¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

martes, 21 de marzo de 2017

Cooperación masturbatoria, Beatriz Preciado.

Los teóricos del postfordismo (Virno, Hardt, Negri, Corsani, Marazzi, Moulier-Boutang, etc.) han sugerido que el proceso productivo del capitalismo actual tiene en realidad como materia prima el saber, la información, la cultura y las relaciones sociales. (18) Para la teoría económica más reciente, el motor de la producción ya no está en la empresa, sino “en la sociedad en su conjunto, en la calidad de la población, en la cooperación, en las convenciones, los aprendizajes, las formas de organización que hibridan el mercado, la empresa y la sociedad”. (19) 


Negri y Hardt hablan de “producción biopolítica”, utilizando la noción cult foucaultiana para nombrar las formas complejas actuales de la producción capitalista que combinan tanto “producción de símbolos, de lenguaje, de información, como producción de afectos”. (20) Nombran apelando al “trabajo de la vida”, las formas de producción que emanan del cuidado corporal, de la protección del otro y de la creación de relación humana, del trabajo “femenino” de la reproducción (21), de las relaciones de comunicación y del intercambio de saberes y afectos. Pero la mayoría de estos análisis se detienen en su descripción de esta nueva forma de producción cuando llegan a la cintura.

¿Pero si fueran en realidad los cuerpos insaciables de la multitud, sus pollas y sus clítoris, sus anos, sus hormonas, sus sinapsis neurosexuales, si el deseo, la excitación, la sexualidad, la seducción y el placer de la multitud fueran los motores de creación de valor en la economía contemporánea, si la cooperación fuera una “cooperación masturbatoria” y no simplemente una cooperación de cerebros?

La industria pornográfica es hoy el gran motor impulsor de la economía informática: existen más de un millón y medio de webs adultas accesibles desde cualquier punto del planeta. De los dieciséis mil millones de dólares anuales de beneficio de la industria del sexo, una buena parte proviene de los portales porno de Internet. Cada día, trescientos cincuenta nuevos portales porno abren sus puertas virtuales a un número exponencialmente creciente de usuarios. Si es cierto que los portales porno siguen estando en su mayoría bajo el dominio de multinacionales (Play-boy; Hotvideo, Dorcel, Hustler, etc.), el mercado emergente del porno en Internet surge de los portales amateurs. El modelo del emisor único se ve desplazado en 1996 con la iniciativa de Jennifer Kaye Ringley, que instala varias webcams en su espacio doméstico y transmite en tiempo real un registro de su vida cotidiana a un portal de Internet. Las JenniCams producen un estilo documental una crónica audiovisual de sus vidas sexuales y cobran suscripciones semejantes a las de un canal televisivo (entre diez y veinte euros semanales).


Por el momento, cualquier usuario de Internet que posee un cuerpo, un ordenador, una cámara de video o una webcam, una conexión de Internet y una cuenta bancaria puede crear su propia página porno y acceder al mercado de la industria del sexo. Se trata de la entrada del cuerpo autopornográfico como nueva fuerza de la economía mundial. El resultado del reciente acceso de poblaciones relativamente pauperizadas del planeta (tras la caída del muro de Berlín, los primeros en acceder a este mercado fueron los trabajadores sexuales del antiguo bloque soviético, después de los de China, África y la India) a los medios técnicos de producción de ciberpornografía, provocando por primera vez una ruptura del monopolio que hasta entonces detentaban las grandes multinacionales porno. Frente a esta autonomización del trabajador sexual, las multinacionales porno se alían progresivamente con compañías publicitarias esperando atraer a sus cibervisitantes a través del acceso gratuito a sus páginas.

La industria del sexo no es únicamente el mercado más rentable de Internet, sino que es el modelo de rentabilidad máxima del mercado cibernético en su conjunto (solo comparable a la especulación financiera): inversión mínima, venta directa del producto en tiempo real, de forma única, produciendo la satisfacción inmediata del consumidor en y a través de la visita al portal. Cualquier otro portal de Internet se modela y se organiza de acuerdo con esta lógica masturbatoria de consumo pornográfico. Si los analistas comerciales se dirigen a Google o Ebay siguen con atención las fluctuaciones del mercado ciberporno, es porque saben que la industria de la pornografía provee un modelo económico de la evolución del mercado cibernético en su conjunto.

Si tenemos en consideración que las industrias líderes del capitalismo postfordista, junto con la empresa global de la guerra, son la industria farmacéutica (bien como extensión farmacológica legal del aparato científico médico y cosmético, bien como tráfico de drogas consideradas ilegales) y la industria pornográfica, entonces habría que darle un nombre más crudo a esta “materia prima”. Osemos la hipótesis: las verdaderas materias primas del proceso productivo actual son la excitación, la erección, la eyaculación, el placer y el sentimiento de autocomplacencia y de control omnipotente. El verdadero motor del capitalismo actual es el control farmacopornográfico de la subjetividad, cuyos productos son la seratonina, la testosterona, los antiácidos, la cortisona, los antibióticos, el estradiol, el alcohol y el tabaco, la morfina, la insulina, la cocaína, el citrato de sidenofil (Viagra) y todo aquel complejo material-virtual que puede ayudar a la producción de estados mentales y psicosomáticos de excitación, relajación y descarga, de omnipotencia y de total control. Aquí, incluso el dinero se vuelve un significante abstracto psicotrópico. El cuerpo adicto y sexual, el sexo y todos sus derivados semiótico-técnicos son hoy el principal recurso del capitalismo postfordista. 
 
Si la era dominada por la economía del automóvil se denominó “fordismo”, llamaremos “farmacopornismo” a esta nueva economía dominada por la industria de la píldora, por la lógica masturbatoria y por la cadena de excitación-frustración en la que esta se apoya. La industria farmacopornográfica es el oro blanco y viscoso, el polvo cristalino del capitalismo postfordista.

En Testo yonqui. Sexo, drogas y biopolítica, de Beatriz Preciado. 
 

18 Christian Marazzi, El sitio de los calcetines. El giro lingüistico de la economía y sus efectos sobre la política.
19 Yann Moulier-Boutang, “Eclats d'économie et bruits de luttes”, Multitudes, núm 2, Exils, París, 2000.
20 Toni Negri y Michael Hardt, Multitudes, Éditions 10/18, París, 2006.
21 Ibidem. Christian Marazzi, op. cit.


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