¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

martes, 18 de octubre de 2016

Una mirada sobre la mujer, en Nietzsche.

Es quizá aún demasiado frecuente extraer una frase de su lugar natural, del libro o escrito correspondiente -una frase de carácter normalmente provocativo, de tono fuerte y, a veces, violento-; anunciarla de modo igualmente exagerado y al hilo de una inmediata e interesada lectura concluir la misoginia patente del autor, y, por consiguiente, el rechazo de su pensamiento desde posturas feministas. Esto sucede, sigue sucediendo, con los textos de Nietzsche. (...)

El problema puede ser enfocado desde ángulos muy distintos. Según una línea de análisis, en extremo simplista, sólo hay una interpretación, unívoca y negativa, de las afirmaciones de Nietzsche sobre las mujeres. (...)

Otras vertientes del análisis, por el contrario, son mucho más penetrantes; más productivas para nuestros tiempos. Derrida, aun manteniendo la idea de cierta ceguera y confusión rítmica en el texto de Nietzsche, aun cuestionándose la posibilidad de asimilar sus aforismos sobre la mujer con el conjunto de su obra, nos ofrece una mirada que abrió otros caminos. Su lectura ya no es unívoca, de una sola dirección, porque reconoció que la de Nietzsche tampoco lo era. Él interpretó el pensamiento de Nietzsche, en coherencia, como un pensar la diferencia que inició el camino seguido por otros discursos de la diferencia como el suyo propio. El de Nietzsche es un pensar opuesto a toda suerte de «monótono teísmo» y, también, a toda clase de dualismo estrecho, porque la suya es una apuesta por las diferencias múltiples y móviles que no se dejan reducir a estables diferencias binarias.

En definitiva, la propuesta de Nietzsche fue la de despertar y sacudir el pensamiento, hacia la «aventura», como reza de un bello modo esta suerte de exhortación: «Un nuevo lema. Nuevos filósofos. La tierra moral también es redonda. La tierra moral tiene también sus antípodas. Los antípodas tienen también su razón de existir. Hay que descubrir otro mundo todavía, y más de uno. iA los barcos, filósofos!».


Entonces, nos reconoceremos bajo ésta, su estela marina, no sólo cuando persigamos un más allá de la tradición acuñada, sino más aún cuando busquemos en las propias sentencias nietzscheanas otros, multiples, sentidos lejos de los supuestamente literales y evidentes. Éste nos parece ser un método fructífero de lectura de su pensamiento. Y es desde aquí, desde donde nos resultan especialmente sugerentes las observaciones de Kaufmann que subrayan cómo Nietzsche consideraba una cuestión de honor concebir sus opiniones como provisionales y no válidas definitivamente. La finalidad de sus libros no era convencer, por ello no se preocupó de cómo reaccionarían otros. Él nos recuerda la afirmación de Nietzsche de que «todo lo que es profundo ama la máscara”, entendiéndola como un modo de incitación al juego a sus lectores.

(...) Sin duda, son muchos los puntos de resistencia a la tradición de pensamiento moderno-patriarcal que se observan en la filosofía nietzscheana, y asi ha sido diversamente resaltado. Un lugar especial por su radical carácter transgresor ocupa la figura de Dioniso, un dios sexualmente ambiguo, o de multiples identidades sexuales, en la mitología y particularmente entre las manos de Nietzsche, quien en su primera obra nos lo presentó en «extrañas» relaciones con Apolo y más tarde, con Ariadna. Es el dios de las máscaras multiples que se suceden unas a otras en un movimiento sin límites, espaciales y temporales; que niega la existencia de un rostro o lugar primigenio original al que aquellas velarían y remitirían en el mismo acto. Él pregona la no existencia de la «verdad», la inoperatividad de la distinción entre una buena y una mala copia, o entre la representación adecuada o inadecuada; por tanto, pone en cuestión las fronteras entre la verdad y la mentira, la filosofía y el arte.

Tampoco es menos importante, no se puede desdeñar la gran repercusión que ha tenido en otros discursos, la indagación genealógica que Nietzsche pone en práctica desenmascarando la reactividad negativa de la moral dominante en nuestra cultura, y, sobre todo, que asesta un duro golpe, de muerte para algunos, a la idea de una «naturalidad», ahistoricidad o eternidad, de los valores. Bien, éstos, por nombrar algunos de los más significativos, son planteamientos nietzscheanos que siguen siendo susceptibles de ser aprovechados por los discursos feministas.

Fragmentos de Afirmando las diferencias. El feminismo de Nietzsche, de Elvira Burgos Díaz.



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