¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

martes, 7 de marzo de 2017

Una cultura criminal.

El joven profesor de filología del ‘71 se expresa y reacciona todavía como erudito “burgués”: aunque el cinismo de una frase como la que enuncia que “el arte no puede existir por culpa de la pobre gente” implica su propia ironía crítica, su propia condenación expresada en el primer y último apartado: si el arte no puede existir por culpa de la “pobre gente”, entonces ésta asume la culpabilidad de destruirlo: pero no hacen más que manifestar la “nuestra”, universal, que consiste en disimular nuestra iniquidad bajo las apariencias de la cultura. Asumir el crimen del combate contra la cultura es el tema subyacente al pensamiento todavía helenizante del joven Nietzsche: asunción que no es más que el reverso del tema cada vez más explícito en el transcurso de los años posteriores: asumir el “crimen” de la cultura contra la miseria existente, lo cual finalmente acusa a la cultura misma: una cultura criminal.


En principio, se trata de una visión totalmente aberrante: nunca los comuneros pensaron en atacar al arte en nombre de la miseria social. La forma en que Nietzsche plantea aquí el problema, con el anuncio de una falsa noticia, testimonia exactamente lo que se confiesa a sí mismo: un sentimiento de culpabilidad burguesa. Pero es a partir de ahí que plantea el verdadero problema. ¿Soy o no soy culpable de gozar de la cultura de la que se ven privadas las clases pobres? Lo que entiende por nuestra culpabilidad, asumida según él por la gesta de los incendiarios, es haber dejado a la moral cristiana y poscristiana mantener la confusión: a saber, la ilusión, la hipocresía de una cultura que no conocería desigualdades sociales, cuando es la desigualdad misma la que la vuelve posible: desigualdad y lucha (entre diferentes grupos de afectos).

Al término de su rápida carrera, Nietzsche toma posición por el “criminal” como fuerza irrecuperable, superior virtualmente a un orden de cosas que lo excluyen. La negación a arrojar la piedra a los desdichados comuneros, a los “agentes de la culpabilidad universal” da cuenta de una solidaridad instintiva (todavía no confesada) y, a la vez, de un problema insoluble para el joven Nietzsche, planteado en estos términos: “cultura”, “miseria social”, “crimen”, “combate contra la cultura”.
En Nietzsche y el círculo vicioso, de Pierre Klossowski.


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