Michel Onfray presenta
Cosmos, la primera obra de una gran enciclopedia que pretende
hacer que la filosofía sea popular.
Onfray
tiene muchas respuestas. Demasiadas incluso para un filósofo. Es una
metralleta anárquica contra todo lo asumido, todo lo oficial, todo
lo institucionalizado, desde la escuela a la Academia, pasando por la
Universidad. Apunta tan alto en sus objetivos, que da por buena la
eliminación de la filosofía de las escuelas españolas.
Explicación: lo que se cuenta en las aulas es una patraña, porque
la filosofía occidental se fundamenta en lo que pensó la pareja
Platón - Sócrates y ellos son los culpables de haber distraído a
la disciplina de los verdaderos problemas que preocupan a la gente.
Hicieron de la filosofía una distracción de las élites y
desactivaron su intervención social. Ellos eliminaron, hace miles de
años, la popularidad de la filosofía al priorizar la idea sobre la
realidad, el concepto sobre lo real.
“Durante
diez siglos la filosofía fue popular. De hecho, no hacía falta
tener estudios de filosofía para ser filósofo. Uno podía ser
pescadero y ser filósofo. Mi padre me dio una lección filosófica
popular sin haber leído a Spinoza. Era un filósofo estoico, pero no
lo sabía”.
Onfray
acaba de presentar el libro Cosmos.
Una ontología materialista,
en el Instituto Francés de Cultura. Con ese subtítulo, la
popularidad sale despavorida y por ello los editores franceses
prefirieron eliminarlo. Paidós ha respetado la idea original del
filósofo anarquista, con la que quiere bajar a la filosofía de los
altares, partiendo de la muerte de su padre. Nada más real, nada más
popular que la muerte.
“Mi
padre murió en mis brazos, veinte minutos después de que comenzara
la noche de Adviento, de pie, como un roble alcanzado por un rayo
que, golpeado por el destino, hubiera tolerado caer al fin, pero sin
dejar de oponerse”, cuenta en el libro. Lo tomó en sus brazos
y lo acostó. Un instante antes de fallecer habían estado buscando
juntos la estrella polar. Pero estaba nublado. “No vamos a poder
verla”. “Sí”. Y murió. “Sí”.
Su
padre le decía que uno debía ser como la estrella polar: no perder
nunca el norte y mantenerse siempre en el mismo sitio. Una referencia
estricta. “Me hizo un regalo a los 84 años: morir en mis
brazos. Y sentí una transmisión. Pensé que estaba heredando algo
considerable. Mi padre no era rico, era un campesino, me dejó menos
de 50 euros. Me refiero a otra herencia. Habiéndome dado tan poco en
cantidad, me dio mucho en calidad”, recuerda en vivo. Le enseñó
que la “auténtica sabiduría” es una práctica, no una teoría. Onfray aborrece las grandes
palabras, que se levantan como un muro entre el lector y el
conocimiento.
Todo
lo que no se ve, todo lo que no se toca, todo lo que no puede ser
percibido no merece la pena. Es lo que quiere decirnos. “Es
una enfermedad haber dejado de ser empírico”,
dice. Es decir, primero se mira y luego se piensa. No al revés.
Dejamos de mirar a nuestro alrededor para mirarnos como si tuviéramos
las respuestas al Cosmos. “La
gran perversión de la filosofía es la filosofía occidental”,
dice provocador. Cuando Platón y Sócrates se inventaron el sujeto
pensante todo se fue al traste. “Sócrates
y Platón nos separaron del mundo. No aceptamos la muerte, ni el
envejecimiento, queremos que todo dure, no sabemos fabricar nada, ni
siquiera historias… Hemos perdido el sentido del Cosmos”.
Y todo por culpa de la filosofía griega.
“Hay
que volver a la filosofía real para hacer una filosofía popular
para la gente de la calle”, dice. Para Onfray los ciudadanos
necesitan saber qué hacer con el sufrimiento y el dolor. Volver a
las cuestiones concretas, olvidarse de las abstracciones.
“Cosmos”
sólo es la primera entrega de su proyecto enciclopédico, al que
seguirán Decadencia, Sabiduría y Política. ¿Cuál es su
propósito? Enseñar la contrahistoria de la filosofía y devolverla
a la tierra. Es la contrahistoria de la historia de la filosofía
oficial. “Parto de Platón y Sócrates como una pareja
demoníaca. Platón fue un filósofo que nos habló de la libertad
restringiéndola”, afirma. También escribió contra Freud,
porque “nunca he tenido ganas de acostarme con mi madre ni matar
a mi padre”.
Por
eso se revuelve cuando ve a Platón instaurado en las ediciones de
bolsillo y a Diógenes olvidado por los programas de estudio. “La filosofía no siempre
es subversiva. La filosofía ha hecho posible los fascismos. Hitler
tenía un retrato de Schopenhauer. La filosofía ha justificado
tiranías contra el pueblo. Los filósofos no siempre son subversivos
y, desde luego, en las aulas no se enseña la filosofía subversiva”.
La
filosofía en las aulas es reconfortante y amable. No le gusta. Por
eso hace 13 años montó la Universidad Popular, un proyecto que él
compara con los ateneos españoles: acceso libre y gratuito a un
saber libre e independiente. Nadie cobra por nada. “Es una
invitación para pensar y reflexionar. Los ateneos, la Universidad
Popular, son lugares donde se crea la filosofía. Porque la filosofía
ha sido pervertida por la Universidad”, cuenta.
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