¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

viernes, 2 de diciembre de 2016

Castoriadis: Alteridad como creación.

Hemos visto cómo la primera forma que adquiere la alteridad para la psique (alteridad imaginaria) es la de sí mismo como otro, es decir el individuo fabricado socialmente. También hemos hablado de una “alteridad real”, que es la que provoca el odio al otro en forma de racismo, y por la cual el otro es inconvertible.

La superación del primer tipo de odio al otro [...] parecería no exigir mucho más que lo que implica la vida en sociedad […] la existencia de los japoneses no debería poner en tela de juicio el valor de los chinos.1


El segundo tipo de odio, cuya raíz psíquica es el odio a sí mismo, supone una elaboración más profunda: la “aceptación de nuestra mortalidad real y total”. Tanto en el caso del individuo como de la sociedad, la renuncia a la inmortalidad, la necesaria aceptación del Otro que es la Muerte son condición para la autonomía y la superación del odio.

Pero, para entender la posibilidad del sujeto autónomo es necesario reconocer también la alteridad como “emergencia de lo nuevo”, como alloiosis. Para ello, debemos distinguir entre el reconocimiento de la “diferencia” y la “alteridad”. Dice Castoriadis que “dos objetos son diferentes si existe un conjunto de transformaciones determinadas (leyes) que permiten la deducción o producción de uno a partir de otro”. En el caso de la alteridad, en cambio, no es posible la deducción. Se trata de la distinción entre el campo de la lógica conjuntista-identitaria (ensídica), en que todo es reductible o deducible, como en matemáticas, frente al campo de lo imaginario-poiético, de la creación exnihilo.

El surgimiento de “lo nuevo” es para Castoriadis la muestra del carácter creador, y no sólo reproductor, de la imaginación radical humana. Pues bien, esta alteridad como “lo otro emergente” es la condición para la autonomía, y por tanto para la superación del odio al otro. En la sociedad heterónoma el tipo antropológico supone no sólo la exclusión del otro, sino sobre todo el ocultamiento de la propia autoinstitución. La institución social se presenta así como fundamentada en lo trascendente, en instancias externas a la propia institución. Estas sociedades, como mucho, pueden “aceptar la diferencia” en tanto que explican las otras instituciones como reductibles de una manera u otra a partir de las propias.


En la sociedad autónoma, en cambio, el tipo antropológico experimenta la autoinstitución individual y colectiva, y por tanto acepta la alteridad en tanto que alteridad, es decir, creación humana. Así, “el sujeto autónomo se constituye, no sólo frente a la alteridad que supone la relación consigo mismo como otro, sino también (…) en la alteridad y como alteridad”.

1 Castoriadis, C., El mundo fragmentado, La Plata, Terramar ed., 2008, p. 39.

En Las raíces de la violencia en la obra de Castoriadis, de Vicent Ballester García.


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