¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Un diálogo con el techo.

Ahora, acostado boca arriba, con las manos cruzadas bajo la cabeza, don José mira al techo y le pregunta, Qué podré hacer a partir de aquí, y el techo le responde, Nada, haber conocido su última dirección, quiero decir, la última dirección del tiempo que asistió al colegio, no te ha dado ninguna pista para continuar la búsqueda, claro que todavía puedes recurrir a las direcciones anteriores, pero sería una pérdida de tiempo, si los comerciantes de esa calle, que son los más recientes, no te ayudaron, cómo te ayudarían los otros, Entonces crees que debo desistir, Probablemente no tendrás otra salida, salvo que te decidas a preguntar en Hacienda, no debe de ser difícil, con esa credencial que tienes, además son funcionarios como tú, La credencial es falsa, De hecho, será mejor que no la uses, no me gustaría estar en tu piel si un día de éstos te sorprenden en flagrante,


No puedes estar en mi piel, no eres más que un techo de estuco, Sí, aunque lo que estás viendo de mí también es una piel, además, la piel es todo cuanto queremos que los otros vean, debajo de ella ni nosotros mismos conseguimos saber quiénes somos, Esconderé la credencial, En tu caso, la rasgaba o la quemaba, La guardaré con los papeles del obispo, donde la tenía, Tú sabrás, No me gusta el tono con que lo dices, me suena a mal augurio, La sabiduría de los techos es infinita, Si eres un techo sabio, dame una idea, Sigue mirándome, a veces da resultado. La idea que el techo dio a don José fue que interrumpiera las vacaciones y volviera al trabajo, Le dices al jefe que ya estás con fuerzas suficientes y le pides que te reserve el resto de los días para otra ocasión, esto en el caso de que todavía encuentres manera de salir del agujero en que te has metido, con todas las puertas cerradas y sin una pista que te oriente, El jefe va a encontrar extraño que un funcionario se presente al trabajo sin tener obligación y sin haber sido llamado, Cosas mucho más extrañas has estado tú haciendo en los últimos tiempos, Vivía en paz antes de esta obsesión absurda, andar buscando a una mujer que ni sabe que existo,

Pero tú sí sabes que ella existe, el problema es ése, Mejor sería desistir de una vez, Puede ser, puede ser, en todo caso acuérdate de que no sólo la sabiduría de los techos es infinita, las sorpresas de la vida también lo son, Qué quieres decir con esa sentencia tan rancia, Que los días se suceden y no se repiten, Ésa es más rancia aún, no me digas que en esos lugares comunes consiste la sabiduría de los techos, comentó desdeñoso don José, No sabes nada de la vida si crees que hay alguna cosa más que saber, respondió el techo, y se calló.


Don José se levantó de la cama, escondió la credencial en el armario, entre los papeles del obispo, después buscó el cuaderno de apuntes y se puso a narrar los frustantes sucesos de la mañana, acentuando en particular los modos antipáticos del farmacéutico y su afilada mirada. Al final del relato, escribió, como si la idea hubiese sido suya, Creo que lo mejor es volver al trabajo.

En Todos los nombres, de José Saramago.

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