La idea de que la vida es
crueldad es un principio de base afirmado por Nietzsche y Artaud de
una punta a la otra de sus obras. El primero, por ejemplo, asimila
“voluntad de potencia” y “voluntad de crueldad”;
el otro define la crueldad como “apetito de vida”. Ambos
ven en ella la expresión de una fuerza que va hasta el final de sus
consecuencias, con todo rigor. Por otra parte, intentan sin cesar
distinguir entre una crueldad “natural” o “inocente”
y una crueldad perversa. Esta última, que caracteriza la maldad de
los débiles o el sistema de la moral, consiste en una inversión de
la crueldad de la vida contra ella misma. Finalmente, no la definen
más que secundariamente como un rasgo psicológico y humano. Al
inicio de su obra, en relación con la metafísica de El
nacimiento de la tragedia y la de El teatro y su doble, la
crueldad tiene una significación metafísica y cósmica. Y el origen
de esta metafísica, reconocida por Nietzsche, implícita en Artaud,
es la filosofía de Schopenhauer. Más allá, sin embargo, podemos
remontarnos a sus dos fuentes más o menos míticas: los
presocráticos (Heráclito en particular) y el Oriente, más
precisamente, la sabiduría de la India.
Schopenhauer marcó sin
dudas una ruptura en la filosofía occidental por el hecho de que,
por primera vez, el Ser no está definido como dulzura, felicidad y
alegría, sino como una potencia absurda, inconscientemente cruel,
que hace de la vida un sufrimiento. Y por primera vez, también, da a
la crueldad humana su significación metafísica: el hombre, el
animal más sufriente, por ser el más consciente, que ha ganado la
guerra de las especies y la ha transformado en una guerra de sexos
(motivo presente en Nietzsche y en Artaud), se deshace del dolor de
vivir contemplando el sufrimiento del otro, sufrimiento del cual él
es, o se imagina ser, la causa.
Y la función metafísica de
la tragedia es liberarnos del dolor de existir. Artaud se inscribe
directamente en la línea del gnosticismo y del catarismo a los
cuales se refiere Schopenhauer. La metafísica del Teatro de la
Crueldad es un verdadero sistema gnóstico que pone en escena la
lucha del Bien contra el Mal, de lo Masculino contra lo Femenino, en
un mundo dominado por un demiurgo malvado, consciencia cósmica
responsable de la Crueldad.
Alcanzamos así una primera
diferencia: mientras que Nietzsche, desde el inicio, plantea el
principio de una crueldad sin consciencia, y sobre todo sin mala
consciencia, Artaud afirma en El teatro y su doble: “no
hay crueldad sin consciencia”. Esta diferencia se reencontrará
incluso después de que cada uno haya rechazado su metafísica
primera. Nietzsche afirma la existencia de una crueldad inocente de
los fuertes frente a la maldad de los débiles que quieren hacer
sufrir y ver las marcas del sufrimiento (Aurora). Si bien
encontramos esta distinción en Artaud, él no llega a esta idea de
la inocencia de la vida y de la crueldad, puesto que no llega a
expulsar la presencia del Otro (al que llama “dios” o “el
rebaño” o “el espíritu de la masa”). Dicho de otra
forma, hay una consciencia mala que envenena la vida y la crueldad.
El teatro de la crueldad se transforma, en sus últimos textos, en un
ejercicio de liberación contra la metafísica, pero que, entonces,
no deja de tropezarse con los residuos de Dios o de la mala
consciencia en nosotros. Así, escribe en Para terminar con el
juicio de dios: “Crueldad es extirpar, por la sangre y hasta
en la sangre de dios, el azar bestial de la animalidad inconsciente
humana, en todos los lugares donde podamos encontrarla”.
Sean cuales fueran las
diferencias y la evolución de sus pensamientos, la idea constante de
que la vida es crueldad es esencial al menos por dos razones. En
primer lugar, esta expresión tiene un sentido muy diferente de la
fórmula de Schopenhauer: “el fondo de la vida es el
sufrimiento”. Esta última, pesimista y depresiva, hace del
sufrimiento un criterio de condena de la vida. “La vida es
crueldad” es una fórmula afirmativa que justifica la vida más
allá del sufrimiento, el miedo y la piedad. Esto es verdad en
Nietzsche desde El nacimiento de la tragedia. En Artaud,
incluso en sus textos de imprecación y de odio, la violencia siempre
es la expresión de una exigencia de la vida más fuerte y más
elevada. En segundo lugar, esta fórmula es esencial en una época
donde la crueldad de la historia ha alcanzado una dimensión
alucinante a través de las dos guerras mundiales, los campos de
concentración, los gulags, los genocidios, etc. Artaud no
cesa de repetir: si no somos capaces de mirar la realidad de frente,
de vivir nuestra crueldad a través del teatro y otras formas de
exorcismo, la sufriremos de manera pasiva y mórbida en la vida
cotidiana y en la historia. Ahora bien, en el mundo contemporáneo,
donde la guerra económica ha tomado en general el lugar de los
conflictos militares, se ejerce una crueldad más fría, más cínica,
y más destructora que nunca. La ley del neocapitalismo mundializado
sustituyó a la Crueldad cósmica del demiurgo malvado. Y es aun más
inhumana, puesto que es sin consciencia, sin siquiera una consciencia
sádica que gozaría de este espectáculo cruel. No tiene más que
consciencia de los beneficios a corto plazo que se derivan de él. Y
a modo de Teatro de la Crueldad o de tragedia de los tiempos
modernos, los cines y los medios nos encierran en un universo de
violencia irreal y de fantasmas perversos que tienen exactamente la
misma función que los juegos del circo en Roma: satisfacer nuestras
pulsiones más bajas y separarnos de la verdadera crueldad de la vida
que es la crueldad de lo real. Digo esto muy rápidamente para
recordar hasta qué punto los pensamientos de Nietzsche y de Artaud,
y particularmente su definición de la vida como crueldad, responden
a una pregunta histórica, si no “historial”.
En
Nietzsche y Artaud. Pensadores de la crueldad, de
Camille Dumoulié.
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