¿Para qué valdría la pasión (acharnement) de saber, si sólo asegurara la adquisición de conocimientos y no de alguna manera –y tanto como se pueda– el extravío de aquel que conoce? Hay momentos en la vida en que el problema de saber si uno puede pensar de manera distinta a como piensa y percibir de otra manera que como ve es indispensable para continuar mirando o re-flexionado. (...) Pero, ¿qué es la filosofía en la actualidad –quiero decir la actividad filosófica– si no es un trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo, y si no consiste, en lugar de legitimar lo que ya se sabe, en emprender la tarea de saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otra manera?”

El uso de los placeres.
Michel Foucault.

viernes, 10 de marzo de 2017

Nietzsche, parresia y locura. Lo demás es silencio.


“Siempre estoy a la altura del azar; para ser dueño de mi debo estar desprevenido”


(…) La cuestión entonces es de primer orden. La posibilidad de superación, la posibilidad de abandonar lo que se era para constituirse, para llegar a ser el que se es, pasa por un saber abismal, la verdad. Pero ella no es la verdad objetiva ni objetivante, sino que se vuelve un decir verdad, parrésico (28). El “Ecce homo” como relato, como documento, como artificio que constituye a Nietzsche como personaje. 

El habla, una vez muerto a su padre, su padre como sombra, su parte ya muerta, dicha habla se vuelve parrésica porque ha sido capaz de soportar la verdad, como Hamlet “No conozco lectura más desgarradora que la de Shakespeare: ¡cuánto tiene que haber sufrido un hombre para necesitar hasta tal grado ser un bufón! ¿Se comprende el Hamlet? No la duda, la certeza es lo que lo vuelve loco… pero para sentir así es necesario ser profundo, ser abismo, ser filósofo… Todos nosotros tenemos miedo de la verdad.” (29)

 

Así la locura de Hamlet y la de Nietzsche, es parrésica, es un decir verdad, es correr un riesgo, el de morir precisamente, porque se ha sido capaz de soportar la certeza. Silencio, silencio, se acerca Ofelia. La locura oculta la verdad y su desesperación. La duda no enloquece a Descartes, guía su búsqueda, racionaliza su necesidad; la certeza sí enloquece a Nietzsche y a Hamlet. Los enloquece y los transforma en bufones, en irónicos, en desmesurados para soportar esa verdad. (Diógenes como Sócrates enloquecido, Hamlet enloquecido, Nietzsche como Dioniso enloquecido; Diógenes como bufón de la ciudad, Hamlet como bufón, Nietzsche como bufón). “En este punto no se puede eludir ya el dar la auténtica respuesta a la pregunta de cómo se llega a ser el que se es. Y con ello rozo la obra maestra en el arte de la autoconservación, del egoísmo…

Suponiendo, en efecto, que la tarea, la destinación, el destino de la tarea superen en mucho la medida ordinaria, ningún peligro sería mayor que el de enfrentarse cara a cara con esa tarea. El llegar a ser lo que se es presupone no barruntar ni de lejos lo que se es. En este punto tienen su sentido y valor propios incluso los desaciertos de la vida, los momentáneos caminos secundarios y errados, los retrasos, las “modestias”, la seriedad dilapidada en tareas situadas más allá de la tarea” (30) 
 
¿Cómo llegar a ser el que se es? ¿Cómo constituirse efectivamente como personaje? ¿Cómo constituirse un relato y en un relato? No teniendo ni la más remota idea de qué sea nuestra tarea, ni proponérnosla, ni elaborarla. Se es destino cuando dicha tarea nos asalta. Decíamos en el comienzo que el detalle constituye el todo, o el todo es el detalle: El “Ecce homo” es precisamente la enseñanza de aquello, en la medida que esa enseñanza remite a que pensar, reflexionar es precisamente pensar con el cuerpo. No hay tematización filosófica del cuerpo en Nietzsche. Lo que hay es pensar con el cuerpo. Sólo así se pensará de otro modo y para ello hay que aprender de nuevo, aprender a pensar con el cuerpo “Estas cosas pequeñas ‐alimentación, lugar, clima, recreación, toda la casuística del egoísmo‐, son inconcebiblemente más importantes que todo lo que hasta ahora se ha considerado como importante. Justo aquí es que hay que empezar a cambiar lo aprendido”. (31)

Parresia y locura por lo tanto son el modo en que Nietzsche quiere recuperar el cuerpo, pensar con el cuerpo. El precio es su propio desgaste, su propio consumo. Escritura dislocante, que quiere pensar desde otro lugar. Íncipit comedia, íncipit tragedia. Lo demás es silencio…

(28) Vamos a entender con Foucault que la parresia es un “decir verdad”, “franqueza o franquía” en el decir, sinceridad, libertad de expresión, decir todo lo que se piensa y lo que se desea, etc. En este sentido la parresia consiste en un “decir verdad”, y no un “decir la verdad”
(29) Nietzsche, Friedrich; Ecce homo, Op. Cit., pp. 50 y 51.
(30) Nietzsche, Friedrich; Ecce homo, Op. Cit., pp. 50 y 51.
(31) Nietzsche, Friedrich; Ecce homo, Op. Cit., p. 53.


En Nietzsche, parresia y locura. Lo demás es silencio, de Víctor Berríos Guajardo. 


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