un mundo, se genera por
éste y para éste, permite su identificación y comprensión y por
lo tanto, involucra elementos incongruentes, prohibidos, de malestar
y de contradicción que el hombre mismo incluye en sus estructuras
mundanas.
El
humor como revelador de verdad.
Reírnos
de nuestro mundo es un gran placer, implica una catarsis que
consideramos necesaria para nuestro bienestar, a tal punto que lo
buscamos –en mayor o menor medida– y en lo cotidiano hacemos uso
del humor para darnos a entender, para conformar relaciones sociales
y para identificarnos con los demás. El humor nos da acceso a una
catarsis de nuestro mundo, como si tuviéramos la necesidad de
contener elementos de nuestra estructura y así, inevitablemente,
buscar su escape por medio del humor. Siguiendo de nueva cuenta a
Heidegger, el hombre es el ser en la verdad, dado que el lenguaje es
el pastor del ser y el humano es el único capaz de la construcción
de lenguaje. Vivimos en la verdad en lo cotidiano y buscamos expresar
la verdad, la verdad implica un reconocimiento de nuestro mundo y una
búsqueda constante de su aceptación y entendimiento, ya sea a
través de la ciencia, del arte o la religión. Es entonces el humor
una forma de conocimiento de la verdad y más, una manera de revelar
la verdad que permanece oculta, no por sí misma, sino por nuestra
estructura mundana y por nuestra capacidad de identificar lo otro y
su incongruencia consigo misma y en sí misma.
Inicialmente
es el lenguaje lo que nos permite al acercamiento a la verdad, va de
la mano con la conformación del pensamiento y del símbolo. El
humor, en este caso, es un mecanismo de identificación de verdad,
nos permite conocer el mundo, conocer al otro y conocerme a mí
mismo, no solo como lo hace el lenguaje, sino que facilita la
relación del hombre con su entorno paradójico y haciendo burla de
él facilita el entendimiento de la verdad que se nos revela, una
verdad que puede estar fuera o dentro de nosotros. Cuando tenemos
sentido del humor sobre nosotros mismos, nuestras características
paradójicas, incongruentes, soberbias y deficientes (que
previamente identificamos al vernos distintos del otro) pueden
ser entendidas por nosotros mismos y por los demás. Por simple que
parezca, nos reímos de nosotros mismos porque somos, nos reímos de
nuestra cultura porque es, nos reímos de la muerte porque es, reímos
de nuestros errores porque los cometimos; pero sobre todo, nos reímos
de todo lo previo porque los reconocemos como verdaderos; si no
fueran verdad, si no tuviéramos conocimiento no serían graciosos, y
aun lo inexistente es gracioso en tanto que es posible en el mundo.
Reírse
entonces implica un entendimiento del mundo, pero el humor permite un
conocimiento del mismo. El humor es un tema epistemológico que
permite conocernos y entender la verdad y da razón a lo que nos
rodea; pero además es catártico, es placentero y divertido. No es
que forme parte de la categoría “diversión” como ya
Freud decía, dado que podemos reírnos de lo que no es divertido y
no con fines de entretenimiento, como cuando reímos para aceptar la
muerte de un ser querido o nos burlamos de una crisis política o
económica. Es catártico porque nos libera de lo oculto de la
verdad, implica vaciar el propio ser de una verdad que es
incongruente y/o insoportable. 5
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Aunque llamarle “insoportable” es una paradoja en sí misma, es
soportable gracias al humor.
En
Reflexiones epistemológicas sobre el humor, de
José Alfonso Jiménez Moreno.
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