Los
teóricos del postfordismo (Virno, Hardt, Negri, Corsani, Marazzi,
Moulier-Boutang, etc.) han sugerido que el proceso productivo del
capitalismo actual tiene en realidad como materia prima el saber, la
información, la cultura y las relaciones sociales. (18) Para la
teoría económica más reciente, el motor de la producción ya no
está en la empresa, sino “en la sociedad en su conjunto, en la
calidad de la población, en la cooperación, en las convenciones,
los aprendizajes, las formas de organización que hibridan el
mercado, la empresa y la sociedad”. (19)
Negri
y Hardt hablan de “producción biopolítica”, utilizando la
noción cult foucaultiana para nombrar las formas complejas actuales
de la producción capitalista que combinan tanto “producción de
símbolos, de lenguaje, de información, como producción de
afectos”. (20) Nombran apelando al “trabajo de la vida”, las
formas de producción que emanan del cuidado corporal, de la
protección del otro y de la creación de relación humana, del
trabajo “femenino” de la reproducción (21), de las relaciones de
comunicación y del intercambio de saberes y afectos. Pero la mayoría
de estos análisis se detienen en su descripción de esta nueva forma
de producción cuando llegan a la cintura.
¿Pero
si fueran en realidad los cuerpos insaciables de la multitud, sus
pollas y sus clítoris, sus anos, sus hormonas, sus sinapsis
neurosexuales, si el deseo, la excitación, la sexualidad, la
seducción y el placer de la multitud fueran los motores de creación
de valor en la economía contemporánea, si la cooperación fuera una
“cooperación masturbatoria” y no simplemente una cooperación de
cerebros?
La
industria pornográfica es hoy el gran motor impulsor de la economía
informática: existen más de un millón y medio de webs adultas
accesibles desde cualquier punto del planeta. De los dieciséis mil
millones de dólares anuales de beneficio de la industria del sexo,
una buena parte proviene de los portales porno de Internet. Cada día,
trescientos cincuenta nuevos portales porno abren sus puertas
virtuales a un número exponencialmente creciente de usuarios. Si es
cierto que los portales porno siguen estando en su mayoría bajo el
dominio de multinacionales (Play-boy; Hotvideo, Dorcel, Hustler,
etc.), el mercado emergente del porno en Internet surge de los
portales amateurs. El modelo del emisor único se ve desplazado en
1996 con la iniciativa de Jennifer Kaye Ringley, que instala varias
webcams en su espacio doméstico y transmite en tiempo real un
registro de su vida cotidiana a un portal de Internet. Las JenniCams
producen un estilo documental una crónica audiovisual de sus vidas
sexuales y cobran suscripciones semejantes a las de un canal
televisivo (entre diez y veinte euros semanales).
Por
el momento, cualquier usuario de Internet que posee un cuerpo, un
ordenador, una cámara de video o una webcam, una conexión de
Internet y una cuenta bancaria puede crear su propia página porno y
acceder al mercado de la industria del sexo. Se trata de la entrada
del cuerpo autopornográfico como nueva fuerza de la economía
mundial. El resultado del reciente acceso de poblaciones
relativamente pauperizadas del planeta (tras la caída del muro de
Berlín, los primeros en acceder a este mercado fueron los
trabajadores sexuales del antiguo bloque soviético, después de los
de China, África y la India) a los medios técnicos de producción
de ciberpornografía, provocando por primera vez una ruptura del
monopolio que hasta entonces detentaban las grandes multinacionales
porno. Frente a esta autonomización del trabajador sexual, las
multinacionales porno se alían progresivamente con compañías
publicitarias esperando atraer a sus cibervisitantes a través del
acceso gratuito a sus páginas.
La
industria del sexo no es únicamente el mercado más rentable de
Internet, sino que es el modelo de rentabilidad máxima del mercado
cibernético en su conjunto (solo comparable a la especulación
financiera): inversión mínima, venta directa del producto en tiempo
real, de forma única, produciendo la satisfacción inmediata del
consumidor en y a través de la visita al portal. Cualquier otro
portal de Internet se modela y se organiza de acuerdo con esta lógica
masturbatoria de consumo pornográfico. Si los analistas comerciales
se dirigen a Google o Ebay siguen con atención las fluctuaciones
del mercado ciberporno, es porque saben que la industria de la
pornografía provee un modelo económico de la evolución del mercado
cibernético en su conjunto.
Si
tenemos en consideración que las industrias líderes del capitalismo
postfordista, junto con la empresa global de la guerra, son la
industria farmacéutica (bien como extensión farmacológica legal
del aparato científico médico y cosmético, bien como tráfico de
drogas consideradas ilegales) y la industria pornográfica, entonces
habría que darle un nombre más crudo a esta “materia prima”.
Osemos la hipótesis: las verdaderas materias primas del proceso
productivo actual son la excitación, la erección, la eyaculación,
el placer y el sentimiento de autocomplacencia y de control
omnipotente. El verdadero motor del capitalismo actual es el control
farmacopornográfico de la subjetividad, cuyos productos son la
seratonina, la testosterona, los antiácidos, la cortisona, los
antibióticos, el estradiol, el alcohol y el tabaco, la morfina, la
insulina, la cocaína, el citrato de sidenofil (Viagra) y todo aquel
complejo material-virtual que puede ayudar a la producción de
estados mentales y psicosomáticos de excitación, relajación y
descarga, de omnipotencia y de total control. Aquí, incluso el
dinero se vuelve un significante abstracto psicotrópico. El cuerpo
adicto y sexual, el sexo y todos sus derivados semiótico-técnicos
son hoy el principal recurso del capitalismo postfordista.
Si
la era dominada por la economía del automóvil se denominó
“fordismo”, llamaremos “farmacopornismo” a esta nueva
economía dominada por la industria de la píldora, por la lógica
masturbatoria y por la cadena de excitación-frustración en la que
esta se apoya. La industria farmacopornográfica es el oro blanco y
viscoso, el polvo cristalino del capitalismo postfordista.
En
Testo
yonqui. Sexo, drogas y biopolítica,
de Beatriz Preciado.
18
Christian Marazzi, El sitio de los calcetines. El giro lingüistico
de la economía y sus efectos sobre la política.
19
Yann Moulier-Boutang, “Eclats d'économie et bruits de luttes”,
Multitudes, núm 2, Exils, París, 2000.
20
Toni Negri y Michael Hardt, Multitudes, Éditions 10/18, París,
2006.
21
Ibidem. Christian Marazzi, op. cit.
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